Sabina, una conocida mafiosa, se ve obligada a criar a los hijo de su hermana luego de que está muere en un trágico accidente. Busca hallar respuestas para sabre toda esa situación y saber quien se atrevió a matar a su gemela.
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capítulo 22
Patrick cerró la puerta tras de sí con un golpe seco. El silencio que dejó atrás lo siguió hasta el centro de la sala como una sombra. Sus botas manchadas dejaban huellas casi imperceptibles sobre el mármol pulido, y su mirada, oscura como la sangre seca, se posó directamente en Sabina.
—Cantó todo —anunció sin rodeos—. No tenía el temple para aguantar más de media hora.
Sabina alzó una ceja, imperturbable. Diego, aún algo alterado por la interrupción, retrocedió un paso y se recargó contra la pared. El momento íntimo entre ellos se había desvanecido, pero no así la tensión en el ambiente.
Patrick dejó sobre la mesa un pequeño dispositivo. Bastó con pulsar un botón y la voz temblorosa del prisionero comenzó a oírse:
—Me contactaron por voz. Mujer. No decía nombres. Solo daba órdenes... me pasaron planos del hotel, entradas laterales, códigos... uno de los cocineros era el punto de ingreso. Lo sobornaron. Dijo que estaba cansado de su salario miserable y quería salir del país...
La grabación seguía. En ella se mencionaban fechas, nombres parciales, rutas de escape, puntos ciegos en las cámaras de seguridad. Todo cuidadosamente orquestado.
Patrick lanzó un informe impreso sobre la mesa con el mismo desgano con el que solía dejar cuerpos inertes. No necesitaba explicaciones. Lo que contenía era suficiente para incendiar la ciudad.
—Son cinco los implicados —dijo, seco y firme—. El cocinero que abrió la puerta de servicio, dos asistentes del equipo técnico que manipularon las cámaras, un chofer externo con credencial falsa, y alguien más... el cerebro.
—¿Y el contacto? ¿La voz femenina? —preguntó Sabina sin desviar la vista del informe.
—Tenemos rastros de las llamadas —respondió Patrick—. Todas provienen de un número blindado triangulado desde Canadá. Pero el acento no engaña. La voz femenina... es Diana Ferreira.
Diego apretó la mandíbula y murmuró una maldición.
—¿La misma que acosaba a Daniel?
Patrick asintió con un gesto casi imperceptible.
—La misma. Fue a la empresa esta mañana. Quería verlo. Él se negó a recibirla y ella salió de allí como una fiera. Horas después empezó el operativo.
Sabina se incorporó con una calma peligrosa, como una tormenta a punto de desatarse.
—¿La tienen?
Patrick sonrió, satisfecho.
—Desde hace una hora. La levantamos al salir de su departamento. Nadie vio nada. Ya está en el depósito.
Diego se movió con inquietud.
—¿Estás segura de esto, Sabina?
Ella lo miró con una frialdad cortante.
—No fue por celos. Fue por mis hijos. Por Daniel. Esta mujer cruzó una línea que jamás debió tocar. No es personal... es una guerra.
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En el sótano.
La habitación era un cubo sin ventanas, con paredes forradas de espuma acústica y una sola silla metálica en el centro. Diana Ferreira, despeinada, sin maquillaje y con la ropa arrugada, parecía menos una princesa y más un espectro. Pero sus ojos seguían encendidos, llenos de rabia. Una rabia que no venía del presente, sino de mucho más atrás.
Sabina entró sin escoltas. No las necesitaba. Cerró la puerta detrás de ella y avanzó despacio, cada paso resonando en la habitación silenciosa.
—Así que eras tú —dijo, sin rodeos—. La que se escondía detrás de la voz.
Diana soltó una risa amarga, quebrada.
—Siempre me subestiman. Por ser mujer. Por ser rica. Por ser rubia. Pero tengo más agallas que todos ustedes juntos.
—¿Por qué? —preguntó Sabina con voz firme—. ¿Qué querías? ¿Qué te llevó a esto?
Diana ladeó la cabeza, con una sonrisa torcida. Sus labios temblaban, pero no por miedo.
—Porque tú querías robarme lo que era mío.
Sabina frunció el ceño, pero no respondió. El silencio pareció quebrar algo en Diana, que soltó una carcajada amarga.
—¿Te haces la inocente ahora? ¿Crees que no te reconozco? Esa cara, esos ojos... maldita sea, Ámbar, nunca pudiste dejar de meter las manos donde no te llamaban.
Sabina dio un paso al frente. Su expresión cambió. Un rastro de dolor asomó en su mirada, pero se disipó con rapidez.
—Yo no soy Ámbar —dijo con calma—. Ella era mi hermana. Mi gemela.
Diana se quedó paralizada. Sus labios se entreabrieron, sin encontrar palabras. El color pareció irse de su rostro.
—¿Qué...?
—Soy Sabina. La que llegó a Canadá después de su muerte. La que tuvo que recoger los pedazos. La que tuvo que averiguar por qué una mujer embarazada, feliz y con planes de boda, desapareció sin dejar rastro… y apareció muerta meses después, como si fuera una más.
Diana se aferró a los bordes de la silla, como si el mundo acabara de sacudirse bajo sus pies.
—No... no puede ser... tú... —murmuró, y de pronto su expresión se transformó en odio puro—. ¡Entonces tú no sabes nada! ¡Nada!
—Ilumíname —dijo Sabina, cruzándose de brazos.
Y Diana comenzó a hablar. Ya no había contención. Solo furia.
—Yo estaba comprometida con Daniel. Íbamos a casarnos. Todo era perfecto. Hasta que apareció Ámbar. Esa zorra se metió entre nosotros. En cuestión de meses, él cambió. La miraba como si el mundo le perteneciera. Y un día... me lo dijo. Que se había enamorado de ella. Que no podía casarse conmigo. ¡La maldita canceló mi boda!
Su voz se quebró. Los ojos se le llenaron de lágrimas que no cayó.
—Estaba devastada. Desesperada. Me humilló. Me reemplazó. Yo... yo lo amaba. Así que, sí, lo seguí. Lo observé. Lo enfrenté. Le supliqué. Y cuando me di cuenta de que no volvería a mí... intenté matarlo. Un accidente. Un auto. Pero él sobrevivió.
Sabina la miraba, sin parpadear.
—Le causaste amnesia —murmuró.
—¡Y pensé que eso era una segunda oportunidad! —gritó Diana—. ¡Volver a empezar! Él no recordaba nada de Ámbar. Me aceptó de nuevo. Se acercaba a mí, era mío otra vez. Hasta que... ella volvió. Como un fantasma. ¡Otra vez!
Su respiración era agitada. Se llevó una mano al pecho.
—Intenté apartarla, advertirle... pero no se iba. Así que le mentí. Le dije a Daniel que estaba embarazada. Y funcionó. Volvimos a comprometernos. Pero entonces...
Calló un momento, antes de continuar.
—La vi salir de la misma clínica donde yo me atendía. Sospeché. Soborné a una enfermera. Me dieron los resultados. Estaba embarazada. De verdad. Y yo... ni siquiera había logrado quedar. Todo se venía abajo.
Sabina sintió un nudo en el estómago. Pero no dijo nada.
—Hablé con mi padre. Me ayudó a organizar todo. Hicimos parecer que Ámbar había desaparecido. Planeábamos tenerla encerrada hasta que tuviera al bebé. Luego... lo criaría yo. Como mío. Y Daniel jamás sabría la verdad.
—¿Y luego qué? —preguntó Sabina, con voz helada.
Diana rió. Una risa seca, vacía.
—La zorra escapó. Me atacó. Se lastimó. Nadie supo cómo lo hizo, pero terminó muerta... nunca la encontré... pero mis hombres me dijeron que era casi imposible sobrevivir a ese accidente. Cuando te vi en aquel restaurante el otro día quería matarte yo misma, acabar con el trabajo que comencé...
Sabina tragó saliva. La furia hervía bajo su piel.
—Nunca imaginaste que ella tenía una hermana...
—Nunca. Hasta ahora. No sabes todo lo que me quitó tu hermana. Luego de eso tuve que decirle a Daniel que Ámbar había matado a nuestro hijo, que me la había encontrado por casualidad discutimos y me empujó haciendo en proceso que perdiera a mi bebe... debía asegurarme de que ni siquiera le gustará su recuerdo
—Te quitaste todo tú sola, Diana —respondió Sabina con frialdad—. Y ahora pagarás por ello.
Diana soltó una última risa temblorosa, rota.
—Pagar... ¿sabes cuántas veces pagué ya? Pero no importa. Lo haría de nuevo. Solo por verlo elegirla otra vez… a ella. O ahora a ti.
Sabina no respondió. Dio media vuelta y salió, dejando la puerta cerrarse con un clic metálico que resonó como una sentencia.
Afuera, Patrick la esperaba.
—¿Y bien?
—Confesó todo —dijo Sabina, con la voz hecha piedra—. Pero lo que hizo... lo que quiso hacerle a mi hermana... eso lo va a pagar con sangre... que empiecen... la quiero viva por un mes...
Y sin mirar atrás, Sabina caminó hacia la luz.
Daniel le hace falta agallas
por fin van a poder ser felices
No sé siñe a la típica historia romántica, es un drama que marcó vidas e hizo justicia .
💯 recomendada 👌🏼😉