He reencarnado en Carlisle, un hombre cuya historia tuvo un final absurdo, tenía una buena vida, una esposa leal, pero lo cambió cuando su antigua amor regreso pidiendo ayuda y al final, quedaron juntos, pese a que ella lo había traicionado antes. Pero yo, no pienso seguir esa historia, así que la cambiaré a mi favor...
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Capítulo 06.
Carlisle no había podido dormir bien últimamente, debido a que cuando cierra los ojos, le vienen los recuerdos pasado del verdadero dueño del cuerpo, esos recuerdos del campo de batalla, era masacre tras masacre, en la que cada bando perdía a sus guerreros. Y en una de esas noches, donde su escuadrón tuvo que retirarse al bosque, Carlisle se encontró con aquella criatura, una bestia gigante en forma de licantropo.
La bestia lo atacado al tenerlo delante suyo, Carlisle se defendió incluso usando magia, pero, aún así, el lobo logró morderlo en el hombro. Carlisle creyó que ese sería su fin, pero, el lobo solo lamio la sangre y se alejo, perdiéndose en la oscuridad del bosque, mientras que Carlisle cayó inconsciente, al despertar, ya estaba en el campamento de sus tropas, con un vendaje en el hombro, Carlisle se llevo la mano a este, pero, ya no había dolor. Carlisle se quito la venda, notando que esa horrible mordida se había ido, pero, nunca imaginó lo que vendría después.
Ahora el Carlisle actual se pregunta, ¿quien fue ese lobo?, ¿con que motivo le paso esa maldición?, ¿tendrá algo que ver esa persona que vio durante el ataque de aquella noche?, eran muchas preguntas y ninguna tenía respuesta en ese momento.
Por otro lado, Rania continuaba saliendo con aquel joven Marqués y en su última cita, este le dijo que quería pedirle a sus padres el permiso para contraer matrimonio. Rania estaba dudando, aunque dijo que aceptaría la propuesta, aún sentía que no debería hacerle eso a Carlisle. Al comenzar a dudar, la condesa intervenia, diciendo que llevará una mejor vida que en el condado, ya que el Marqués es un hombre con más riqueza y poder en el imperio.
—ese mendigo no merece que desperdicies tu juventud por él.— asegura la condesa.— le falta al respeto a tu padre y te lo falta a ti al no comprender que nosotros hacemos todo por tu bien.— explica mientras peina el cabello de Rania.
—pero madre, yo ha Carl lo quiero, es un buen hombre...—
—un buen hombre no se mete con las sirvientes de la casa de sus suegros.— interrumpe.— tú quieres serle fiel, pero él ya te engaña con las mugrosas sirvientas.
Rania se sobresalto al escuchar esto, recordando la ves pasada que fue a la habitación de Carl y este no negó que paso algo entre él y esa doncella, además también recordó cuando este la dejo sola en el carruaje para irse con esa misma doncella. Esto la hizo enojar, ella no merecía ser engañada, no cuando ella había dejado todo por él antes.
—tienes razón madre...yo dejaré a Carl...él no me merece.— responde aun con cierta duda.
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—quiero el divorcio...— Rania habla con firmeza.— he decidido casarme con un hombre que si me puede dar lo que merezco, respeto y estabilidad.
Carlisle fue llamado por los condes a la sala privada, donde Rania lo esperaba y tan pronto lo tuvo enfrente, soltó la noticia. Los condes que estaba en esa misma sala, sonríen satisfechos por la decisión de su hija, después de todo, Carl no tiene nada que ofrecerles a ellos, solo era un miserable sirviente que trabajaba para el Duque exiliado.
El conde le tira a la cara el documento de divorcio.— adelante, firma, y te largas de esta casa y mi territorio.
—espero que no se te ocurra pedir nada y si te niegas, llamaremos a la guardia y diremos que obligaste a nuestra hija a casarse contigo.— agrega la condesa con una mirada presuntuosa.
—lo siento Carl, pero contigo no tengo un buen futuro.— Rania se muestra triste.— es lo mejor para los dos.
—si firmo...¿creen que el templo dará su autorización?, además no puedo creer que me hagas esto.— mira a Rania con una expresión dolida.— juraste amarme ante los dioses.
—no puedo...el amor...lo has olvidado tú cuando te metiste con las sirvientas.— reclama Rania.
—me acusas de infiel cuando la que lo era, eras tú. ¿Crees que no me enteré de tus citas?— se pone de pie.
—¡cállate!, firme el documento y el templo dará su autorización, mi hija se sometera a una prueba, ellos sabrán que el matrimonio no se consumo.— levanta las manos la condesa.— gracias a los dioses por eso.
—si, creo que ya entendí porque no quiso...porque no podía pagarle como lo hace su amante.— grita Carlisle pareciendo dolido.
—maldito plebeyo, a mi hija no le faltas al respeto.— el conde la da un puñetazo.— firma y vete de mi casa...jamás te podré aceptar como mi yerno...
Carlisle toma el documento de divorcio y firma, aunque el documento solo es algo legal, también necesitan el documento del templo para finalizar el divorcio.
—iré al templo en dos días por el documento de ruptura, espero que este listo.— mira Rania.— no vuelvas a buscarme, porque no obtendrás nada de mi.—
Rania le ve marcharse, y ella se cubre el rostro llorando por lo sucedido, le dolía el tener que divorciarse, pero, sabía que era lo correcto, él la engaño y se había vuelto un mal agradecido con sus padres.
—no llores querida, ese hombre no vale la pena, solo te hacía vivir en la miseria, cuando tú, eres toda una dama noble, la decisión que has tomado, es la mejor.— asegura la condesa.
Carlisle ni siquiera saco nada de la habitación, solo busco a Sam y Paul para salir de ese lugar, y los guardias estaban felices de poder volver al ducado.
Aunque salieron caminando, Paul a medio camino saco de su bolsillo una piedra mágica, esta tenía forma octagonal y era de un color azul marino. La piedra brilla un poco después de que Paul recita un conjuro.
—su alteza va de regreso al palacio, necesitamos que envíen carruajes, los esperamos en el pueblo de Nixy.—
Mientras Paul habla con esa piedra, Carlisle se extraña un poco, hasta que recuerda ese detalle, quienes tienen un alto mana, pueden usar piedras especiales para comunicarse sin importar la distancia, lo cual era un recurso bastante valioso, similar a los teléfonos de su mundo. Una voz responde por el cristal, asegurando que los carruajes serán enviados y que llegarán al anochecer. Así que los tres caminan a prisa para llegar a ese pueblo.
—finalmente volvemos a casa, pero, ¿que pasará con su esposa alteza?— pregunta Sam.
—he firmado el divorcio, ella se casará con el Marqués Foretier, el dos días iré al templo por el certificado.— responde Carlisle con total tranquilidad.
Paul y Sam se miran entre si, ambos se encogen de hombros con una expresión de duda. Y es que ven extraño que su señor no este afectado por esa ruptura, en especial porque parecía enamorado de Rania y había soportado humillaciones durante meses.
—si es mucha indiscreción alteza, ¿por qué ha decidido dejar así nada más a la señorita Cazzaro?— pregunta Paul.
—por qué me dado cuenta que no vale nada, a final de cuentas, solo le importa el estatus y la riqueza.—
—al menos saco a relucir su verdadero ser ahora, fue bueno que usted no le dijera su identidad.— asegura Sam.
—lo fue, además es una niñita de mami, y si sabía mi identidad, esa vieja seguramente estaría metida en mi palacio día y noche.— frunce los labios del solo pensar en eso.
Esa misma noche, dos carruajes elegantes desfilan por Nixy, acompañados de un escuadrón de caballeros portando sus uniformes y el estandarte de los Van Der Heijden, lo cual capto la atención de los pobladores. El mayordomo, un hombre mayor, baja del primer carruaje y lleva en las manos una elegante capa, al estar delante de Carlisle hace una reverencia.
—bienvenido, su alteza, el duque de Heijden.— saluda.
Los murmullos no se hacen esperar entre la gente, ¿como alguien vestido de plebeyo podría ser el duque?, además se dice que no puede salir de su palacio por estar maldecido. Carlisle agradece al mayordomo mientras se coloca la capa y sube al carruaje.
El mayordomo cierra la puerta y se dirige al otro carruaje donde sube en compañía de Sam y Paul. Ambos chicos respiran con tranquilidad, finalmente estaban fuera de ese condado y esa mansión horrible, con sueldos pésimos, con el duque ganas el triple o más que eso.
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