Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
NovelToon tiene autorización de Irwin Saudade para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Y SU LUZ
—¿Cómo te va? —Joaquín se acerca a mi escritorio.
—¡Muy bien! Estoy terminando de enviar unos correos.
—¡Excelente! —Sonríe, baja la mirada y su atención es capturada por las flores que decoran mi escritorio—. ¿Tú las compras?
—No. Me las regala mi novio.
—Se ve que es detallista. ¿Qué otra cosa podría hacer un hombre para ser detallista con una mujer? —Suena a que me está pidiendo consejo.
—Hay muchas cosas. Por ejemplo, comer juntos, invitarla a salir, platicar de cosas simples, enviarse mensajes tiernos, regalar flores o chocolates. ¿Por qué me preguntas?
—Es que Alma me invitó a cenar esta noche y eso me pone un poco nervioso.
—¿Por qué? Alma es súper buena onda.
—Sí, eso lo sé, pero aún no tengo el valor para decirle lo que siento. Solo dijo que cenaríamos ella y yo. Nadie nos va a acompañar.
—¿A ti te gusta ella?
—Siempre me ha gustado.
—¿Y te pone nervioso que ella te invite a cenar? Quizá a ella también le gustas y por eso está dando el primer paso.
—Es que nunca he tenido novia.
—¡¿De verdad?!
—El trabajo no me lo ha permitido.
—Entonces no deberías desaprovechar esta oportunidad. Conozco una florería que hace entregas a domicilio, si quieres puedes comprarle un ramo de flores.
—Es buena idea. ¡Gracias por ayudarme!
La puerta de su oficina se abre, Massimo sale con un portafolios en la mano y su mirada me pertenece.
—Es hora de irnos señorita Corona —Massimo sonríe con amplitud.
—Claro. Lo sigo en un momento.
—Pasaré a la cafetería, la veo en el lobby.
Sonríe en complicidad conmigo y comienza a avanzar. Joaquín observa la escena y después se detiene a mirarme.
—¿Lo acompañarás a una reunión? —Pregunta él.
—Sí.
—Bueno. Nos vemos mañana. ¡Gracias por ayudarme! Espero que me vaya muy bien con Alma.
—¡Todo saldrá bien! Solo sé tú mismo y habla con el corazón.
Apago mi computadora. Guardo mis cosas y me voy de mi escritorio. Abro el empaque de un chicloso e introduzco el dulce en mi boca.
Javier le entrega un vaso a Massimo, me acerco a ellos.
—¡Listo! Ya estoy aquí —me atrevo a informar.
Javier me mira con felicidad y Massimo parece complacido.
—Cris, te guarde un panqueque de nuez —dice Javier. Me ofrece una bolsita de papel color azul.
—¡Gracias!
—Nos vemos mañana, ¡cuídate!
—¡Tú también cuídate! Pasa bonita tarde —me despido.
—Es hora de irnos —dice Massimo.
Caminamos hasta el elevador, las puertas se abren y al entrar, nos miramos por unos segundos hasta que las puertas se cierran. ¡A solas podemos ser más que jefe y secretaria!
—¿Masticas goma de mascar? —Pregunta él.
—No. Es un chicloso.
—¿De qué sabor es?
—Cereza.
—¿Está bueno?
Me giro para que sus pupilas se claven en mis pupilas, mis labios sonríen con picardía y él me observa con expectación.
—¿Quieres probar? —Me muerdo el labio inferior, me siento coqueta.
Se inclina sin esfuerzo alguno, cierro mis ojos y siento como sus labios se apoderan de mis labios. ¡Mi respiración se agita! Rodeo su cuello con mis manos, su lengua entra en mi boca y en una danza íntima, saborea cada parte de mi interior.
Su piel sobre mi piel, nuestros labios se funden y creo que al fin estoy entendiendo porque los besos en la boca no se le dan a cualquiera. ¡Aquí siento chispas! Mi corazón está de acuerdo con toda mi alma y mi boca le pertenece. ¡Me gusta mucho este hombre!
El sonido del elevador nos hace separarnos, las puertas se abren y me da mucha emoción haber sentido sus labios en mi boca.
—¿Sabe bien? —Me atrevo a preguntarle.
—¡Delicioso!
Comenzamos a caminar para salir del ascensor. Estamos en el estacionamiento del edificio.
—¿Quieres seguir probando? —Mi picardía es coqueta, no puedo dejar de morderme el labio y pensar que segundos antes estábamos besándonos.
—Sí. ¿Me dejarías seguir probando?
—¡Por supuesto! Somos novios, podemos besarnos —y muevo mis cejas.
—Pedí este té para ti —me ofrece el vaso que lleva en la mano—. Es té limón, tu favorito.
—¡Gracias!
Camino a su lado, mis tacones suenan al ritmo de sus zapatos contra el concreto del suelo. Siento que huele a vainilla y mi boca desea saber a qué sabe la cereza y el té limón. Doy un sorbo al vaso, nos detenemos.
—¡¿Quién está tan preocupado por nosotros?! —Observa con detenimiento que en el parabrisas de su auto hay letras rojas en el parabrisas.
...MASSIMO FERRAZZI TIENE SIDA. ...
En su rostro percibo el enojo, sus cejas están fruncidas, su mirada se llena de enojo y me parece que su semblante es idéntico a la primera vez que nos conocimos. ¡Autoritario! ¡Frío! ¡Sombrío!
—Sube. Es momento de irnos.
Se acerca a la puerta del conductor y enciende el motor. Salen unos chorros de agua que impactan contra el parabrisas, los limpiadores borran las letras.
—¿Cómo te sientes? —Me atrevo a preguntarle.
Pone el auto en marcha, sus manos aprietan el volante y...
—¡Voy a arreglar cuentas! Todo estará bien, estoy bien. Me siento enojado, es válido lo que siento.
—Es verdad. ¿Qué harás al respecto?
—Haré un par de llamadas.
—¿Quieres que vayamos a tu casa? Puedo preparar algo para cenar y así sirve que puedes estar más cómodo.
Se gira a mirarme y sonríe con tenuidad. Me parece mejor idea que salir a cenar a algún restaurante.
—Está bien. Que considerada eres.
Entonces, se pasa al carril de baja velocidad, detiene el auto junto a un árbol y a toda velocidad, acerca su rostro contra el mío y me roba un beso que dura varios segundos.
—Tú me das el valor para seguir adelante —dice al separarse de mi boca—. ¡Te amo!