Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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APARENTAR
—¿Cómo te fue? —Mi madre está interesada en averiguar.
—¡Muy bien!
—¿Y esa bolsa?
—Es comida. Ferrazzi me llevó a cenar y quise comprar un poco para ustedes. ¡La carne está muy deliciosa!
—¿Ferrazzi?
—Mi jefe.
—Sí, eso ya lo sé, pero parece que ahora le hablas con mucha confianza.
—Bueno, si supieras todo lo que hemos pasado.
—¿Y que han pasando?
—¿Dónde está Miguel? —Evado su pregunta—. ¡Miguel, traje la cena!
—¿Por qué estás tan contenta?
—Es que, la madre de mi jefe cree que yo salgo con su hijo —entonces me suelto a reír—. ¡Eso es tan gracioso! ¿Cómo podría salir con su hijo?
—¿Sales con quién? —Sebastián me mira con emoción, Miguel está a su lado.
—¡¿Qué haces aquí?! —Corro para envolverlo entre mis brazos—. Porque no me avisaste que estabas de regreso.
—Quería darles la sorpresa —dice él.
—Siéntense, traje la cena.
—¿Qué trajiste? —Mi hermano me mira con hambre.
—Carne asada. Bueno, no recuerdo su nombre, pero está deliciosa —les hago saber.
Mi madre comienza a desempacar la comida.
—¿Cómo te fue? ¿Cómo está nuestra abuelita? —Me intriga saber.
—Ella está bien. Dice que quiere verlos, le dije que ustedes planean ir a visitarla a finales de abril.
—Sí, es verdad. Iremos el último fin de semana, ¿verdad ma? —Le pregunto.
—Sí, ya le hablé a tu tía Marcela, ella nos preparará la casa.
—¡Genial!
—Este viernes tengo cita para laboratorios. ¿Me puedes acompañar? —Me pide Sebastián.
—Sí te acompaño y después me pasas a dejar al trabajo. ¿Te parece bien? —Sonrío con emoción.
—Claro. Es un trato.
—¿Y con quién dices que empezaste a salir? —Mi hermano me toma desprevenida y yo comienzo a reírme.
—No salgo con nadie —repongo yo.
—Ya dinos la verdad, ¿es un tipo feo? —Sebastián se ríe.
...🫦🫦🫦...
—¿Y qué tal? Aún no te sientes estresada —dice Alma.
—No. Creo que el trabajo está bien —me animo a decirle.
Joaquín mastica un trozo de pollo frito.
—¿Qué harán esta tarde? Se me ocurre que quizá podríamos ir a cenar juntos, como bienvenida a nuestra querida Cris —dice Joaquín.
—¡Yo me apunto! —Daniel se acerca a nuestra mesa con una bandeja de comida—. ¿Quieren ir por tacos?
—¡Es buena idea! Yo también me apunto —dice Alma.
—¿Qué dices tú, Cris? —Joaquín me mira.
—Creo que es una buena idea, yo también...
Mi celular empieza a timbrar, su nombre aparece en mi pantalla y me animo a contestar.
—¿Dónde estás? —Pregunta con seriedad.
—Estoy comiendo. ¿Necesita algo?
—¿Podrías traerme un café? ¡Por favor!
—Claro, en un momento se lo llevo.
—¡Gracias!
Finaliza la llamada y todos me observan con demasiada atención.
—¿Era el jefe? —Alma está interesada.
—Sí.
—¿Quiere que vayas? —Joaquín cuestiona.
—Así es. Creo que tendré que irme.
—Pero aún no acabas de comer —Alma parece preocupada por mí.
—¡No te preocupes! Solo iré a pedir un café.
Me levanto de mi silla y voy a la barra, Javier sonríe y se acerca para tomar mi orden.
—¿Qué te voy a ofrecer esta tarde?
—Puedes prepararme un café para el jefe, ¡por favor!
—Claro. ¿Algo más?
—Sí, también me das un paquete de galletas de nata.
—¡Por supuesto! En un momento sale el café.
—Vale, iré a terminar de comer, paso en unos minutos. ¡Gracias!
—¡Para servirte!
Vuelvo a la mesa, mis compañeros observan mis movimientos.
—A Javier le gustas —dice Alma.
—¿Cómo sabes?
—Por la forma en que te mira.
Me causa gracia su comentario.
—Bueno, no me he percatado de cómo me mira —repongo yo.
Tomo una pieza de pollo y doy un mordisco. ¡Me encanta el pollo frito!
—¿Nos vemos aquí a la hora de la salida? —Pregunta Daniel.
—Sí, me parece bien —Joaquín está animado.
Termino de comer, paso a recoger el café de Massimo y me dirijo a su oficina. ¡Pero algo captura mi atención! Hay otro clavel en mi escritorio. ¡Qué bonito! ¿Quién lo habrá dejado allí?
Toco la puerta, él me concede entrar.
—Aquí está su café, también le he traído unas galletas para que acompañe su bebida.
Piensa en mis palabras, observa el empaque de las galletas artesanales y sus labios se dibujan con una sonrisa suave.
—¿Unas galletas?
—Sí, para endulzar la tarde.
—¿Ya comiste?
—Sí. ¿Usted ya comió?
—No.
—¿Quiere que le traiga...?
—¡No te preocupes! Saldré más tarde.
—¡Genial! Volveré a mi escritorio.
Me doy la vuelta con la intención de salir de su oficina, pero entonces él me vuelve a llamar.
—No te vayas, tengo que hablarte de algo importante.
Su voz me hace detenerme en seco, giro lentamente y su mirada se acerca a mi mirada.
—Claro. Dígame.
—Puedes hablarme como amigo, no es necesario que uses el tono formal —pide él.
—No se preocupe, como le dije ayer, no hay que mezclar el trabajo con los asuntos personales.
—Me gusta cuando me hablas de forma informal, me haces sentir cómodo.
—¿De verdad?
—Sí, anoche me hiciste pensar en muchas cosas y creo que de verdad que desde hace mucho tiempo que no tengo una amistad con alguien.
—¡¿No tienes amigos?! —No puedo evitar sorprenderme por lo que acaba de decirme.
—No, por eso me causó curiosidad que ayer dijeras que somos amigos.
—¡Claro! Lo dije con la más sincera intención, no creas que...
—Quiero pedirte algo.
—Dime.
Sus pupilas están bien atentas a mí, sus anteojos me gustan y esas cejas pobladas hacen que se vea totalmente guapo. ¡Massimo Ferrazzi es un hombre de revista!
—¿Podemos salir como pareja?
Al instante me pierdo en sus palabras y no soy capaz de procesar lo que me está pidiendo. ¿Qué rayos acaba de pedirme? Siento que se me seca la boca y...
—¿Qué acabas de pedirme? Es que no te escuché muy bien, me bloquee.
Sus labios se curvan para sonreír.
—Te acabo de pedir que salgamos como pareja. A mi madre le encantaste y si le digo que salimos ella dejará de buscarme más citas con mujeres que no son de mi agrado.
Su explicación me parece un poco trillada y al mismo tiempo como si esto fuese una broma.
—¿Salir contigo?
—Sí.
—¿Cómo si fuéramos novios?
—¡Exacto!
Me relamo los labios, siento que mi corazón se ha acelerado y quiero, mejor dicho, necesito un chicle. ¡Goma de mascar!
—¿Por qué yo? —Quiero saber.
Se acerca más a mí, su mano se posa sobre mi hombro y su altura me gusta. ¡¿Qué rayos acaba de suceder aquí?!
—Porque somos amigos y creo que eres buena para esta situación. ¡Le agradas a mi madre!
—Yo... Massimo, es que...
—Piénsalo, no te estoy pidiendo una respuesta el día de hoy, pero si considéralo. Recuerda que el viernes iremos a comer a casa de mi madre.
—Es verdad, me olvidé de la invitación que ella me hizo.
Su mano sube hasta mi rostro, no me da miedo y no me pone nerviosa su tacto. Sus cejas se mueven cómo pidiendo con ternura que acepte su petición y yo solo, me limito a sonreírle.
—¿Seguiré siendo tu secretaria?