Ella una divorciada de 40 años...
Él un rock star de 26... una pareja que no debía formarse, pero aun así... ambos luchan por su amor y la crítica publica.
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capítulo 8
Rous subió los escalones casi sin pensarlo. Sentía cómo el corazón le golpeaba el pecho con cada paso, no sabía si era por la emoción o por los nervios, pero la decisión ya estaba tomada. Recordó las palabras de Letty, resonando como un mantra: *“Date una oportunidad de vivir.”* Y maldita sea si no iba a hacerlo.
Liam estaba justo frente a la puerta del baño cuando la escuchó.
—Acepto —dijo ella, con la voz firme pero cargada de emoción.
Él se giró sorprendido, con una mezcla de esperanza y felicidad en su expresión.
—¿Lo dices de verdad?
—Sí... yo tampoco quiero dejar esto así.
Liam dio dos pasos hacia ella, sin dejar de sonreír, y en un impulso repentino la tomó en brazos. Rous soltó una pequeña risa nerviosa y, como si fuera lo más natural del mundo, pegó un pequeño brinco para rodearlo con las piernas, aferrándose a él. Sus labios se encontraron de nuevo, esta vez más voraces, más decididos. Ya no había lugar para dudas ni para excusas.
Mientras entraban al baño, sus besos se hacían más intensos, sus cuerpos cada vez más cercanos, más necesitados el uno del otro. Entre jadeos y caricias, Liam murmuró:
—Prometo que estas serán las mejores vacaciones que ambos tengamos... aunque en teoría, yo estaría trabajando...
Rous se separó apenas, con una sonrisa pícara, y se acercó a sus labios.
—Cállate y bésame.
—Sí, chef —respondió él con tono juguetón antes de volver a devorar su boca.
La ducha fue todo menos rápida. El agua caliente no fue rival para la temperatura de sus cuerpos. Entre risas, besos enredados y susurros que sólo los azulejos escucharon, el tiempo se volvió relativo. Cuando el agua empezó a salir fría, se miraron, aún envueltos uno en el otro, y rieron como adolescentes.
—Supongo que eso significa que debemos salir ya —dijo él, con el cabello chorreando y la mirada encendida.
—Sí... y vestirnos, antes de que termines cocinando de nuevo en bata de baño —bromeó ella.
Después de vestirse, Liam le acarició el rostro con ternura antes de despedirse.
—Mañana paso a buscarte temprano. Vamos a volar directo a Madrid. Luego tenemos conciertos en Lisboa, Roma, y terminamos en Buenos Aires. ¿Te animas?
—Estoy dentro —dijo ella, y esa sonrisa nerviosa que llevaba días arrastrando, finalmente se transformó en algo auténtico, en una promesa de que tal vez, por fin, estaba eligiendo vivir.
Cuando la puerta se cerró tras él, Rous respiró profundo. Miró su casa, aún con las copas sobre la mesa y la ropa de ambos colgando en la baranda de la escalera, y no pudo evitar reírse. Había pasado. Todo había pasado. ¿Y ahora?
Marcó el número de Letty. Sabía que no podía emprender semejante locura sin hablar con su mejor amiga.
—¡Aló, mi divorciada favorita! ¿Qué pasó? ¿Ya te tragaste a ese niño como postre? —respondió Letty con su sarcasmo de siempre.
—Letty... voy a hacer una locura —dijo Rous, directamente, sentándose en el sofá mientras aún tenía el corazón acelerado.
—¿Te tatuaste su nombre? Porque te juro que si hiciste eso te borro yo misma con lija de obra.
—¡No! Peor... Me voy de gira con él. Mañana.
Hubo un silencio de dos segundos. Después:
—¿¡Quéee!? ¿Cómo que te vas de gira? ¿Con la banda? ¿Con Liam Reed? ¿En plan... rockstar groupie?
—No soy su groupie, Letty. Simplemente... voy a acompañarlo. Vamos a estar en Europa y Sudamérica. Solo por unas semanas.
—Ay, por favor, ¡no me des excusas! ¡Esto es mejor que cualquier novela erótica! ¡Te fuiste al tour con tu amante rockero! ¡Estoy gritando!
—Letty, baja la voz —dijo entre risas, aunque sabía que su amiga la escuchaba igual de exaltada con el volumen bajo.
—No puedo creerlo. ¿Y cuándo pensabas decirme?
—Justo ahora. Necesito que me cubras un poco con lo de los pedidos del restaurante, los empleados, y si llega correo o algo importante...
—¡Lo que sea, yo me encargo! Pero solo si me prometes mandar fotos. Quiero contenido exclusivo: besos, backstage, Liam cocinando en bata...
—Letty...
—¿Qué? ¡Una tiene que vivir la fantasía aunque sea de segunda mano! —soltó una carcajada—. Ahora hablando en serio... estoy orgullosa de ti, amiga. Te lo mereces. Por fin estás eligiéndote.
Rous sintió un nudo en la garganta.
—Gracias, Letty. De verdad... no sé qué haría sin ti.
—Me lo debes. Quiero souvenirs de cada país. Y por favor, nada de dramas por la edad. Si ese bombón quiere estar contigo, disfrútalo. No te pongas en plan telenovela mexicana.
—Haré lo mejor que pueda... aunque ya me siento como protagonista de una telenovela con este guion.
—Eso sí, si se atreve a romperte el corazón, me tomo un vuelo y le rompo la guitarra en la cabeza.
—Trato hecho —rió Rous, sintiendo cómo su ansiedad se disipaba poco a poco gracias a su amiga.
—Ahora ve a empacar. Y por Dios, lleva lencería bonita. No quiero que termines usando esa ropa interior de abuela que tienes para los días de lavado.
—¡Letty!
—¡Es por tu bien! ¡Necesitas estilo de gira!
Cuando colgó, Rous se quedó mirando su teléfono con una sonrisa. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo al futuro. Se levantó, fue hasta su habitación y abrió el placard. Empezó a sacar ropa, probándose algunas cosas frente al espejo. Y sí, también sacó esa lencería que tenía guardada para "ocasiones especiales".
Porque esta, definitivamente, lo era.
A la mañana siguiente, cuando Liam llegó con su guitarra al hombro y una maleta en la otra mano, Rous ya lo esperaba en la puerta, lista, con su valija, su pasaporte y una sonrisa nerviosa pero decidida.
—¿Lista? —preguntó él.
—Listísima.
Y así, dejando atrás la rutina, las dudas, y el miedo al qué dirán, Rous subió al auto con él.
Porque, por una vez en la vida, había decidido no pensarlo tanto.
Había decidido vivir.