Después de escapar de las brutalidades de mi manada, he estado viviendo en las sombras como humana durante años, tratando de olvidar el pasado y construir una vida nueva. Pero cuando una incursión real amenaza con desestabilizar todo, me veo obligada a enfrentar mis demonios y proteger a los inocentes que me han aceptado. No puedo permitir que me arrastren de regreso a esa vida de opresión y miedo. Kaiden el rey alfa descubre que soy su compañera predestinada. Desde entonces me persigue e insiste en que mi lugar está junto a él.
Pero me niego a pertenece a alguien y lucharé por mi libertad y por aquellos que me importan, sin importar el costo.
NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
otro encuentro
POV KAIDEN
El aire en la aldea era denso, cargado de un miedo que no era el usual respeto que imponía mi presencia.
Mis sentidos de Lycan captaron la opresión, la desesperanza que emanaba de las pocas almas que se atrevían a asomarse por sus ventanas o puertas.
Adeline, a mi lado, también lo sentía. Noté cómo su cuerpo se tensaba ligeramente, y su mirada estaba fija en la plaza central.
Cuando llegamos, la escena me heló la sangre, no por miedo, sino por la injusticia que desplegaba. Un hombre, de pie sobre una plataforma, se dirigía a los aldeanos con una arrogancia desmedida, su voz resonaba con crueldad. No era el líder que esperábamos. Era un tirano, y lo sentí en lo más profundo de mi ser.
Mi mirada se desvió hacia Adeline. Su reacción fue instantánea y poderosa. Se detuvo en seco, su respiración se aceleró, y pude sentir la conmoción que la recorría. Seguí su mirada y lo vi. El hombre en la plataforma.
Es Rick.
El reconocimiento fue instantáneo y helado. El nombre que Adeline había pronunciado con tanto peso, el responsable de tanto dolor.
Rick no solo era un tirano. Era el arquitecto de una de las peores traiciones que había presenciado. Él fue quien, con una sonrisa torcida y palabras venenosas, había señalado el camino de Adeline hacia el hechicero Ruiz. Ruiz, el mismo que la había secuestrado para entregarla a las garras de Canserbero.
Rick había orquestado mi propia agonía, mi propia desesperación al perderla, al imaginarla en peligro, en manos de un ser tan despreciable.
Y lo que es peor, Rick había tenido la audacia de reclamar a Adeline como suya, como si fuera un trofeo, una posesión. Una blasfemia que resonaba en cada fibra de mi ser Lycan. Nadie reclama a Adeline.
Nadie.
Sentí la furia de Adeline a mi lado, la misma furia que ahora ardía en mi interior con una intensidad renovada. Ella tenía una cuenta pendiente con Rick por el daño que le había causado, por su búsqueda desesperada. Yo también. Por haber orquestado mi dolor, por haberla puesto en peligro, y por haberla reclamado como suya.
—Parece que tenemos una sorpresa, Adeline— dije, con mi voz templada, pero con una firmeza que ocultaba la tormenta que se desataba dentro de mí. Sabía que Adeline necesitaba enfrentar a Rick por sus propias razones, pero ahora, también era mi momento.
—Sí— respondió ella. —Una sorpresa. Y es hora de que pague por todo lo que ha hecho—
Una sonrisa gélida se deslizó por mis labios. Rick, el manipulador, el traidor, el que se creía dueño de todo y de todos. No sabía que había jugado con los hilos equivocados, que había cruzado una línea infranqueable. No solo se enfrentaba a la furia de la hermosa mujer a mi lado, sino que se enfrentaba a mí.
Y yo, siendo el rey Alfa, no olvidaba. Y no perdonaba.
La aldea, que hasta ahora solo era un escenario para la tiranía de Rick, se había convertido en el campo de batalla donde se saldarían deudas antiguas y se reescribiría el destino.
Y yo, junto a Adeline, seríamos los arquitectos de su caída.
Esto es el deber de proteger a los inocentes, de erradicar la tiranía. Pero aún así esto era más personal para Adeline. Era su propia batalla, su propia deuda pendiente.
Rick, con su sonrisa socarrona clavada en el rostro, estaba disfrutando del espectáculo. Ver el miedo en los ojos de los aldeanos era su pasatiempo favorito, una droga que alimentaba su ego inflado. Había logrado someter esta aldea, y su poder se sentía absoluto.
Entonces, vio a Adeline.
Su sonrisa se ensanchó aún mas, un brillo de reconocimiento y, para mi sorpresa, de diversión cruzó sus ojos. Parecía que no le sorprendía verla, sino que, de alguna manera, la esperaba. O quizás, simplemente, disfrutaba de la oportunidad de tenerla cerca de nuevo, para recordarle quién mandaba.
—Vaya, vaya, pero miren a quién tenemos aquí— dijo Rick
Bajó de la plataforma, caminando con una desenvoltura que denotaba una confianza desmedida en su propia seguridad. Se detuvo a unos metros de nosotros, y su mirada nos recorrió de arriba abajo, deteniéndose un instante más en ella, como si la estuviera evaluando, o quizás, saboreando.
—Adeline. Pensé que te habías perdido en el bosque. Y tú…— ,su mirada se posó en mí, una chispa de reconocimiento se mezclada con un desprecio apenas disimulado. —El lobo. Qué sorpresa encontrarte tan lejos de tu guarida. ¿Vienes a buscar a tu… mascota?
Mi instinto Lycan se agitó, el deseo de saltar, de destrozarlo, era casi abrumador. Pero recordé a Adeline, su propia lucha, y su necesidad de ser ella quien tomara la iniciativa en este momento.
Ella, sin embargo, no se dejó intimidar. Sus ojos, fijos en Rick, ardían con una determinación fría.
—Tú ya no tienes poder aquí. Te daré la oportunidad de que te redimas—
Rick soltó una carcajada desagradable que resonó en todo el lugar.
—¿Poder? Mi querida Adeline, el poder es algo que se toma, no algo que se te da. Y yo lo he tomado. Mira a tu alrededor. Ellos me obedecen. Tú… tú siempre fuiste demasiado idealista. Y ¿Redimirme? esa palabra no está en mi vocabulario—
Se acercó un paso más a ella, su rostro está a solo unos centímetros del de ella.
No intervine porque se perfectamente de que está hecha la mujer a mi lado.
—Y tú, lobo— dijo, dirigiéndose a mí de nuevo, ignorando las palabras de Adeline. —No deberías meterte en asuntos que no te conciernen. Ella es mía—
¡Otro idiota!
Esa fue la gota que colmó el vaso. El control se desvaneció.
—Ella no es tuya— gruñí, con mi voz profunda y gutural, resonando con la amenaza latente de mi verdadera naturaleza. Di un paso adelante, colocándome entre Rick y Adeline, mi cuerpo esta tenso y listo para la acción.
Rick, por un instante, pareció sorprendido por mi reacción. La diversión en su rostro se desvaneció, reemplazada por una expresión de cálculo frío.
—Interesante— murmuró, —Veo que has encontrado un buen guardián. Pero los guardianes también pueden ser derribados—
La tensión en el aire era insoportable. Rick era arrogante, sí, pero también era peligroso. No era solo un matón; había manipulado, había planeado, y ahora, estaba aquí, sintiéndose invencible.
La confrontación estaba servida...