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SIEMPRE FUISTE TÚ

SIEMPRE FUISTE TÚ

Status: En proceso
Genre:Escuela / Romance / Comedia / Amor de la infancia / Aventura de una noche / Embarazo no planeado
Popularitas:3.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

¿Qué pasa cuando el amor de tu vida está tan cerca que nunca lo viste venir? Lía siempre ha estado al lado de Nicolás. En los recreos, en las tareas, en los días buenos y los malos. Ella pensó que lo había superado. Que solo sería su mejor amigo. Hasta que en el último año, algo cambia. Y todo lo que callaron, todo lo que reprimieron, todo lo que creyeron imposible… empieza a desbordarse.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Baile de graduación

...🏀...

Pasó una semana.

Siete malditos días.

Y tengo que admitirlo: Lía se volvió insoportable.

No quiero que me malinterpreten —la amo, con todo, ¿sí?— pero esto del embarazo no es como en las películas donde ella se ríe y pone las manos sobre la panza mientras yo le canto al bebé con una guitarra imaginaria.

No. No. Y no.

Es más como vivir en un campo minado… con antojos a las tres de la mañana. Literal.

La otra noche me pidió mangos biche con limón y sal rosada. Me subí en el auto medio dormido, manejé hasta el minimercado 24 horas y cuando llegué a la casa con el tesoro en la mano, me dijo que ya no se le antojaban.

¿Y saben qué hizo después? Lloró. Como si yo hubiera matado a alguien.

A veces se enoja conmigo por respirar. Literalmente.

“¿Tienes que respirar así de fuerte?”, me dijo el jueves.

Y yo solo estaba… vivo. Respirando. Existiendo.

Todo iba a salir bien.

Esa era la mentira que me repetía desde la mañana.

El baile de graduación. La noche en la que muchos cierran una etapa y empiezan otra.

La noche en la que yo pensaba mirarla a los ojos y hacerle sentir —aunque fuera por unas horas— que nada se nos había desmoronado.

Me arreglé en casa de Kevin. Me puse la camisa blanca que a ella le gustaba.

La que, según Lía, me hacía ver “guapo”.

Me peiné con dedos temblorosos, elegí el perfume con más calma de la que había sentido en semanas y salí con un ramo de flores.

Pasé por ella a eso de las siete.

Mamá fue quien abrió la puerta.

—Está arriba terminando de arreglarse —dijo con una sonrisa cálida—. Sube, está nerviosa.

Subí con el corazón en la garganta.

No sabía por qué.

Pero algo me decía que esta noche no iba a salir como la habíamos planeado.

Toqué la puerta de su cuarto.

—¿Lía?

—¡NO ENTRES!

Me detuve en seco.

Parpadeé, confundido.

—¿Todo bien?

—¡No! ¡Nada está bien!

Entonces lo supe.

Se acercaba el huracán.

Empujé la puerta, aún con la advertencia resonando.

Ella estaba frente al espejo, de espaldas a mí.

Se había puesto ese vestido verde esmeralda que a mí me quitaba el aire.

Pero el cierre estaba atascado.

Su pecho subía y bajaba con rapidez.

Y en sus ojos había más rabia que tristeza.

—Este vestido ya no me queda —dijo, sin siquiera mirarme—. ¡Estoy subiendo de peso por tu culpa, Nicolás!

Me congelé.

—¿Mi culpa? ¿Ahora es mi culpa?

—¡Pues sí! ¡Esto es culpa tuya también! ¡Tú puedes seguir con tu vida, pero yo tengo que vivir con cada cambio de mi cuerpo, con el dolor de espalda, con los mareos, con las náuseas, con… esto! —Se señaló el vientre que ya se le empezaba a notar un poco, frustrada—. ¡Ya ni siquiera soy yo!

Me acerqué. Intenté tocarle el brazo, pero me apartó con un manotazo.

—Lía…

—No me toques. ¡No quiero que me veas así!

—¿Así cómo? ¿Hermosa? ¿Valiente? ¿Increíblemente fuerte?

—¡Así! —gritó, con lágrimas ya en los ojos—. ¡Gorda, hinchada, fea! ¡No quepo en este vestido, Nicolás! ¡No puedo ir a ese baile luciendo como una vaca desorientada en medio de una pasarela!

—¡Basta, Lía! —repliqué, alzando la voz sin querer—. ¡Basta ya de hablarte así! ¡Eres hermosa! ¡Jodidamente hermosa! Pero tú te haces pedazos en el espejo y yo ya no sé cómo ayudarte sin que me grites por respirar cerca tuyo.

—¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Estoy agotada, emocionalmente vacía y hormonalmente al borde de un colapso! ¡Y tú siempre pareces estar bien! ¡Como si esto no te afectara!

Mi paciencia se rompió.

—¡Porque no podemos estar mal los dos al mismo tiempo, Lía! ¡No puedo! ¡Alguien tiene que sostener todo esto cuando tú te vienes abajo, joder! ¡Y estoy tratando! ¡Pero nada de lo que hago es suficiente!

—¡Pues no lo es!

—¡Entonces dime qué carajo quieres que haga!

Ella rompió a llorar.

De golpe. Sin advertencia.

El maquillaje comenzó a correrle por las mejillas mientras caía sentada sobre la cama, tapándose la cara con ambas manos.

Su cuerpo temblaba. Su respiración era irregular.

—No sé… no sé qué quiero. No sé cómo sentirme bien. No sé quién soy ahora.

Me acerqué despacio.

Pero en ese instante, mamá entró corriendo, alarmada por los gritos.

—¡¿Qué está pasando aquí?!

—Nada —dije, sintiéndome como un idiota.

—Ella está llorando a mares y ustedes están a punto de lanzarse cosas a la cabeza —refutó—. ¡Esto no puede seguir así!

Se acercó a Lía, la rodeó con los brazos y la ayudó a limpiarse la cara.

—Tranquila, mi amor. No pasa nada. Respira.

Yo di un paso atrás.

Después otro.

Las flores que llevaba en la mano se veían ridículas ahora.

Como un símbolo patético de lo que quise que fuera esta noche.

No hubo baile.

No hubo foto.

No hubo música ni brindis ni confesiones bajo las luces del gimnasio.

...🏀...

La esperé afuera del trabajo, como siempre. Estaba sentado en el auto, con la radio apagada, viendo gente entrar y salir del café como si nada. Como si el mundo no se me estuviera cayendo encima.

Lía salió con su camiseta gris, el cabello suelto y esa cara de cansancio que ya era común. Cansancio físico, sí. Pero más que nada, emocional.

Me vio, bajó la mirada y se subió sin decir nada.

Cerró la puerta y… silencio. Solo se escuchaba su cinturón ajustándose.

Puse primera. Empezamos a andar.

—Hola —intenté.

Ella no respondió. Solo cruzó los brazos y se pegó a la ventana.

Suspiré.

—¿Vas a seguir sin hablarme?

Nada.

Apreté el volante, tratando de no perder la paciencia.

—Lía, no podemos seguir así. Sé que estás cansada, sé que estás hormonal, pero no puedes castigarme por todo.

—No te estoy castigando —soltó sin mirarme—. Solo no tengo ganas de hablar.

—Claro. Porque hablar requiere el mínimo esfuerzo y tú ya no lo tienes para mí.

—¿Sabes qué? —giró el rostro hacia mí, por fin—. Tú no tienes idea de lo que es estar embarazada, Nicolás. No tienes ni puta idea. Yo estoy sola en esto aunque estés aquí. Mi cuerpo cambia, mis emociones están por el piso y todo lo que haces me irrita.

—¿Entonces qué hago? —grité—. ¡¿Qué carajo hago?! ¿Me voy? ¿Te dejo sola? ¿Te traigo lo que se te antoja a las tres de la mañana aunque después ni lo mires? ¿Te escucho llorar sin poder abrazarte porque no me dejas? ¡Dime qué hago, Lía, porque ya no sé qué más darte!

De un manotazo, detuve el carro al borde de la carretera.

Apoyé la frente contra el volante, tapándome con los brazos.

Sentí los ojos picarme, el pecho romperse.

Y ahí, en voz baja, destrozado:

—Ya no sé qué hacer contigo…

Silencio.

Entonces, como si su voz fuera un disparo, la escuché decir:

—Pues si no sabes… terminemos.

Levanté la cabeza. Giré hacia ella, pero no la reconocí.

Su rostro estaba rígido. La mirada, rota.

—Igual te irás a la capital en unas semanas. Se rio sin humor.—Y siendo realistas, Nicolás… solo porque espero a tu hijo no seré la mujer de tu vida.

Me quedé en blanco.

Sentí que algo dentro de mí se partía. No como una grieta. Como una explosión.

Me giré hacia ella, los ojos llenos de lágrimas, pero también de rabia. De dolor.

—¿Tú crees que no lo sé? —solté, con la voz rota—. ¿Tú crees que no sé que esto es una mierda y que tenemos diecisiete años y no estábamos listos para nada de esto?

Ella no dijo nada. Solo apretó los labios. Yo seguí.

—Pero aún así estoy aquí. Aquí, contigo. Aguantando tus cambios de humor, tus silencios, tus gritos, tus rechazos. Aguantando que me eches la culpa hasta de que el cielo esté nublado. ¡Y aún así te amo, Lía! ¡Te amo!

Golpeé el volante con la palma abierta.

—¿Y tú dices que no serás la mujer de mi vida? Ya lo eres.

Lía me miró, y sus ojos se llenaron de lágrimas también. Pero yo ya no podía parar.

—Lo eres desde el primer día que me llevaste el cuaderno que olvidé en matemáticas. Desde que me escribías mis tareas cuando me dormía en clase. Desde que me hiciste reír el día que lloré porque mi papá dijo que nunca iba a lograr nada.

Tragué saliva.

—Tú eres la mujer de mi vida. Solo que ahora no lo sabes. Ni siquiera te reconoces. Y yo… yo estoy aquí, tratando de reconocer a la chica de la que me enamoré. Pero me empujas todo el tiempo. Y por más que duela, sigo volviendo.

Un nudo inmenso se apretó en mi garganta. Bajé la voz.

—Porque no sé cómo vivir sin ti, Lía. Porque aunque estés embarazada, aunque estemos peleados, aunque todo esto sea un caos… sigo eligiéndote todos los días.

Ella tembló. Bajó la mirada. Yo no podía más. Me apoyé contra el respaldo, volteé hacia el techo del auto y solté un suspiro que sonó más a llanto.

Entonces escuché su voz, bajita:

—Yo también tengo miedo, Nico…

La miré.

—Solo…enfrentémoslo juntos ¿si?

1
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
que no se retracte 🙏. Seguro alguien los va ayudar🙏
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
Él no labestq pasando bien tampoco, por lo menos Lia tiene a su hija , su madre amigos , electa solo con gente que solo quiere sacar un pedazo de él
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
😢 guau , noble esperaba así autora, pero me encantó. Las perdonas se cansan de fingir. ojalá alguien les de una oportunidad 🙏
Linilda Tibisay Aguilera Romero
póntelo que han tenido que aguantar ls dos, el fingiendo y ella viendo todo y estar sola con la niña
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
porque no busca un periodista y le cuenta su verdad que vean la otra cara de la moneda que son dos adolescentes que son padres , pero quieren progresar y luchar por su hija, sin renunciar a sus sueños
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
no ya es demasiado, ya no me gusta
Linilda Tibisay Aguilera Romero
eso es lo malo de la fama pura apariencia y tener que aceptar esas estupideces demoran magen vende
Carmen Cañongo
por eso es mejor hablar con la verdad Nico ahora cómo té vá a creer
Carmen Cañongo
guao no creo que Nico sé le haya subido el ego y ya ande con otra no no no
Carmen Cañongo
lo bueno es qué rectificó a tiempo y reconoció su error, cómo toda madre
Linilda Tibisay Aguilera Romero
ella tiene razón debiste contarle lo que venia
Linilda Tibisay Aguilera Romero
que malo debiste llamarla antes de todo para contarle y ser sincero
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
ahora lo critica y ellas lo empujaron para que se fuera
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
es triste pero es in niño y esta solo. Solo quería formar un futuro, pero lo que tenes que sacrificar es mucho 😭😭 ojalá se arreglen
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
aclarado antes que la pierdas
Lorena Espinoza
Nooo Nico por q ????💔 Si ellas son lo más importante en tu vida
Linilda Tibisay Aguilera Romero
yo Confío en Nico Pero por qué no la ha llamado
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
confío en Nicolas. Espero puedan tener la familia que siempre soñaron. No me gustaría que se separaran💔
Linilda Tibisay Aguilera Romero
eso está bien el debe construir un futuro para los 3
Carola Videla🇦🇷🇦🇷
pobrecitos los dos ella porque se ven aplazados sus sueños , él porque la desicion que tome lo hará sentir culpable . Ojalá no los separes autora , porque se aman y sería injusto
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