📚¡UN CEO! ¿DE PADRASTRO?
Él guarda una venganza.
Ella, un pasado que no la deja en paz.
Valentina es madre soltera y ha aprendido a sobrevivir en silencio.
De noche baila bajo luces artificiales de un club, ocultando su nombre, identidad y su dolor.
Todo su mundo se pone de cabeza cuando empieza a trabajar como secretaria del CEO más reconocido del país, mientras lucha por salvar a su hija enferma.
El amor es un lujo que no puede permitirse... o eso creía.
Armando Garza, frío, calculador y poderoso, tiene un solo objetivo: una venganza .
Pero su mundo perfectamente controlado se tambalea cuando una pequeña empieza a llamarlo “papá”...
Y cuando sus días se entrelazan con los de Valentina, la mujer que nunca debió cruzarse en su camino.
El deseo será inevitable.
El peligro, constante.
Y el pasado... letal.
¿Podrán amarse entre secretos, traiciones y mentiras?
¿Podrán forjar otra historia o su futuro ya está escrito?
Una novela con temas sensibles. No apta para todo público.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Tiempo con la familia.
NARRADO POR ARMANDO
El elevador se detiene y salimos rumbo al estacionamiento.
—Me puedo ir con Julián, ves con tus padres —dice Valentina, firme.
—¿Qué tengo, ocho años? —le contesto molesto, mientras ella carga a su hija y caminamos hacia mi carro.
—Yo tengo tres —responde Emma, y la observo detenidamente. Para ser tan pequeña, habla muy bien y entiende todo perfectamente.
—¡Wou! ¡Qué bonito carro, mami, mirá! —se asombra mientras le abro la puerta.
—Me iré en la parte de atrás con mi hija —dice Valentina, protectora al extremo. Les abro la parte trasera y suben con cuidado; cierro la puerta y me siento al volante.
Por el retrovisor la observo mientras le pone el cinturón de seguridad a su hija y luego a ella misma.
—Ya, papi, mi mami y yo estamos listas —dice Emma, y arranco el carro.
La cara de Valentina refleja enojo puro, y no puedo evitar disfrutarlo un poco. Es evidente que ella es controladora, pero con su hija no puede, y eso me fascina.
—Tu mamá soy yo, pero él no es tu papá —le digo a Emma, medio sonriendo.
—Dijo que tal vez —responde la pequeña, y solo puedo escuchar susurrar a su madre. Valentina la regaña, pero Emma parece inmune.
Nunca había visto a una mujer pelear con una niña de tres años de esta manera, y debo admitir que me gusta observarla. Su actitud de “puedo con todo” se vuelve más evidente cuando veo cómo maneja la situación con firmeza y cariño a la vez.
—¿Papi, a dónde vamos? —pregunta Emma.
—¿A dónde quieren ir? —le contesto, y me detengo un momento para observar la cara de Valentina. Vale la pena incluso frenar el carro.
—Dijo que nos llevaría a nuestra casa —responde ella, claramente enojada.
—Si no puede, déjenos aquí y tomaré un taxi —le ofrezco.
—Mi papi quiere que salgamos juntos —insiste Emma.
Cuando la pequeña empieza a toser, Valentina reacciona con urgencia, desesperada casi exageradamente. Coloca sus manos sobre el rostro de Emma y le habla suavemente:
—Respira, mi amor. Aquí estoy. Inhala y exhala conmigo.
—Por favor —susurra Emma, mientras finalmente logra calmarse.
—Solo media hora —le digo a Valentina, y ella aplaude feliz.
—Papi, mi mami dice que sí —dice Emma, orgullosa.
Vuelvo a la carretera, pero aún no sé a dónde llevarlas.
—Podemos ir a una pizzería o a una heladería —sugiere Valentina, seria.
—O a la casa de mi papi —dice Emma. Valentina se niega de inmediato: —No.
—Si eso quieres, vamos —le digo, solo para ver la cara de Valentina, que claramente me quiere matar con la mirada.
Manejo hacia mi penthouse y me acerco al encargado.
—¿Cambio las chapas? —pregunto.
Asiente, dándome las nuevas llaves:
—Cuando alguien venga, me llama. Así será a partir de hoy. Prohibido dejar pasar a cualquiera, incluyendo a Alexa, Julián y mis padres.
—Como diga, señor —responde.
Guío a Valentina y su hija al interior. En la mañana pedí al encargado que cambiara las chapas; no puedo permitir que cualquiera entre sin autorización. Julián sacó una copia de mis llaves cuando se las di para un documento, y Alexa… hasta ahora no sé cómo las consiguió, aunque es probable que haya sido por medio de Julián, pero no podía esperar menos de ella.
Cuando se abren las puertas del elevador, Emma se asombra y salimos directo a la sala.
—Bien, ya lo vimos, ya nos podemos ir —dice Valentina, pero Emma se sienta en el sofá.
—¿Puedo poner caricaturas? —pregunta, señalando la televisión.
Asiento y le paso el control.
—Voy a hablar con el señor Armando mientras —dice Valentina. Emma nos mira expectante.
—Sí, ustedes hablen cosas de novios, se pueden dar besos también —dice Emma, con picardía.
Valentina acelera el paso, roja de vergüenza. Me acerco a ella en la cocina, poniéndola suavemente contra la meseta.
—Dejamos algo inconcluso en el estacionamiento —le digo, con un tono bajo, observando cómo su respiración se acelera.
No sé a dónde se fue toda la seguridad que siempre veo, y lo mejor de todo es que ella tampoco me mira. Esa cercanía y tensión, aunque breve, me hace sonreír. Siento que, por primera vez, estamos solos realmente, y puedo notar cómo ambos lo estamos disfrutando… a nuestra manera.