Las aventuras de la princesa Bella Volt del Imperio de Oro de un gran mundo mágico.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
** Todas novelas independientes **
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Cartas 1
Al día siguiente, durante el desayuno en la mansión, el conde Greenville tomó la palabra con un tono solemne, aunque en su mirada había un brillo inesperado..
—princesa Bella —dijo inclinando la cabeza con respeto—. quiero pedirle un favor muy especial. En el pueblo cercano necesitamos abrir un centro de cuidado para los enfermos, un lugar donde puedan recibir atención y no quedar desamparados. mi esposa… —sus ojos se suavizaron al posarse en Elysia, que acariciaba con ternura su vientre— está embarazada, y no puedo dejarla sola en este tiempo. por eso, necesito delegar en alguien de confianza.
Todos guardaron silencio, sorprendidos. badie esperaba que el orgulloso conde estuviese pidiendo ayuda Bella se inclinó con elegancia.
—Será un honor ayudar, conde.
Greenville asintió y luego giró hacia su cuñado.
—Ernesto, confío en ti. quiero que te encargues de este proyecto junto a la princesa. Tendrás que coordinar con ella todo lo necesario.
Ernesto casi se atragantó con su copa.
—¿Yo? —preguntó con los ojos muy abiertos.
—Sí, tú —respondió el conde con firmeza—no puedo estar en dos lugares a la vez, y necesito que alguien de la familia esté al frente..
Bella sonrió con calma, aunque por dentro se divertía al ver el desconcierto en el rostro del barón..
—Trabajaremos juntos, entonces..
Ernesto, todavía nervioso, asintió con un gesto rápido.
—Claro, princesa. Haremos lo que esté en nuestras manos.
El conde, satisfecho, dio por concluido el asunto, y pronto la conversación en la mesa cambió hacia temas triviales. Pero Bella y Ernesto intercambiaron una mirada breve, cargada de significado.
Más tarde, al despedirse en los jardines, él carraspeó..
—Supongo que… tendremos que escribirnos con frecuencia, para coordinar cada paso.
—Por supuesto.. respondió Bella, con una sonrisa tranquila—. Será la mejor manera de trabajar a distancia..
Dos días después, Ernesto prepara su primera carta…
Mansión Parsons..
al día siguiente del encargo
Su Alteza, Princesa Bella..
Espero que esta carta la encuentre bien y descansada. Me atrevo a escribirle como primer paso de la tarea que el conde Greenville nos ha confiado..
Sé que no es necesario presentarme, pues hemos compartido ya varias conversaciones, pero por si acaso ..y porque temo que mi nerviosismo haya borrado cualquier buena impresión que pudiera dejar.. permítame hacerlo nuevamente: soy Ernesto Parsons, hermano menor de la condesa Elysia.
El conde me ha pedido que sea sus ojos y sus manos en este proyecto, y confieso que me siento a la vez honrado y abrumado. no quisiera defraudar ni a mi familia, ni mucho menos a usted, que con tanta generosidad aceptó ayudar a nuestro pueblo..
Le ruego, princesa, que me oriente con su experiencia y claridad. yo procuraré ser diligente, aunque no siempre mis palabras acompañen mis intenciones..
Finalmente, me permito agradecerle la paciencia que tuvo conmigo durante nuestro paseo de ayer. si llegué a incomodarla con mi torpeza, le pido disculpas. Créame que no fue mi intención.. es solo que… no siempre sé cómo comportarme frente a alguien como usted..
Con el mayor respeto,
Barón Ernesto de Greenville
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Bella, al leerlo, sonreiría con suavidad: ese detalle de presentarse “por si lo había olvidado” le resultaría tan ingenuo y tierno, que sin darse cuenta empezaría a esperar con ansias las siguientes cartas.
[Sostuve la carta entre mis manos durante varios minutos, como si el simple tacto del papel pudiera transmitirme algo más que las palabras escritas. Al leer la presentación de Ernesto —“soy Ernesto Parsons, hermano menor de la condesa Elysia”— no pude evitar reírme en voz baja. ¿De verdad pensaba que podría olvidarlo tan fácilmente? Ese gesto ingenuo, casi infantil, me enterneció más de lo que quisiera admitir. He crecido acostumbrada a que los demás bajen la mirada al oír mi apellido. Los Volt siempre hemos inspirado respeto… o temor. Yo, en cambio, nunca fui la más temida. ni con mis poderes ni con mi carácter logré provocar ese silencio pesado que mis hermanos sí generan con solo entrar en una sala. Al principio pensé que eso me convertía en la más débil, en la menos recordada. Y, sin embargo, aquí estaba este barón, sonrojado en cada encuentro, disculpándose por todo y escribiéndome como si yo fuese demasiado luminosa para él. No me temía.. al contrario, parecía… nervioso, como si no supiera qué hacer con mis sonrisas o mis palabras. Y eso, lejos de molestarme, me conmovía profundamente. Quizás, pensé mientras doblaba la carta con cuidado, había una dulzura especial en no ser la más temida. Porque solo así alguien como Ernesto podía mirarme con tanta transparencia.]
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Mansión Volt,
dos días después
Estimado Barón Ernesto Parsons:
He recibido su carta y me alegra saber que ha aceptado con tanta dedicación el encargo del conde. No tiene usted de qué preocuparse: la impresión que me dejó no se borra con facilidad, y menos aún cuando está acompañada de tanta sinceridad. Me ha hecho sonreír el hecho de que se presentara nuevamente “por si lo olvidaba”. Créame, barón, sería imposible confundirlo. No todos los caballeros poseen esa mezcla de torpeza encantadora y nobleza que lo distinguen. Quiero tranquilizarlo respecto a lo que me expresó en su escrito: no necesita temer que yo lo incomode ni que me acerque más de lo debido. Soy muy consciente de las distancias que se esperan de mí como princesa. así que puede estar en paz: me mantendré, como usted bien desea, a una distancia segura. (Al menos hasta que el deber nos obligue a trabajar codo a codo en este proyecto, claro está.)
Confío en que, juntos, lograremos dar forma a un lugar que brinde alivio y esperanza a quienes más lo necesitan. Le agradeceré que en su próxima carta me comparta lo que ya conoce del pueblo y sus necesidades.
Con estima,
Princesa Bella Volt
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Ernesto había abierto la carta con manos temblorosas, convencido de que encontraría en ella un tono frío, correcto, tal como debía escribir una princesa a un barón. Sin embargo, a medida que avanzaba por las líneas, su corazón empezó a latir más fuerte.
Primero, quedó petrificado al leer que ella recordaba perfectamente quién era. “Imposible confundirlo”, había escrito. Ernesto se llevó la mano al rostro, las orejas encendidas, murmurando para sí
—¿Cómo puede escribir algo así con tanta naturalidad…?
Después vino esa frase que lo desarmó por completo: “no todos los caballeros poseen esa mezcla de torpeza encantadora y nobleza que lo distinguen”.. Ernesto dejó la carta sobre el escritorio un segundo y se levantó, caminando en círculos por la habitación. estaba tan nervioso que parecía a punto de olvidar respirar.
—¿Torpeza encantadora? ¡Por los cielos!… ¿Qué clase de elogio es ese? —exclamó, con una mezcla de horror y alegría.
No sabía si debía sentirse humillado o profundamente agradecido, pero al volver a tomar la carta notó algo más: Bella se había tomado la molestia de bromear con él. Ese comentario final, “me mantendré, como usted bien desea, a una distancia segura”, lo golpeó como una lanza directa al corazón.
Ernesto se dejó caer en la silla, cubriéndose los ojos con el dorso de la mano.. Estaba rojo de pies a cabeza, pero una sonrisa, tímida y nerviosa, apareció en su rostro.
—Ella… está jugando conmigo.. —murmuró, sin saber si reír o esconderse bajo la mesa.
Por primera vez en mucho tiempo, en lugar de sentirse presionado por las expectativas de su familia, Ernesto sintió algo distinto: que alguien lo veía tal como era, con todas sus inseguridades, y aun así le dedicaba palabras que lo hacían sentir especial.
Avergonzado, feliz y con el corazón latiéndole demasiado fuerte, tomó pluma y papel.. No sabía todavía qué responder, pero sí sabía una cosa: estaba esperando con ansias escribirle de nuevo.