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Brujas

Brujas

Status: En proceso
Genre:Viaje a un mundo de fantasía / Mundo mágico
Popularitas:297
Nilai: 5
nombre de autor: Ninja Tigre Lobo

Tora Seijaku es una persona bastante peculiar en un mundo donde las brujas son incineradas, para identificar una solo basta que posea mechones de color negro

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Bruja de Tierra

El filo descendió con violencia, brillando con el resplandor de la runa que buscaba partir a Syra en dos. Pero antes de que la espada tocara su piel, un estremecimiento sacudió la tierra bajo sus pies. El suelo retumbó, y una grieta se abrió en el círculo de fuego apagado.

El loro batió sus alas con furia, liberando chispas doradas que cayeron sobre el cuerpo inmóvil de Tora. Fue entonces cuando ocurrió lo imposible: la herida que lo había atravesado comenzó a cerrarse. Primero, un hilo de tierra húmeda se filtró sobre su piel, cubriendo la sangre, y luego raíces diminutas emergieron, tejiendo la carne rota como si la naturaleza misma reclamara lo que le pertenecía.

Los ojos de Tora se abrieron, ardiendo con un brillo rojo profundo, y en sus pupilas danzaban formas geométricas semejantes a runas vivientes.

Syra jadeó, incapaz de creer lo que veía. Tora se incorporó lentamente, su cuerpo regenerado, la sangre absorbida por la tierra como si jamás hubiera existido. A su alrededor, el suelo temblaba con cada uno de sus pasos.

El guardia, sorprendido, retrocedió apenas un instante, pero Tora extendió la mano hacia él. La tierra se elevó como una columna de roca y lo lanzó por los aires, estrellándolo contra un muro con un estruendo ensordecedor.

El loro dio un salto al hombro de su amo, sonriendo con alivio extraño en su voz:

—Es la bruja de tierra.

Syra, aún débil, lo miraba con los ojos abiertos de par en par, entre asombro y esperanza.

El estruendo de la tierra todavía retumbaba en los muros del pueblo cuando Tora, con una rapidez felina en sus ojos, escaneó todo el entorno. Sus pupilas recorrían cada rincón, cada fisura del terreno, cada guardia que se movía en formación cerrada. Con un gesto breve, como si la tierra obedeciera a un lenguaje secreto, el suelo se quebró en múltiples direcciones. Rocas y escombros se levantaron como muros improvisados, derrumbes controlados que abrieron grietas y tragaron a varios soldados, dejándolos atrapados hasta el cuello.

Syra lo miró, aún incrédula, mientras Tora avanzaba hacia ella con decisión. Pero entonces, un destello lo cegó: un rayo cortó el aire y estalló justo frente a su rostro, tan cerca que sintió el olor metálico del ozono. Del resplandor emergió un soldado, su cuerpo vibrando de electricidad, botas grabadas con runas brillantes que chisporroteaban contra el suelo.

—Despreciable bruja —rugió con odio—. No sé cómo lograron camuflarse, pero de mí no escaparás.

Tora apretó los labios y bajó la mirada hacia su muñeca. El viejo reloj de mano, que siempre lo acompañaba, giró en su propia correa hasta transformarse en un reloj de bolsillo. Presionó un botón en la cima y, de inmediato, un torrente de energía lo cubrió. Su atuendo cambió: la tela se alargó, el metal se fundió en símbolos rúnicos, y en un parpadeo ya no era el viajero en harapos, sino la bruja de tierra, con su traje ancestral, oscuro y lleno de detalles vivos como raíces que se enredaban en sus mangas.

Ambos contendientes se tensaron, listos para el choque, cuando una voz profunda interrumpió:

—Qué gran espectáculo tenemos aquí.

Un portal se desgarró en el aire. De él emergió una figura grotesca: un ser peludo, de tres metros, con un cráneo enorme colocado como máscara en su cabeza. Sus ojos brillaban como brasas antiguas, y con su llegada el ambiente entero se encogió de miedo.

A su alrededor flotaron decenas de pantallas translúcidas, como espejos digitales, que comenzaron a transmitir en vivo lo que sucedía. El espíritu abrió los brazos con teatralidad.

—Esto merece ser registrado en la Ultra Web.

En un instante, los rostros de Tora y del soldado aparecieron en marcos brillantes. Letras extrañas los identificaban:

—Tenemos a Terra, la bruja de Tierra, y a Alison, el runero de rayo.

Frente a Tora se desplegó otra pantalla, más personal, mostrando un perfil antiguo con datos incompletos. Un texto parpadeaba:

—¿Quieres recobrar tu antigua cuenta?

El guardián de rayo retrocedió, confundido, su lanza chisporroteando en su mano.

—¿Qué es todo esto? —preguntó, con un tono mezcla de miedo y rabia.

El espíritu soltó una carcajada seca.

—Es simple. Estamos cansados de que las personas no despierten. Creamos nuestro propio sistema de comunicación y entretenimiento para registrar vuestra evolución como especie. —Su voz tronó, haciendo vibrar los escombros—. Pero sinceramente… lo que veo aquí es decepcionante.

El loro de Tora descendió, acomodándose sobre el gorro recién formado de su amo. Su voz, aguda pero temblorosa, insistió:

—Por favor acepte, por favor acepte… el sistema de registro necesita evolucionar.

Tora frunció el ceño. Sus ojos verdes ardieron con una rabia contenida, y la tierra a su alrededor vibró bajo sus pies.

—No soy un experimento para vuestro entretenimiento. —gruñó.

El espíritu inclinó su enorme cráneo y se presentó con solemnidad:

—Mi nombre es Kafflyn. —Sus ojos se clavaron en el reloj de Tora—. He estado siguiendo la pista de cierta bruja… Ese artefacto que llevas, el Zifini, es una tecnología de evolución masiva. Consume otras tecnologías y las transforma. Su nivel de camuflaje es admirable, pero ya lo he descubierto.

Kafflyn se inclinó apenas hacia él, mostrando dientes afilados en una sonrisa de fiera:

—Porque tú, Terra, no eres solo una bruja… eres también un espíritu.

Kafflyn aspiró profundamente, como una bestia siguiendo el rastro de su presa. El aire alrededor se volvió pesado, cargado con una esencia densa, punzante, casi metálica. Su cráneo adornado vibró con un murmullo gutural y sus ojos se encendieron con un fulgor oscuro.

—Ese aroma… —murmuró, estremeciéndose como si saboreara cada partícula flotando en el ambiente—. La bruja que busco está cerca…

Sus garras se cerraron con ansias, y su voz rugió con una especie de reverencia perversa:

—Meli.

—La bruja de Maná Rojo… o como nosotros la llamamos… el Maná Contaminado.

Con pasos lentos, pesados como campanas de hierro, Kafflyn empezó a avanzar en dirección a ese rastro invisible que lo dominaba. Cada pisada resonaba como un tambor de guerra, y a cada metro su figura se volvía aún más monstruosa, como si el deseo de cazar lo deformara todavía más.

—Si logro extinguirla frente a todos… —su risa retumbó, ronca, llena de un orgullo anticipado—, obtendré el título de Cazador de Desgracia.

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Ninja Tigre Lobo
hola
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