La Fuente Del Amor

Eric disfrutaba del coñac y de la vista panorámica que tenía frente a él. Vita, sentada con las piernas cruzadas, se reía a carcajadas con sus comentarios e historias de trabajo. Se veía tan sensual cada vez que se humedecía los labios después de beber su trago que casi temía perder el control. Cuando involuntariamente soltó un bostezo de cansancio, supo que era hora de marcharse.

"Vita, debo irme. Es tarde", dijo con pesar.

Se acercó a el y lo sujetó del cinturón del pantalón, mirándolo fijamente sin decir una palabra. Su cercanía era como un imán que lo atraía irresistiblemente. Había tenido muchas mujeres, pero nunca había sentido esta sensación de vacío y anhelo. La idea de pasar muchas horas sin verla lo atormentaba.

Acercó su boca a la suya. Vita abrió los labios, invitándolo a entrar. Se besaron con una pasión ardiente, sus lenguas entrelazándose en un duelo salvaje. Lo embriagaba su fragancia fresca y su cuerpo caliente. Era como si el mundo se hubiera detenido en ese momento.

Ella lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su cintura, y susurró contra su oído: "¿Te quedas esta noche conmigo?" Sus ojos, llenos de anhelo, buscaban los suyos. Él la tomó del rostro, sus dedos acariciando suavemente su mejilla, y la besó con una intensidad que la dejó sin aliento.

Se separaron un momento, y ella vio la lucha en sus ojos. "No puedo quedarme", dijo con voz ronca. "Mañana tengo mucho trabajo y si me quedo contigo, no voy a dormir". Él notó la decepción en su mirada y sintió un nudo en el estómago. Quería quedarse, pero sus obligaciones lo llamaban. Intentó disimular su frustración con una sonrisa débil, pero ella la vio a través de su máscara.

Se sintió culpable por rechazarla y prometió compensarla más tarde. A pesar de todo, no podían separarse. Sus labios se encontraron una vez más en un beso apasionado mientras caminaban hacia la puerta. Vita no estaba dispuesta a dejarlo ir sin luchar. Mientras lo besaba, su mano se deslizó por su cuerpo, sintiendo la evidencia de su deseo. Sus ojos se encontraron, llenos de deseo y promesa obligándolo a ceder ante su agarre firme que le cortaba el aliento, se presionó contra él y masajeó con insistencia, hasta que Eric, totalmente desencajado por el deseo, subió la falda que llevaba hasta la cintura. Sus ávidas manos tomaron posesión dentro de su tanga. No pudo resistirse a la excitación que Vita despertaba en él, a esa vorágine de sensaciones que lo consumía. La dejó apoyada contra la puerta y se colocó de rodillas ante ella para darle placer con su boca, su lengua trazando círculos ardientes que la llevaban al borde del éxtasis.

Cuando Vita sintió los labios de Eric mordiendo sus pliegues a través de la tela de la tanga, un gemido escapó de sus labios, su cuerpo tensándose contra la puerta. Él apartó la tela que los separaba, liberando su deseo, y con una pasión devoradora, la absorbió por completo. Sus gemidos entrecortados brotaban de su garganta, mientras la lengua y los dedos de Eric trazaban círculos de fuego en su centro, ahora húmedo y palpitante de anhelo. La llevó a la locura, levantando una pierna y abriendo un camino directo a su calor. Cuando el orgasmo la alcanzó, una explosión de sensaciones, como fuegos artificiales en el alma, la inundó de placer, sintiéndose plena y extasiada. Eric la saboreó hasta el último instante, exigiéndolo todo, tomándola por completo.

Después de despedirse, Eric regresó a su departamento, sumido en la incertidumbre. Era consciente de que no llevaba protección y la idea de no poder estar dentro de Vita lo atormentaba. Y decidió aliviar su necesidad, pata dejarla satisfecha. Pero al ponerse de pie, Vita lo sorprendió atrayéndolo hacia ella con un beso apasionado. Una de sus piernas se enredó en su cadera, frotándose contra él y despertando un torbellino de emociones en Eric.

Dominado por el deseo, Eric luchó por mantener el control. "Lo siento, no creí correcto traer protección en mi bolsillo", se disculpó con voz ronca, besando su nariz con ternura. Vita lo miró con una sonrisa divertida y enigmática, como si supiera el efecto que tenía sobre él.

Con una mezcla de alivio y deseo, acomodaron sus prendas en silencio. Vita acompañó a Eric hasta la puerta del auto y, antes de despedirse, lo besó como si fuera un niño, desde la frente hasta el mentón, dejando una caricia cargada de promesas.

Eric se marchó con el corazón latiendo con fuerza, preguntándose qué significaba aquella mirada y aquel beso.

Entró a su departamento, sumido en la vorágine de pensamientos que lo asaltaron al estar cerca de Vita. ¡Era una locura! La dulzura y la pasión que emanaba de ella lo habían dejado sin aliento. Cada rincón de su cuerpo parecía exquisitamente sensible a su tacto, su delicada fragancia lo envolvía en un torbellino de excitación. No entendía cómo lograba tanto con tan poco esfuerzo. Con solo pensar en ella, su virilidad amenazaba con rebelarse.

Sin dudarlo, se despojó de su ropa y se entregó al agua tibia de la ducha. Apoyando ambas manos en la pared, la imagen de Vita, cual fantasma seductor, no lo abandonaba. Sus manos, que tan ardientemente lo habían acariciado, ahora eran evocadas por su propia mano, que se deslizaba sobre su miembro con anhelo. Recordaba el calor abrasador de su cuerpo, tan deseoso de él como él de ella. La necesidad lo consumía, y tuvo que ceder ante la urgencia de su deseo, encontrando alivio en la liberación de su pasión.

Más aliviado, aunque aún con la imagen de Vita grabada en su mente, terminó su ducha y se abandonó a la cama, donde el sueño lo esperaba con la promesa de nuevas fantasías.