El Secreto De Lady Midnight

Lorenzo observó a Aithana, la tensión aún esta presente entre ellos, pero ahora teñida de una curiosidad genuina.

—Aithana. Necesito entender. ¿Me vas a decir qué pasó con Sebastián?—

Aithana desvió la mirada, jugueteando con el borde de su blusa. Le costaba encontrar las palabras, el recuerdo de Sebastián aún le provocaba una punzada de dolor y vergüenza.

—Es complicado, Lorenzo— murmuró. Finalmente, reunió el valor. —Tuve una relación hace tiempo con Sebastián. Pero terminó—

Lorenzo la miró fijamente, intentando procesar la información. —Pero, ¿cuándo? ¿Cómo?— La pregunta escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla, la necesidad de entender la dinámica entre su hermano y esta mujer que empezaba a ocupar un lugar importante en su vida era abrumadora.

—Eso no importa ahora— respondió Aithana, en tono defensivo. —Ya no tengo nada con él—

—Eso no es lo que él dice— replicó Lorenzo, la preocupación por su hermano y la confusión por la situación están nublando su juicio.

Aithana se encogió de hombros, en un gesto de resignación que no pasó desapercibido para Lorenzo. —Lo entiendo— dijo con una amargura apenas velada. —Él es tu hermano. Y yo soy una desconocida, ¿verdad?. Siempre será su palabra contra la mía— Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y caminó hacia la barandilla del puente, su silueta recortada se ajustaba perfectamente al cielo nocturno.

Lorenzo suspiró, y sintió como el peso de la situación cayó sobre él. Se acercó a ella, con su corazón latiendo en una mezcla de culpa y afecto.

—No quise decir eso, Aithana— dijo, lleno de sinceridad. —Pero tengo que aclarar las cosas con mi hermano. Él se ve que está sufriendo, y no entiendo por qué—

Aithana lo miró de reojo, reflejando una mezcla de dolor y una incipiente confianza. —Estás en todo tu derecho— respondió, con su voz teñida de una resignación que a Lorenzo le rompió el alma. —Ve y pregúntale lo que quieras—

Lorenzo la observó por un momento, la distancia entre ellos parecía insalvable. Luego, dio un paso adelante, la tomó suavemente de la barbilla con el pulgar y la hizo voltear hacia él.

Sus miradas se encontraron, y en los ojos de Aithana, Lorenzo vio una vulnerabilidad que lo conmovió profundamente.

Sin más preámbulos, la besó.

Fue un beso tierno al principio, en un intento de calmar la tormenta, pero pronto se intensificó, cargado de toda la confusión, el deseo y la incipiente conexión que sentía por ella.

Cuando se separaron, Lorenzo la miró, una sonrisa juguetona se asomó en sus labios. —¿Ya se te pasó el enojo?— preguntó, con su voz ronca por la emoción.

Aithana, con las mejillas sonrosadas y un brillo travieso en los ojos, jugó con él. —Mmm, todavía tengo un poquito— respondió, melosa.

Lorenzo sonrió, sabiendo exactamente lo que eso significaba. Y la volvió a besar.

POV AITHANA

El aire se sentía denso, cargado de una tensión que no podía descifrar del todo. Las palabras de Lorenzo sobre Sebastián resonaban en mi cabeza, pero extrañamente, no me dolían como esperaba. Era como si una nueva melodía estuviera empezando a sonar, una que me atraía irremediablemente. Cuando me preguntó, su mirada era tan intensa, y tan directa, que sentí un vuelco en el estómago.

Sentí que mi mundo se tambaleaba. Me di la vuelta, buscando un respiro, un escape de esa mirada que me desnuda el alma. Pero él no me dejó ir. Sentí su mano en mi barbilla, haciéndome voltear. Y entonces, sus labios sobre los míos.

¡Dios mío!

En ese instante, Sebastián desapareció. El puente, la ciudad, todo se desvaneció. Solo existía él, Lorenzo.

Su boca, su calor, la forma en que me atraía hacia él.

Era una intensidad que me dejaba sin aliento, una conexión que me hacía olvidar todo lo demás. Era como si mi cuerpo supiera lo que mi mente aún no podía procesar. Me entregué a ese beso, a esa fuerza que me envolvía, a esa sensación de que, por fin, estaba en el lugar correcto.

Cuando se separó, mi respiración era agitada, y mi corazón estaba galopando. Lo miré, y vi en sus ojos una chispa que me devolvió la intensidad del momento.

—¿Ya se te pasó el enojo?— preguntó, con su voz ronca, cargada de una picardía que me hizo sonreír.

Quería más, quería seguir jugando, seguir sintiendo esa electricidad entre nosotros.

Él sonrió, fue una sonrisa que me derritió por completo.

—¿Te llevo a casa?— La pregunta era una invitación, una promesa de continuar esa conexión.

—Sí, por favor— acepté sin dudar. La idea de irme sola, lejos de él, era impensable.

Al llegar donde Javier y Valeria, la conversación se volvió más práctica, pero mi mente seguía enredada en la intensidad del beso.

Cuando Lorenzo anunció que nos llevaba, asentí, sintiendo una oleada de alivio y emoción. Subirme a su moto se sintió como un refugio, una continuación de ese momento mágico. El viento en mi cara, y su espalda firme delante de mí, todo era perfecto.

Habíamos llegado.

Mi casa.

El lugar donde, hasta hace poco, solo existía la rutina y la calma. Ahora, se sentía como un santuario, impregnado del aroma de Lorenzo, de la intensidad de sus besos.

—Ahí vivo—, le dije, con mi voz apenas un hilo de emoción. La despedida fue rápida, un beso fugaz que terminó en otro, más profundo, más apasionado, en un broche de oro para una noche que había dado un giro inesperado. Corrí hacia la puerta, abriéndola con manos temblorosas, y le lancé una última mirada, una sonrisa que lo decía todo. Él aceleró, y el rugido de su moto era un eco vibrante en la noche, sentí cono mi corazón latió al mismo ritmo.

Con un leve suspiro que escapó de mis labios, entré a casa. El silencio me envolvió, pero no era el mismo silencio de antes. Estaba lleno de la promesa de lo que había pasado, de la electricidad que aún recorría mi cuerpo.

Subí las escaleras sin hacer ruido, como si temiera romper el hechizo para no despertar a mis padres. Al llegar a mi habitación, me lancé sobre la cama, sintiéndome como una adolescente descubriendo las mariposas en el estómago por primera vez.

Las imágenes de Lorenzo, su mirada, y sus labios, danzaban en mi mente.

Una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro. Definitivamente, algo muy interesante estaba empezando.