La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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Aquí no es hotel
Marcelo llamó por teléfono a Jimena. Jimena solo vio en la pantalla "Marcelo", sin querer contestar cortó la llamada.
Nuevamente, el teléfono volvió a sonar, pero ella no quiso contestar.
Marcelo estaba desesperado. Fue a su despacho solo para comprobar que ella no estaba.
Fue a buscar a Pascual, él estaba en su despacho checando algunos modelos.
Buen día, dijo tocando la puerta y entrando.
Hola, Marcelo, ¿qué te trae por aquí?
¿Sabes dónde puede estar Jimena?
Bueno, la última vez que la vi estaba en su despacho.
Acabo de venir de ahí y no está.
Quizá fue a dar una vuelta, no sé. Espero que regrese a tiempo porque a las 6 es la pasarela. Ya son las 4.
Ella es muy cumplida seguro llegará a tiempo.
Seguro que sí. De todos modos, ya está todo listo solo que vengan los invitados, yo los puedo atender en lo que llega ella.
Gracias, Pascual, eres un gran elemento.
Ay no me digas eso porque me confundes, dijo Pascual un poco apenado.
Bueno, te lo digo en buena onda, no pienses mal de mí.
Por un momento me lo creí. No te creas es broma.
Entonces, esperaremos a que llegue Jimena.
Por supuesto que sí, las modelos ya están listas.
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Una hora y media después, Jimena llegó muy tranquila.
Marcelo aún estaba con Pascual checando los últimos detalles.
Al ver a Jimena, inmediatamente se levantó y se acercó a ella.
Mi amor, ¿dónde estabas? Te he estado llamando por teléfono y no me contestas. ¿Qué es lo que está pasando?
Marcelo, ¿podemos dejar esta plática para después? Ahorita quiero concentrarme en la pasarela.
Está bien, amor.
Jimena se fue al salón, seguida por Pascual.
Vaya, veo que te esmeraste en el arreglo. ¿Dónde está Linda?
Debe de estar en su despacho.
Te voy a pedir algo, no quiero que Linda esté en la pasarela. Por favor, dale algo qué hacer.
Claro que sí, pero, ¿puedo preguntarte por qué?
Por lo pronto, haz lo que te pido.
Está bien, deja ver a donde la puedo mandar.
Gracias, date prisa porque ya casi llegan los invitados.
Marcelo entró en ese momento.
Pasa, ocupa tu lugar, por favor.
Gracias.
En Marcelo había una gran confusión, mientras que en Jimena había una gran tristeza.
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¿Cómo que no quieres que esté en la pasarela?, ¿de qué se trata?
Lo siento, yo solo obedezco órdenes de la patrona, así que, por favor, vete al archivo con Laura y no salgas de ahí hasta que yo te lo ordene.
Haciendo un berrinche, Linda se fue al archivo con Laura.
Vaya, vaya, ¿y ahora qué hiciste para que te hayan mandado para acá de nuevo?
Eso no te importa.
Claro que sí me importa, pero bueno, ya que estás aquí ponte a ordenar todos esos papeles, le dijo señalando una gran montaña de papeles en el escritorio.
Linda lanzó un gran suspiro y se puso a hacer lo que le ordenaron de muy mala manera.
Enseguida vuelvo y, por favor, no salgas de aquí.
Bueno, si te comportas así pasaré la queja y te aseguro que te quedarás aquí por un buen tiempo.
Deja de molestar yo me comporto como me da mi regalada gana.
Como quieras, ya me voy; Laura salió y cerró la puerta tras de sí con llave para que Linda no fuera a hacer una barbaridad.
"Malditas viejas, pero un día me las voy a cobrar", eran los pensamientos de Linda.
Minutos después, empezaron a llegar todos los invitados. Eran personas muy importantes que venían de varias partes del país.
La mayoría llegaban ahí con la firme convicción de llevarse unos modelos exclusivos para sus propios negocios.
Otros solo querían observar a ver qué tan bueno estaba todo.
Ese día se vendieron casi todos los modelos de esa colección.
Por un instante a Jimena se le olvidó lo que había visto hacía varias horas.
A Marcelo se le hizo raro no ver a Linda, ya que ella era la supervisora, pero no le quiso preguntar a Jimena por temor de que se fuera a enfadar otra vez.
Dejaría mejor que ella le platicara las cosas.
Una hora después de que la pasarela terminó los clientes empezaron a salir uno tras otro, pero ya con la compra hecha y firmado los papeles.
Al irse el último cliente Marcelo se acercó a Jimena.
¿Ahora sí podemos hablar?
Sí, nada más deja voy por mi bolsa; Pascual, encárgate de cerrar, por favor.
Claro que sí, Jimena, nos vemos mañana.
Marcelo llevó a Jimena a un restaurante muy hermoso.
Cuando hubieron ordenado Marcelo decidió hablar.
Amor, perdóname por el malentendido que hubo ayer. Sabes que yo te amo y no me importa para nada lo que diga Linda de ti.
Marcelo, ¿me amas?
Bien sabes que sí, amor.
Entonces, ¿por qué estabas besando a Linda?, y sin esperar una respuesta le dio una bofetada.
Él se llevó la mano a la mejilla. Yo no la besé.
¿Por qué me mientes?, yo te vi.
Déjame explicarte, por favor.
¿Qué me vas a decir, ella me besó a la fuerza?, yo no vi que te amenazara.
Pues así sucedió, ella me tomó por sorpresa, yo le dije que te amo, pero ella no entiende razones. Perdóname, amor, yo no tuve la culpa.
Está bien, te perdono, pero, por favor, no quiero verte por ahí platicando con ella. No pienso quedarme callada si vuelvo a verte con ella. Y otra cosa, antes de volver a besarme lávate la boca con bicarbonato.
Marcelo la abrazó y lloraron juntos.
Poco después, todo volvía a la normalidad. Jimena comió con avidez, la verdad es que tenía mucha hambre.
Cuando terminaron de comer, se fueron a caminar un rato.
Marcelo la llevaba abrazada, pero no la quería besar.
Ella tomó la iniciativa y le plantó un beso que él primero se sorprendió y luego le correspondió plenamente.
Sin querer, sus pasos los llevaron a un hotel.
Ellos entraron muy seguros, nada los detendría.
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Jimena llegó a su casa muy entrada la noche, su madre estaba sentada en el sillón.
¡Qué bueno que ya llegaste!, estaba muy preocupada, mira la hora que es.
Mamá, ya te dije que soy adulta, no tienes por qué controlarme ni vigilarme.
Pues mientras vivas aquí tienes que obedecer las reglas, no importa la edad que tengas, dijo Carolina con autoridad. Aquí no es hotel, dijo por último y se fue a su cuarto.
Jimena vio a su madre y después fue a su cuarto. "¿Qué le pasa?", pensó.