Me preguntó si hay en el mundo una mujer que no me de dolores de cabeza. Una mujer que nunca desarrolle sentimientos por mi, una mujer que entienda la diferencia entre sexo y amor. Si la hay me encantaría conocerla. Hacerla mi amante y disfrutar la compañía sin compromisos.
¿Dónde encuentro una mujer así?
NovelToon tiene autorización de Regina Cruz C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap 6
Esther.
No sé de dónde saqué el valor para enfrentar a mi jefe. Sólo se que no iba a ofrecer una disculpa cuando no sé la merecía. Nunca me he dejado de nadie. Mi jefe no seria el primero.
Olvide darle su agenda, le pediré a Amber que lo haga. No tengo ánimos para entrar a esa oficina de nuevo, tampoco quiero enfrentarlo. Me costó bastante ser firme. Sus ojos intimidan al más valiente.
Después de un rato Amber volvió, se veía rara.
— ¿Sucedió algo?
— Nunca había visto al Ceo tan extraño.
— ¿Extraño?
— No me hagas caso. Debo empezar a trabajar.
— Oye, se que ésto no es tu responsabilidad, pero, ¿puedes ayudarme? No entiendo mucho de estos papeles.
— No te preocupes. Tu trabajo será muy sencillo. — Gire los ojos con duda. — Atiende los teléfonos, si son mujeres preguntando por el jefe diles que no está, mira. — Me tendió una carpeta. — Estás son todas las mentiras que puedes usar.
"Está de viaje en Dubai."
"Acaba de volar a Egipto."
"Salió a una reunión de negocios en el restaurante Hilton".
Esas eran apenas tres de las cien mentiras que estaban escritas en las hojas. Me cuestione si estaba trabajando de secretaria o de mentirosa profesional.
— ¿Y por qué debo mentir?
— Es para que el evite reuniones innecesarias. No le gusta perder el tiempo, al final debes decirles que el las llamara.
— Okay. ¿Es todo lo que tengo que hacer?
— Claro que no. Pero esa es tu tarea más importante. Lo demás te lo enseñaré poco a poco. Por lo pronto debes hacer una reservación en el restaurante Hilton. Aquí está el número, mesa para seis personas.
— De acuerdo.
— Cualquier cosa que necesites aquí estoy, Ceci me pidió que cuidara de ti. — Le sonreí y agradecí nuevamente. Hice la reservación y pregunté en que más podía ayudar. Ella me dió algunas tareas que no fueron tan difíciles.
Al salir del trabajo mi padre me recogió.
— ¿Cómo te fue en el primer día?
— Bien. No fue lo que esperaba. — Las tareas asignadas no me agradaban. Eso de mentir cómo experta fue un poco fastidioso. Es decir, no estudie para romper ilusiones.
El tráfico en la ciudad era horrible, supongo que todos venían saliendo del trabajo. Abrí la ventana del auto y el aire llego a mi rostro. También el olor a gasolina, siempre me ha desagradado ese aroma, cerré las ventanas de nuevo, encendí el aire acondicionado.
En la noche hablé con Dylan, le conté cómo estuvo mi día y pregunté por el suyo.
— Han llegado nuevos proyectos. Ojalá está vez tomen en cuenta mi trabajo.
— Si no lo hacen ellos se lo pierden.
— Lo dices por qué eres mi novia.
— Lo digo por qué eres talentoso. Un día serás el mejor arquitecto del país. Vas a recibir premios y te van a conocer en otros países también.
— Princesa no me hagas soñar.
— Los sueños se hacen realidad. Ten fe.
— ¿Y cuando ese día llegué? ¿Estarás conmigo? ¿Irás conmigo a todas mis premiaciones?.
— Por supuesto. En la primera, usaré un vestido rojo y tú un traje negro con una camisa color vino, serás el más guapo de la fiesta, y bailaremos en medio de toda la gente que nos verá con envidia. Todas las mujeres querrán ser yo.
— Cómo tú no hay dos. Te amo Esther Tordoya.
— Yo te amo más Dylan Harrison. — Le envié varios besos y colgamos. Tengo que apoyarlo en todo, se que es difícil ser la mujer del proceso, que muchas veces los hombres te cambian por otra, pero confío en Dylan al 100%, el no me hará daño. Nunca lo hará.
— Tengo que colgar, mañana me levanto temprano.
— Amor, ¿fuiste al hospital?
— ¿Para que?
— Prometiste ir a un chequeo general.
— Eso no es necesario. Soy un hombre muy sano.
— No me gusto nada el sangrado de tu nariz. Puedes tener anemia o algo más grave. Por favor ve al hospital. O te llevaré arrastrando.
— Esta bien Princesa. Iré en cuánto tenga tiempo.
— Cumple tu palabra.
— ¿Cuándo te he fallado?
— Nunca, no empieces ahora.
— No lo haré. Nos vemos el sábado.
— Ya quiero que sea sábado.
— Yo también.
Néstor.
Han pasado dos meses desde mi última conversación con mi hijo. Hablamos de vez en cuando, pero no tan profundamente, quiero saber que le sucede, en la última comida familiar estaba inmerso, distraído, y hasta diría que preocupado. Eso no es propio de él. Su cabeza siempre ha estado sobre sus hombros, y su cerebro bien acomodado.
— Señor que milagro. — Amber se sorprendió al verme.
— Hola querida. ¿Está mi hijo?
— Está en una reunión con los socios. ¿Quiere esperar en su oficina?
— No. Lo espero aquí.
— Cómo guste. ¿Quiere un café? ¿té?
— Café está bien.
— Esther que bueno que llegas. — Mi vista se fue a una hermosa señorita de cabello castaño rojizo, tes blanca, ojos miel, y piernas largas. ¿Será ella la razón de que mi hijo esté tan distraído?
— ¿Por qué?
— Mira el es el padre del señor Nathan.
— Buenos días señor. — Saludo con respeto, pero en ningún momento note que quisiera un acercamiento, las amantes de mi hijo siempre tratan de caerme bien.
— Ve a buscar un café para el señor.
— Está bien. — La chica se fue.
— ¿Quién es ella?
— Esther, la nueva secretaria.
— Es hermosa.
— Demasiado para su propio bien. — Entiendo perfectamente por qué lo dice. — Discúlpeme señor. No era mi intención.
— Para nadie es un secreto que las mujeres guapas son la debilidad de mi hijo. — Amber asintió. — ¿Ya son amantes? — Ella nego. — ¿Hace cuánto entro a trabajar?
— Un par de meses.
— Qué raro. Normalmente le toma solo una semana o dos. — La chica regresó con el café.
— Aquí tiene. — Me lo dió y la observe de pies a cabeza. La figura de mi hijo apareció unos segundos después, el me saludó fríamente, delante de los empleados nunca me muestra su afecto.
— Ven a mi oficina. — Me dejó ir por delante, entramos y ahora sí me dió una mirada cálida. — Es una sorpresa verte aquí.
— Tú no has ido a verme.
— Estoy ocupado. La empresa tiene nuevos proyectos, estamos haciendo campañas para hoteles, marcas de ropa, de autos, en fin. Sabes mejor que yo cómo funciona. Todos tenemos mucho trabajo.
— ¿Tanto que no has tenido tiempo de conseguir amante? — El se puso nervioso.
— Así es. No he tenido tiempo de conseguir una. Pero muy pronto lo haré. O quizás llamé a una de las antiguas.
— ¿Y esa muchacha?
— ¿Quién?
— La de ojos miel. Creó que se llama Esther.
— No le veo intenciones de ser mi amante. Es reservada, no me mira cómo las demás, no usa ropa provocativa, y tampoco ha intentado coquetear. Viene, hace su trabajo, y se va. Es extraña. — Solté una pequeña risita, mientras mis ojos todavía lo analizaban. — ¿Qué pasa padre?
— Creó que hemos encontrado a la indicada.
— ¿Qué?
— Nada. Me voy a casa. Ya descubrí lo que tenía que descubrir.
con que necesidad meter al primo loco, patético este capítulo, nada que ver