El Rey Arturo y su hermana de sangre, Neferet, compartieron un amor prohibido que dio origen a dos gemelas. Para ocultar su romance ilícito y evitar el castigo de sus padres, idearon un plan desesperado: Neferet se llevó a una de las niñas, mientras Arturo confió la otra a una madre adoptiva, una princesa de un reino lejano. Dieciocho años después, las gemelas han crecido en mundos separados, ignorando la existencia de la otra. Pero cuando el destino las cruza, una cadena de secretos, mentiras y traiciones sale a la luz. En El Reino de los Engaños, nada es lo que parece...
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Prólogo
El silencio reinaba en una de las habitaciones principales del palacio real. En ella, los herederos al trono del reino intentaban hallarle una solución al gran problema en el que se habían metido.
Neferet y Arturo se habían enamorado siendo hermanos de sangre, y aunque quizás solo fue pasión carnal ellos nunca lo admitirían.
Su amor era indudablemente prohibido, no les importó en lo absoluto.
Pero todos los aptos tienen consecuencias.
Y más aún los pecados.
De su unión, habían nacido dos pequeñas niñas idénticas, gemelas, y no sabían cómo elegir el destino de ellas.
—Neferet, dime qué vamos a hacer con estas niñas...Esas pequeñas son nuestras hijas de sangre, no podemos abandonarlas y fingir que nada sucedió.
—Tenemos que enfrentar las consecuencias de nuestros actos, mi Arturo. Necesitamos hallar la manera de salir de esto antes de que nuestros padres regresen de su viaje de aquel reino lejano. Tengo una idea descabellada, no sé si pueda funcionar.
—Te ruego que me digas tu idea...Por favor.
—Creo que lo más adecuado es que yo me haga cargo de una de las niñas y tú de la otra...Vamos a fingir mi muerte frente a todo el reino, en especial frente a nuestros padres, voy a llevarme a una de las niñas conmigo y tú vas a quedarte con la otra.
—Te has vuelto loca...
—Solo quiero arreglar este desastre. Para fingir mi muerte diremos que salí a dar un paseo por el bosque como acostumbrar, me atacaron los lobos feroces y no pude defenderme...Morí trágicamente.
—Me niego a aceptar tu plan...Eso significaría perderte y no creo ser capaz de morir sin tu amor en medio de este reino.
—Hay que aceptar que nos hemos equivocado y que debemos cargar con el peso de nuestros actos. Es así cuando se comete errores, Arturo. Sabes bien, en el fondo de tu corazón, que no hay otra manera.
Él solo pudo sollozar en silencio.
No había otra manera.
—Lo haremos es así entonces, si no podemos elegir...
—La verdad es que esto es lo que nos salvará del destino de ser juzgados brutalmente por el pecado que hemos cometido; enamorarnos de quien está prohibido. Ya no te preocupes por nada, solo consigue dinero que pueda llevarme cuando me vaya, tengo que irme mañana mismo si no quiero que nadie me descubra.
—Mañana es demasiado pronto para que te vayas.
—Mañana es el día perfecto para desaparecer.
Arturo permaneció en silencio viendo como su hermana abandonaba la habitación. Soltó un suspiro antes de ir a buscar algún objeto de valor para que ella pudiese cambiarlo por dinero un poco más tarde. No le agradaba despedirse de Neferet a causa de las pequeñas. Al día siguiente, la acompañó hasta el puente que había debajo del asombroso castillo, éste daba directamente a la parte central de pueblo.
—Neferet, pienso sin duda que sería mejor si soy yo quien finge su muerte, en lugar de hacerlo tú. Déjame arriesgarme por nosotros.
—Arturo tú serás el próximo rey en la línea del trono, tienes que defender a todo nuestro reino. Haz un buen trabajo cuidando nuestra tierra y yo cuidaré de esta bebé. Y siendo muy honesta, prefiero abandonar esta vida llena de mentiras a casarme con ese príncipe tonto y engreído que padre ha elegido para mí. Tu deber es encontrar a una mujer que pueda ser la madre de la niña que se quedará contigo, una mujer que pueda criarla con amor y darle la seguridad que necesitará para ser princesa de la familia real.
—Estás dejándolo todo a causa de nuestros errores...Estás eligiendo una vida llena de dolor y agonía, una vida muy solitaria.
—Una vida solitaria es la forma de asegurar a nuestra hija, a nuestras pequeñas. Y creo que el amor que siente una madre es la fuerza más grande del mundo.
—Espero que podamos volver a vernos, o que pueda recibir una señal de tu bienestar.
—La recibirás mi Arturo, sabrás que estamos bien.
Arturo suspiró. Todo lo que se vendría después no sería absolutamente nada comparado con la tristeza que sienten al alejarse de quien amaron a pesar de ser algo prohibido. Al final en El Reino de los Engaños no era nada más que eso: Un lugar lleno de cientos de mentiras que podrían destruir cientos de vidas en tan sólo un segundo al enterarse de todo lo que allí se esconde.