La miro, estupefacto. Se ve tan hermosa con esa bata blanca, y la blancura de la habitación contrasta con su hermoso cuerpo latino que me enloquece. Siento que estoy soñando, pero se ve muy real. Cuando ella nota mi mirada, me quedo helado. La mirada que me daba antes era de amor... ahora es como si estuviera viendo a su peor enemigo.
—Por tu culpa mi vida se jodió —me dice, con la voz llena de rencor.
—No, Morgan, nena, yo traté de salvarte, te amo. Fui lo más sincero que pude contigo a pesar de lo que pasó con Madison —le respondo, desesperado.
—Por tu culpa estoy así.
—No, sabes que no es verdad —le insisto.
—Sí, estoy muerta por tu culpa. Solo tú tienes la culpa por haber entrado en mi vida. ¡TE ODIO! —me grita con todas sus fuerzas.
Trato de acercarme para abrazarla, pero cuando al fin la tengo entre mis brazos, se deshace, como si fuera de humo.
Me despierto sobresaltado, empapado en sudor. Mi respiración está agitada y siento mis mejillas mojadas por las lágrimas
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Capitulo: 9
CALEB.
Cuando estoy a punto de responderle a Natalia que sí bailo con ella, se abalanza sobre mí y me besa. Intento alejarla, pero ella no desiste.
—¿Te podrías alejar de mi novio? —escucho que dice una voz un poco quebrada.
Natalia se aleja de mí y observa a alguien que está a mis espaldas.
—Pero, Caleb, creí que tú no tenías novia —dice, con confusión.
Cuando volteo, me encuentro con una chica de piel un poco bronceada y de estatura baja, como de 1.51. Sus ojos no se distinguen, pero noto que está llorando. Entonces, reacciono a lo que acaba de pasar.
—Oh, sí, claro. Entendiste mal. Te dije lo que pasó con Morgan, no que estaba disponible.
—Vaya, entonces creo que mejor me voy.
Veo cómo se pierde entre la multitud que baila en la pista y vuelvo mi vista a la chica que me salvó de ese incómodo momento.
—Gracias. No sé cómo pagarte por eso. En serio, me salvaste de un momento bastante incómodo.
—De nada. Y creo que me podrías pagar invitandome un trago y escuchando mis penas.
—¿Tus penas? ¿Qué fue lo que pasó para que estés en un club, bebiendo y llorando sola?
—Bueno, pues resulta que mi padre, en un ataque de celos, mató a mi madre y después se mató él. Así que quedé huérfana y, lastimosamente, no tengo amigos, ya que me acabo de mudar.
—Vaya mierda, ¿no? Creo que el destino nos cruzó.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué crees eso?
—Bueno, pues mi... es decir, la chica que era mi novia se asesinó frente a mis ojos por culpa de mi padre. Así que, pues, creo que los dos perdimos a personas importantes y estamos rotos.
—¿Pero es que no todos estamos rotos?
Es decir, está más que comprobado que la felicidad no es eterna. Que son simplemente pequeñas porciones de estas las que se nos dan en la vida. Por eso, algunas personas ya ni siquiera luchan por encontrar la felicidad. Muchos dicen que esas personas son pesimistas, pero, a mi parecer, son personas reales que saben cómo son las cosas y las aceptan tal y como son. Así que sí, creo que todos estamos rotos de una u otra forma.
Me quedo en silencio. Nunca me había puesto a pensar en eso muy a fondo. Sabía que la felicidad no era eterna, pero nunca había llegado a pensar en aceptar que, tal vez, no servía para nada bueno. Y en realidad, yo pensaba que las personas que piensan como ella eran pesimistas, pero me doy cuenta de que me equivoqué.
—¿Quieres salir de aquí?
—Claro, pero ¿a dónde iremos?
—Tú solo ven conmigo.
La tomo de la mano y la jalo para que me siga. Llego a la pista de baile y encuentro a Connor ahí, así que me acerco a él.
—Connor, necesito que me lleves a casa.
—Que no, hermano. Se trataba de salir, de distraerse, no de solo venir a tomar unos cuantos tragos e irte a dormir.
Cuando termina de hablar, se da cuenta de la chica que está a mi lado y frunce el ceño en mi dirección.
—Oh, no. Ya basta con eso de tirarte a cada tía que se te cruza por enfrente, Caleb.
—¿Oh, qué? No. Yo y él no vamos a acostarnos —dice la chica.
—Permítanme. Ahora vuelvo —dice Connor.
La chica, de la cual no sé su nombre, asiente. Me alejo con Connor y, cuando estamos un poco más retirados de ella, me mira impaciente, esperando a que hable.
—No me acostaré con ella. Quiero hacer algo para aliviar su dolor.
—¿Qué? ¿De qué coño me hablas, Caleb?
El único dolor que deberías intentar controlar es el tuyo, no el de una chica que apenas apareció y tiene problemas con su novio que la engañó.
—Mierda, Connor, no es eso, imbécil. Su padre mató a su madre y no tiene amigos, está completamente sola. Solo quiero que me lleves a casa para tomar mi motocicleta y llevarla a explorar la ciudad.
—¿Seguro que solo es eso?
—Seguro.
—Bueno, ¿y qué ganarías tú con esto?
—Ganaría el poder saber que, aun después de toda mi mierda, puedo hacer feliz a alguien sin recibir nada a cambio, excepto la satisfacción de saber que, si puedo hacer feliz a otros, también me puedo hacer feliz a mí mismo.
—Dale, vamos —me dice, sonriendo.
Caminamos de vuelta a donde está la chica y salimos los tres de la pista de baile, para caminar al exterior del local. Cuando estamos afuera, le lanzo mis llaves a Connor y nos montamos en el auto.
Cuando llegamos a casa, la chica y yo nos bajamos. Me acerco a la ventana del piloto para despedirme de Connor.
—No la lastimes como lo hiciste con Morgan —me dice, con voz seria.
—Gracias por recordármelo —le digo, con sarcasmo.
Me alejo del auto, y este arranca. Doy media vuelta y me acerco al garaje de la casa. Lo abro y saco mi motocicleta.
—Vaya, es hermosa —dice, con asombro.
—Sí.
Antes de decirle que se suba, recuerdo que no sé su nombre, así que le extiendo la mano y le pregunto.
—¿Lista?...
—Sofía —responde.
—Vaya, es un nombre hermoso —le digo, con una sonrisa.
Ella ríe ligeramente y me mira como si buscara algo que le dijera quién soy.
—Tú, Caleb, eres mi salvación o mi perdición... sea cual sea, no me importaría averiguarlo.
Le doy una leve sonrisa y me monto en la motocicleta, indicándole que ella también suba. Cuando ya está arriba, sentencio.
—Probablemente sea tu perdición.
Y sin más, arranco la motocicleta.