La Sombra De Ashfall

Los Duques Kaeldron al ver que su hija y Gerath, habían llegado y estaban discutiendo con Lysander, se apresuraron a intervenir.

- Roric: Majestad es mejor que se retire, y vuelva con su esposa.

- Lysander: Duque…

-Roric: Majestad usted sabe que fue bienvenido en nuestra casa, pero ahora todo a cambiado, y si en algo aprecia a mi hija, la dejara en paz, ¿Qué cree que pasara cuando la reina se entere que estuvo aquí?

-Briar: Lysander – lo llamo con ternura -, aquí ya no hay nada para ti, ve al palacio, asume tu nueva responsabilidad.

-Cecil: ya escuchó a mis padres, ahora le pido que se retire y no vuelva a mi casa, nunca más.

-Lysander: me puedes pedir que me vaya, pero no me puedes pedir que te deje de amar, se que tú me amas, recuerdas nuestras promesas antes de partir…

- Cecil: promesas vacías, permiso – Cecil ingreso a su casa junto a Gareth.

Lysander no podía hacer nada para detenerla. Tuvo que ver cómo se alejaba, cómo la puerta del ducado Kaeldron se cerraba, separándolo de la mujer que amaba, la derrota le pesaba en los hombros. No podía quedarse, su salida sin previo aviso de palacio, su ausencia en su primer día como rey casado, ya debían haber causado un alboroto. Todos lo estarían buscando, con el corazón hecho añicos y el orgullo herido, se giró y emprendió el camino de regreso al palacio, dejando atrás los escombros de su amor y la prometida que había perdido.

Mientras tanto, Cecil llevo a Gareth a la habitación de invitados, mientras le buscaba algo de ropa para cambiarse, estaban mojados, por haber estado en la cascada, al entregarle la ropa lo dejo solo, mientras ella fue a cambiarse, una vez listos, bajaron al comedor donde su familia ya los esperaba.

La tensión en la habitación era palpable, pero la presencia serena de Gareth a su lado le dio a Cecil la fuerza que necesitaba. Sus hermanos, Falkon y Xylon, también estaban presentes, sus rostros una mezcla de preocupación y curiosidad por el drama que acababan de presenciar. La mesa no estaba puesta para una comida, sino para una conversación crucial.

-Roric: bueno jovencitos, es mejor que comiencen hablar, primero quiero saber ¿Por qué estaban mojados?

-Cecil: eso fue mi culpa, en el camino había una cascada y yo me metí sin pensarlo y Gareth me siguió.

- Roric: así que te siguió, me pregunto si no paso nada más en esa cascada…

-Gareth: nada fuera de lugar Duque, se lo aseguró.

- Cecil: padre nos queremos comprometer.

-Gareth: si me lo permiten mañana vendré, para hablar oficialmente sobre nuestro compromiso, traeré todo lo necesario para hacerlo oficial.

-Briar: Cecil, no quiero pensar que esta decisión se debe a que Lysander ha llegado al reino casado, un compromiso es algo serio.

- Cecil: que nuestro compromiso sea apresurado se debe en parte a Lysander, temo que él me quiera tomar como concubina.

-Falkon: no, eso no sucederá, nosotros no lo permitiremos.

La mirada de Roric pasó de Cecil a Gareth, luego de nuevo a su hija, la seriedad en los ojos de Cecil era inconfundible; no era un capricho, había un plan detrás de esta decisión.

-Roric: parece que ustedes ya han hablado, ven mañana hablaremos del compromiso y lo haremos oficial, pero lo anunciaremos como se debe, con una fiesta solo con las personas necesarias.

-Cecil: gracias padre – sonríe.

-Xylon: y ya… así de fácil van a entregar a mi hermana, ¿Dónde están las amenazas para Gareth?

- Falkon: mi hermano tiene razón, mira Gareth, nos conocemos muy bien, así que, si tu lastimas a Cecil, nosotros te lastimaremos a ti.

-Xylon: la muerte será un regalo piadoso para ti.

-Gareth: prometo que no la lastimare, la cuidare y amare.

-Briar: lo sabemos querido.

- Roric: ya pasaron mucho tiempo juntos el día de hoy, despídanse.

- Cecil: está bien papá – Cecil tomo la mano de Gareth y lo acompaño a la entrada.

En la entrada de la casa, Gareth se preparaba para marcharse, su corazón aún eufórico por el giro inesperado de los acontecimientos. Antes de montar su propio caballo, se volvió hacia Cecil, una sonrisa dulce en sus labios.

- El caballo negro - comenzó, señalando al magnífico semental atado cerca - es un regalo para ti, Cecil. Espero que te guste.

Los ojos de Cecil se iluminaron, había admirado a ese caballo desde la primera vez que lo vio en el ducado de Gareth.

- ¡Gareth! Es... es perfecto. Gracias -dijo, su gratitud genuina irradiando en su sonrisa.

Gareth aprovechó el momento, inclinándose lentamente hacia ella, con la intención clara de besarla. Sus rostros estaban a centímetros de distancia, el aliento de ambos mezclándose, cuando una voz se escuchó detrás de ellos, rompiendo la magia del instante.

-Ya se han despedido lo suficiente, ¿no creen? - era Falkon, de pie en el umbral, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba la impaciencia con una divertida advertencia.

Gareth se enderezó ligeramente, una risa ahogada escapando de su garganta.

-Vendré mañana, Falkon - le aseguró, sabiendo que su gesto había sido descubierto.

Antes de que Falkon pudiera interponerse entre ellos, o de que Gareth pudiera alejarse, Cecil actuó con rapidez, se inclinó y plantó un beso en la mejilla de Gareth.

La sorpresa se reflejó en el rostro de Falkon, ver a su hermana, habitualmente más reservada en público, hacer una muestra de cariño tan abierta, especialmente después del drama con Lysander, lo dejó momentáneamente sin palabras. Cuando reaccionó, fue para interponerse entre ellos con una rapidez casi instintiva, su figura imponente formando una barrera protectora.

Gareth sonrió, tocándose la mejilla donde los labios de Cecil habían estado. El atardecer envolvía el ducado, y aunque la despedida fue abrupta, la promesa de mañana se sentía más real y dulce que nunca.

Garethllegó al Ducado Thylas, el hogar de sus padres, con una ligereza en el paso que hacía mucho no sentía. El sol se ponía, tiñendo el cielo con tonos de despedida, pero su corazón vibraba con un nuevo amanecer. Su familia lo esperaba, con los rostros marcados por la preocupación, sabían que esa mañana había ido en busca de Cecil, y lo más probable era que regresara con el corazón destrozado, sumido en la tristeza de una despedida inminente.

Sus hermanas menores, Thorne y Zylia, salieron a recibirlo, sus expresiones cautelosas, esperaban encontrarlo con los ojos empañados, tal vez incluso algo ebrio de licor para ahogar su pena. Él les había dicho que hoy sería el día en que dejaría a Cecil para siempre, que intentaría soltarla. Grande fue su sorpresa cuando Gareth apareció no solo sobrio, sino radiante de alegría, con una sonrisa que no cabía en su rostro, no dejaba de tocarse la mejilla, donde el tierno beso de Cecil aún parecía arder.

-¡Me besó! ¡Cecil me besó! - exclamó Gareth, la emoción desbordándose en su voz mientras pasaba junto a ellas, dirigiéndose al interior de la casa.

Nyx, su madre, una mujer de presencia fuerte y mirada penetrante, escuchó la exclamación desde el recibidor, una pequeña sonrisa se formó en sus labios, aunque su voz mantuvo un tono de advertencia.

- Gareth, querido, no debes andar revelando esos detalles de tu intimidad tan a la ligera.

La reprimenda, sin embargo, carecía de verdadera severidad, la alegría de su hijo era palpable, un cambio tan drástico y bienvenido que superaba cualquier preocupación por la etiqueta. La familia Thylas se miró, el alivio inundándolos. ¿Qué había pasado entre Gareth y Cecil? Este era, sin duda, el regreso más inesperado que habían presenciado en mucho tiempo.