La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.
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Nuevo beso.
—¿Y no te gustó? —le pregunto, mirándole fijamente. Puedo notar cómo la saliva gruesa rueda por su garganta.
—¡No! Ahora lléveme a casa.
—¿Y si no lo hago?
—Pues lo haré yo.
Se suelta de mi agarre y sonrío. No cabe duda; esta mocosa tiene un carácter de mierda.
—¿Piensas caminar? —cuestiono, yendo tras de ella.
—Lo hago siempre.
—Está bien, volvamos al auto.
—Ya no quiero —resopla y continúa.
—Has cambiado mucho, niña; la Kiara que conocí era tierna y obediente —balbuceo al sostenerla del brazo. Luego la atraigo a mí y nos quedamos muy cerca.
—Usted también ha cambiado —murmura, sin quitar sus verdes ojos de los míos—. Aléjese si no quiere que le vuelva a dar en ya sabe dónde —amenaza, haciendo que su tibio aliento caiga en mi rostro.
—Si es un beso, lo acepto —replico, acariciando su delicada mejilla.
Sonríe y hace un movimiento para volver a atacarme, el cual esquivo porque estoy alerta. A continuación, me empuja y sale corriendo. De inmediato me levanto para correr tras de ella. Una vez que la agarro, caemos al suelo, quedando yo sobre ella. Nos quedamos mirando fijamente, sin importar el tiempo ni el lugar en el que estamos. Mi mente se nubla hasta el punto de que ni sé cómo la beso; solo siento sus labios compactarse con los míos. Abre su boca para profundizar el beso que me deja sin aliento. No entiendo por qué mi corazón late con tanta fuerza.
Una vez que suelto sus labios, siento la humedad en mi cabeza. Llevando mis manos a ella, siento un poco de estiércol pegado en mis cabellos.
—¿Qué diablos has hecho? —gruño al tocar mi cabello.
La veo levantarse y correr como una cabra loca. Aprieto mis dientes mientras la veo marcharse.
—Adiel Mohamed, llevo tres a cero —dice al soltar una carcajada.
Al sentir el olor desagradable en mi cuerpo, me dirijo al río. Saco mi camisa y mis pantalones para luego lanzarme al agua y lavar mi piel.
—¡Maldición, Kiara! Juro que me la pagarás —sonrío al recordarla y eso me hace maldecirme—. ¿Qué diablos te pasa, Adiel? ¿Por qué no puedes dejar de pensarla? Solo la conociste anoche, bueno, la volviste a ver —ladeo mi cabeza y trato de expulsarla de mis pensamientos.
Me quedo un rato nadando hasta que escucho un sonido tras los árboles. Aquello me hace salir del río y vestirme; tal vez sea un animal hambriento y no quiero terminar siendo comida de ninguno. A pasos rápidos, camino al auto y, cuando estoy por llegar, veo a Kiara subir al caballo.
—¡Con que me espiabas mientras me bañaba, y luego dices que el pervertido soy yo! —le grito.
POV DE KIARA
Llego a la cabaña y me lanzo a la cama. Cierro mis ojos y suspiro profundamente. Recuerdo ese beso y mi corazón late con fuerza. Odio a Adiel Mohamed por haber robado mi primer beso. Lo odio. Aprieto la almohada mientras pienso que es su cuello el que presiono. Solo de pensar que lo veré toda la tarde me enerva. Inhalo y exhalo tratando de calmarme.
Después de varios minutos arreglo a Zafiro y subo en él. Me dirijo a la hacienda y una vez ahí camino hasta el tío.
—¿Por qué tardaron? Adiel, ¿dónde está? —cuestiona y yo me alzo de hombros.
—No sé, me dejó en la cabaña y se marchó —Comunico al recordar ese cuerpo desnudo saliendo del agua. Muerdo mi labio mientras mi mente regresa al tiempo en que sus labios se unieron a los míos.
Me quedo gélida al verlo llegar. Camina hasta la hacienda y se introduce en ella. Suspiro al perderlo de vista. Acaricio a Zafiro en espera de que la pelo de lote y el pervertido de Adiel salgan. Una vez que lo veo salir vuelvo a tensarme. Trago grueso cuando esos ojos azulinos taladran los míos.
—Félix, ya no saldremos, guarda los caballos —ordena y suelto un suspiro al saber que no tendré que soportarlo más en un recorrido por el campo.
—Como ordene joven —el tío agarra los caballos y se dirige a las caballerizas.
—Félix, hay algo que quiero decirte —pronuncia y el tío se detiene, yo también me detengo en seco.
—Dígame joven —Antes de hablar, Adiel me mira y siento la sangre caer a mis pies porque creo que va a contarle sobre mi escapada.
—Te espero esta noche en la fiesta que se organizará por mi regreso —Suelto el aire que retengo y recobro el color en mis mejillas. Por un momento creí que me delataría.
—Eso sí que estará difícil joven, pues como ve, no somos bien vistos por su mamita y que nos deje ingresar a su casa, como que lo dudo.
—Son mis invitados, como puedes ver ya soy un adulto y mi madre no interfiere en mis decisiones, así que los espero en la noche.
—Pero...
—No hay pero que valga, Félix —vocaliza y se va mirándome de reojo.
Después de guardar los caballos nos dirigimos a la cabaña. Preparo la cena y me do una ducha. Ya en la mesa el tío decide.
—Cariño, sé que eres joven y te gusta divertirte, pero ¿crees que sea buena idea ir a esa fiesta?
—No lo sé, tío, es tu decisión, pero recuerda que el niño rico nos invitó. Si no vamos se resentirá y con lo engreído que está —digo llevando la última cucharada a la boca.
—Entonces, ¿quieres ir? —Me alzo de hombros como si no me importara la decisión que tomara, al mismo tiempo sonrío en mis adentros. Para qué iba a negar que no si sí, estaba que moría por ir y ver a Adiel.
—Ve y arréglate.
—¡Gracias! —Le doy un beso en la frente y corrí al cuarto.
—No mucha pintura.
—Vale —Media hora después estoy lista. Me coloco el vestido que mi tío me compró hacía un par de meses. Es blanco con unos bordes negros ajustado hasta la cintura y suelto hasta la rodilla. Arreglo mi cabello formando una coleta, pongo algo de labial y rímel a mis pestañas. No necesito nada en mis cejas porque son delineadas y bien marcadas. Un poco de mi colonia y estoy lista.
Al rato subimos a la camioneta y nos dirigimos a la hacienda. Una vez que bajo del auto suspiro profundo.
—¿Y ese suspiro?
—¿Qué con suspirar? —sonrío, y mi tío me abraza.
—Estás hermosa princesa, eres idéntica a ella cuando tenía tu edad —Me abrazo a él y vuelvo a suspirar.
—¿Entramos? —Asiento y caminamos hacia la entrada.
—Veamos cómo reacciona la bruja —susurro por lo bajo y suelto una carcajada.
Una vez que llegamos a la puerta la bruja nos mira con ojos afilados.
—¿Cómo se atreven a venir? Ustedes no están invitados —Ruge rechinando los dientes.
—Yo los invité —Expresa Adiel mirándome fijamente.
—Adi, ¿cómo pudiste hacer eso?
—Madre, es mi fiesta y puedo invitar a quien yo quiera. Félix y Kiara son como de la familia, así que no hagas un espectáculo porque tus amigas empezarán a hablar. Sonrío de medio lado al ver a la bruja marcharse, luego me pierdo en la mirada de Adiel y vuelvo a suspirar.
—Adelante —Se hace a un lado para que el tío y mi persona ingresemos. Una vez dentro todas las miradas deparan en nosotros, más bien en mi tío.