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Estoicismo A La Par De Estoico

Estoicismo A La Par De Estoico

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad
Popularitas:284
Nilai: 5
nombre de autor: ciel labrinth

Para escapar de las abrumadoras responsabilidades heredadas de su difunto hermano, Bitte, de 19 años, viaja a un remoto pueblo de Tailandia. Allí conoce a Estoico, un chico de 13 años abandonado por sus padres, quienes lo utilizaron para pagar una deuda de juego. Conmovida, Bitte decide adoptarlo a pesar de la mínima diferencia de edad, cargando así con una nueva responsabilidad. Sin embargo, lo que comenzó como un acto tierno y loable, pronto comenzó a oscurecerse.

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Capítulo 22:Ingenio.

7:40 PM

Área esté, parque de juegos para niños y canchas deportivas:De básquet y fútbol.

En la cancha de baloncesto se encontraban tres familias: los Brigard, los Samoran y los Leachten. Los jóvenes de cada clan participaban en un partido amistoso: Backler, Estoico, Khris y Rech, quienes representaban a sus respectivas familias. Mientras tanto, los adultos observaban desde las gradas, comentando y discutiendo sobre qué equipo se alzaría con la victoria, cada uno confiado en el triunfo de los suyos. Entre los espectadores estaban Eiffel, Dash, Vielen y Grace —esta última parte de los Samoran y hermana de Henry, el quinto integrante del equipo de los Leachten.

Pese a ser temprano, Bitte ya se encontraba cansada; el sueño había comenzado a apoderarse de ella, pero en ese momento no podía hacer nada al respecto. Observar a los jóvenes, a quienes con tanta paciencia había ayudado a salir de sus caparazones —llenos de inseguridades, temores y problemas pasados— le llenaba el corazón de calidez. Por cosas como aquella se había prometido trabajar día a día, no solo por ellos, sino también por sí misma.

Si bien nunca se había caracterizado por ser muy sociable, había aprendido a desenvolverse en sociedad. No obstante, lo que realmente le hizo comprender el significado de la socialización fue haber acogido en su vida a cada uno de esos muchachos. Sumergida en sus pensamientos y alejada de la realidad, casi sin ver ni escuchar, logró percibir el desenlace del partido amistoso que se desarrollaba ante sus ojos. Estoico le lanzó una mirada rápida, notando su fatiga, aunque sin apartar su atención de la cancha. Decidió entonces acelerar el final para conseguir la victoria antes de que se hiciera más tarde. Tenía claro que, si no dormía en cuanto el sueño llegara, el insomnio no la dejaría descansar después, y con ello su actitud al día siguiente no sería la más adecuada.

Minutos después, la victoria quedó registrada en el tablero a favor de las familias Leachten y Samoran, cuyos jóvenes demostraron su gran capacidad en la disciplina deportiva. Por su parte, los más pequeños aplaudían eufóricos por el triunfo de sus mayores, quienes, aunque con menor expresión, no ocultaban su orgullo. Eiffel, al lado de Bitte, manifestó su alegría por la jugada. Estoico se dirigió directamente a las gradas y la abrazó. El esfuerzo físico se reflejaba en su camisa completamente transpirada, frente y cuello húmedos, e incluso parte del pantalón mojado. El chico sudaba; no había otra forma de describirlo.

—¿Qué les pareció la última jugada? —preguntó con la voz aún afectada por el cansancio, sin soltar su abrazo. Luego, liberando uno de sus brazos, alzó a Vielen, quien esperaba recibir un poco de atención de su hermano mayor—. Y a ti, pequeña, ¿qué te pareció? Tus hermanos ya son grandes; te cuidaremos incluso cuando no quieras.

Ella solo respondió con una carcajada mientras comía un panecillo. Mientras tanto, Dash y Backler se hallaban alejados del grupo, en un lugar más solitario: los baños. Para ser exactos, el segundo se encontraba en la ducha, mientras el primero buscaba en el bolso la ropa limpia que su pareja se pondría. Aún le resultaba extraño referirse a él así; no se había acostumbrado al cambio tan repentino y, a veces, aún se le escapaban palabras o gestos que el otro no terminaba de comprender del todo.

...****************...

Ya dentro de su habitación, Estoico se dio un rápido baño de agua tibia. Después de arreglarse, se puso un pijama de satén gris oscuro y, calzado únicamente con pantuflas, salió de la habitación que compartía con los demás. Caminó con cautela por los pasillos hasta llegar al dormitorio que Bitte compartía con Vielen, donde encontró solo a ella, ya que la niña no estaba. Entonces recordó algo que había oído antes: el tío Steban estaría fuera unos días debido a unos inconvenientes laborales, por lo que la más pequeña pasaría la noche en la habitación de Cristin, pues le aterraba dormir sola, especialmente durante la noche.

Dejándose las pantuflas puestas, se dirigió a la cama donde yacía Bitte, profundamente sumida en el sueño. Al acercarse, el chico se sorprendió al comprobar el grado de su agotamiento: solo se había desmaquillado, pero aún llevaba la ropa de la tarde e incluso las zapatillas, que asomaban bajo las sábanas que cubrían su cuerpo.

—Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez —murmuró para sí.

Aunque no era algo grave, cada cierto tiempo se le presentaban los mismos síntomas: cansancio, mareos y, en ocasiones, vómitos hasta la bilis. Algo que le parecía extraño, pero que ocurría cada cuatro o cinco meses, a veces dos o tres veces al año. Lo más peculiar era que, tras dos o tres días con estas molestias, era entonces cuando decidía acudir al médico, quien siempre le administraba un medicamento del que solo ella, el galeno y su secretario tenían conocimiento. Tras recibir la aplicación, podía comer con tranquilidad, y su apetito regresaba de inmediato, aunque solo por alimentos salados: galletas, salsas de queso o ajo, que debían tener una cantidad específica de sal y cierto grado de sequedad.

Se sentó con cuidado al borde de la cama y luego se reclinó lentamente, buscando la manera de no despertarla. Sabía que era difícil perturbar su sueño, pero aun así, consciente del malestar que podría causarle si abría los ojos, logró acomodarse a su lado sin hacer ruido. Manteniéndose inmóvil, levantó el brazo con cautela, rodeó su cintura y la abrazó. Ella, en un reflejo inconsciente, sostuvo su brazo y entrelazó los dedos con los suyos, emitiendo un leve sonido de sus labios que delataba una ligera incomodidad. Pero, aun así, no llegó a despertar.

...****************...

A la mañana siguiente, Bitte aún dormía en la cama. Sus ojos cerrados transmitían serenidad y tranquilidad, y su postura relajada denotaba comodidad. Eran las 7 de la mañana y seguía descansando, algo extraño, pues siempre era la primera en despertar. Pero aún más inusual era que él llevaba despierto una hora, y seguía abrazándola sin moverse, temiendo despertarla. Sentía curiosidad por verla abrir los ojos; no era la primera vez que dormía a su lado, pero sí la primera en la que él era quien madrugaba. Ya estaba acostumbrado a levantarse y encontrarla ausente de la habitación. A veces, él podía relajarse tanto en su compañía que se perdía en el descanso, sumergido en una nube de tranquilidad; otras veces, ella ya estaba trabajando, ocupada con inversionistas, control de marketing o reestructuración de ventas. Si bien tenía ayudantes para esas tareas, valoraba especialmente los momentos que compartían a solas.

Con mucho cuidado, comenzó a retirar uno de sus brazos, intentando hacer el mínimo movimiento posible, pero falló en el intento. Ella se removió en su lugar, aún con los ojos cerrados, y apretó los labios con fuerza, aunque no al punto de lastimarse, claramente molesta. Un fino rayo de sol entraba por la ventana; la habitación tenía grandes ventanales que no se habían cerrado la noche anterior, y pese a la hora, el sol no brillaba con todo su esplendor. Ella abrió los ojos y, aún con la hinchazón del recién despertar y mordiéndose el labio, lo miró fijamente, entre extrañada y acostumbrada.

—Guten Morgen, Bitte —pronunció él con voz gruesa, las primeras palabras que decía desde que había despertado—. ¿Descansaste algo? —preguntó sin esperar respuesta. Era costumbre que durante la primera hora tras despertar apenas hablara, limitándose a frases breves.

Ella asintió como respuesta, incorporándose en la cama. Abrió los ojos y los cerró momentáneamente, señal de que aún tenía sueño. Una vez bien despierta, volvió a mirar a quien tenía al lado, inclinó la cabeza hacia la derecha y, sujetándolo con un dedo, lo atrajo suavemente hacia ella. Él se acercó con cautela sobre la cama, ya sentado también, un tanto extrañado: no era común, menos a esa hora de la mañana, en esos preciosos instantes en los que ella, la persona menos sociable del mundo, ni siquiera solía tolerar su propia compañía. Una vez cerca, ella extendió los brazos y lo abrazó, posicionando su cabeza en su pecho. Lo estrechó y le dio unas suaves palmadas en la espalda, indicándole que repitiera el gesto. Él obedeció y la abrazó, sin entender bien por qué, pero confiando ciegamente.

—Debiste dormir muy bien; amaneciste muy contenta hoy. ¿Soñaste algo bueno? —dijo mientras le acariciaba la espalda con movimientos ascendentes y descendentes, buscando transmitir calidez.

Ella negó con la cabeza, dando a entender que, si bien había dormido bien, no había tenido un sueño agradable.

—¿Entonces, pesadillas de nuevo? —acertó—. Puedes hacerme un dibujo de qué se trató esta vez.

Alejándose, tomó papel y lápiz de la mesita de noche. Se sentó en un pequeño banco y comenzó a trazar líneas, cuadros y círculos, combinando cada uno de los puntos hasta formar figuras y ángulos que conformaban una imagen. Él ya la había visto antes; se había repetido varias veces. Era un sueño recurrente que la acompañaba desde niña: un cementerio de columnas recubiertas de blanco, muchas lápidas grises y negras. La figura, que bien podría ser una representación de ella misma, se hallaba entre dos lápidas, una blanca y otra negra. Resultaba extraño: uno de sus pies se posaba sobre una y el otro sobre la otra. El sueño siempre terminaba igual. Él ya se lo había escuchado contar, pero como en ese momento ella no podía hablar, solo le quedaba representarlo así. No era la primera vez que lo plasmaba en papel: en el estudio de la mansión había un gabinete con una caja llena de dibujos de cada uno de sus sueños, o al menos de los que lograba recordar, los más recurrentes.

—¿Y al menos sabes a qué se deben o qué significan?

—Sí. No es del todo bueno, pero tampoco malo; está en el término medio. Es algo que debo resolver desde la raíz, y lo intento, pero no lo comprendo —respondió.

Al escuchar su respuesta, él quedó sorprendido. Era la primera vez que palabras salían de su boca tan poco después de despertar, y esas palabras le calaron hasta los huesos. No sentía preocupación, sino un inmenso deseo de protegerla. Pero no de los demás; sabía que había gente que la envidiaba, que sentía rabia hacia ella, pero lo que más le inquietaba era que ella no se diera cuenta de que el verdadero peligro era ella misma. Y él también lo era.

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FalconSC99
Tu escritura es tan fácil de seguir, realmente disfruté leyendo y espero más.
ciel labrinth
Me alegro que te haya gustado y te hayas sentido parte de esta historia 😊.
CHRISTOPHER ROSETE - REYES
Me has hecho sentir como si estuviera viviendo dentro de tu novela, ¡qué talento! 👌📚
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