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Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido
Popularitas:496
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

En la Ciudad de México, como en cualquier otra ciudad del mundo, los jóvenes quieren volar. Quieren sentir que la vida se les escapa entre las manos y caminar cerca del cielo, lejos de todo lo que los ata. Valeria es una chica de secundaria: estudiosa, apasionada por la moda y con la ilusión de encontrar al amor de su vida. Santiago es todo lo contrario: vive rápido, entre calles peligrosas, carreras clandestinas y la lealtad de su pandilla, sin pensar en el mañana.

Cuando sus mundos chocan, la pasión, el riesgo y el deseo se mezclan en un torbellino que los arrastra sin remedio. Una historia de amor que desafía reglas, rompe corazones y demuestra que a veces, para sentirse vivos, hay que tocar el cielo… aunque signifique caer.

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cuatro

—¡Sigue! —apremió Daniela, con los ojos brillando de curiosidad.

—Pues ya sabes, estábamos en el cine de Insurgentes… ese que tiene las butacas todas incómodas —contó Mariana, recargándose contra la cabecera de la cama—. El tipo empezó con que me pasaba el brazo por detrás, así bien disimulado, y yo haciéndome la que veía la película con todos los sentidos.

—¿Y luego? —insistió su hermana, mordiéndose las uñas pintadas con esmalte azul eléctrico.

—Pues se volteó de repente y me plantó un beso.

Daniela soltó un silbido.

—¡No manches! ¿Chucho Bernal te besó? ¡Qué fuerte!

—¿Y tú por qué te alborotas tanto?

—Pues porque ese güey está guapísimo. Todo el barrio lo sabe.

Mariana rodó los ojos.

—Sí, pero se la cree demasiado. Nomás anda viéndose en cualquier espejo, hasta en los vidrios de los coches estacionados. Bien payaso.

—Ajá… ¿y luego?

—Luego se me volvió a pegar en la segunda parte de la peli. Me compró un helado Holanda, uno de esos con chocolate y almendras arriba. La neta estaba buenísimo, hasta pensé que por eso la película mejoró —dijo Mariana, riéndose sola—. Pero ya sabes, mientras yo me distraía con el helado, el tipo otra vez con las manos donde no debía.

Daniela abrió los ojos.

—¡Qué naco!

—Y ahí fue cuando se agarró de tu falda azul, la de mezclilla. Por eso se te ensanchó.

—¡Qué cerdo! —exclamó Daniela, con un gesto de indignación que parecía actuado.

—Eso no es todo… —Mariana hizo una pausa dramática.

—¿Qué hizo?

—Se desabrochó el pantalón y me quiso jalar la mano hacia abajo…

—¡Noooo! —Daniela pegó un grito—. Ese sí es un pinche marrano.

—Pues para calmarlo tuve que sacrificar mi helado —confesó Mariana con una sonrisa maliciosa—. ¡Se lo embarré directo en los pantalones! No sabes el brinco que dio.

Las dos estallaron en carcajadas. Daniela incluso se dobló, con lágrimas en los ojos.

—¡Bien hecho, hermanita! Eso sí fue de tener ovarios —dijo, todavía riendo.

En medio del relajo, Daniela aprovechó y agarró del respaldo de la silla el vestido verde que Mariana había separado para la noche.

—¡Ey, ese es mío! —protestó Mariana, pero su hermana ya iba saliendo del cuarto con el botín.

Mientras tanto, en la sala, su papá Chava estaba sentado en un sillón floreado, encendiendo una pipa que parecía sacada de otro tiempo. No era por gusto: lo suyo siempre habían sido los Marlboro rojos que escondía en la guantera del coche, pero como en casa lo regañaban —su esposa obsesionada con el tenis y las hijas con eso de “te vas a morir de cáncer”—, había decidido aparentar que la pipa lo hacía ver más elegante.

Con el control remoto en la mano, iba brincando de canal en canal: de un videoclip de Molotov en Telehit, a un noticiero aburrido, a una película en Galavisión con actrices medio encueradas bajando unas escaleras al ritmo de una canción cutre.

—Salvador, ¿ya estás listo? —se escuchó la voz de su esposa desde la cocina.

De inmediato cambió de canal y se puso de pie.

—Claro, querida.

Ella entró, impecable, con ropa deportiva blanca y el cabello recogido. Le pasó una corbata burdeos.

—Ponte esta, la otra no me gusta.

Salvador suspiró resignado, aflojando el nudo de su corbata favorita. En cuanto ella salió, volvió a cambiar de canal, esperando encontrar de nuevo a las actrices, pero solo apareció un programa de concursos barato.

Mientras tanto, en el baño chiquito que compartían, Daniela estaba exagerando con el delineador negro, tratando de alargarse los ojos al estilo Paulina Rubio.

Mariana entró cargando un vestido floreado color rosa. Se lo ajustó frente al espejo, girando la cadera.

—¿Y? ¿Cómo me veo? —preguntó con un dejo de inseguridad.

—Bien.

—¿Nada más bien?

—Muy bien.

—¿Y por qué no dices que estoy preciosa?

Daniela, sin levantar la vista de su delineador chueco, contestó:

—No me late el color.

—Sí, pero dejando de lado el color…

—Pues tampoco me encantan las hombreras tan grandotas.

Mariana frunció los labios y se miró de nuevo en el espejo, como si la luna que se colaba por la ventana también quisiera opinar. Afuera, un microbús tuneado con luces de neón verdes pasó retumbando con “La célula que explota” de Caifanes. La ciudad estaba viva, lista para lo que viniera.

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Maria Consuelo Rodriguez Berriz
Me gusta tu Novela, el contexto juvenil dónde se desarrolla es muy agradable. Gracias.
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