Los Enredos Del Alfa

Zafiro observa la habitación mientras acomoda sus cosas con una sonrisa tranquila. No tiene nada de especial este cuarto: pocos muebles, paredes vacías, y un aire frío que no condice con la calidez de su presencia. Aun así, la veo feliz.

Se sienta sobre mi regazo y empieza a dibujar círculos con un dedo en mi pecho.

—¿Qué hace una luna, Aksel? Me refiero a... no porque quiera el puesto, sino porque quiero ayudarte. Cuidarte. Sé que hay cosas de tu mundo que no entiendo, pero te amo. Y quiero estar a la altura.

—La luna cuida a la manada, apoya al alfa, ayuda a resolver conflictos, organiza reuniones, representa a todos frente a otras manadas... pero, sobre todo, guía con bondad. Es fuerza y calma a la vez.

—Quiero intentarlo, aunque me asuste. Quiero ser parte de esto, no solo por ti, también por los demás. Quiero aliviarte responsabilidades, que te sientas orgulloso de mí, y que sepas que estoy a tu lado.

—Solo con que me ames ya lo eres todo, Zafiro. Eres mi luna, sin más requisitos.

Me cubre la cara de besos. Yo muerdo suavemente su oreja, tratando de no perder el control. Su forma de amar es tan completa que desarma cada una de mis defensas.

—Aun así, déjame hacer esto por nosotros. Esta casa no es lo que soñé, no te voy a mentir. Está descuidada y sabes que me encanta arreglar y decorar. Quiero convertir este lugar en un hogar. Para ti, para mí, y para tu manada. Que ahora también es la mía.

Asiento en silencio. Ella ve lo que es, pero también lo que puede ser. Yo solo veo lo que no tengo para darle.

—Si mi hermano y Liam van a quedarse aquí, tal vez podríamos usar la casa del pueblo para la manada. No me importa conservarla solo por tener una propiedad.

—Esa es tu casa, Zafiro. No hace falta que la entregues.

—Aksel... si somos mates, todo se comparte. Lo bueno, lo malo, las decisiones. Si esa casa puede darle paz o utilidad a tu gente, entonces está mejor en sus manos. Yo ya tengo lo que me importa: tú.

No sé cómo alguien puede ser tan generosa sin dejar de ser firme. Nunca había sentido que algo fuera mío hasta ella.

—Hablaremos con tu hermano. Si estás segura, encontraremos la mejor forma de usarla.

—Tiene varias habitaciones, podría servir como hospedaje, o para cuando lleguen lobos de otras manadas. Josh es bueno en eso de administrar, quizás él también pueda ayudar.

Sigue acomodando sus cosas como si esta habitación realmente le gustara. Yo no sé si sentir alivio o vergüenza. Esto debería ser el cuarto del alfa, el reflejo de lo que ofrezco. Pero nunca me importó decorarlo, y ahora... ya no es mío, es nuestro.

Todavía me queda algo de la venta de la casa. Podría usar parte para mejorar este cuarto, hacerlo digno de ella. Aunque también pienso en la manada, en lo que necesita. No quiero que crean que estoy usando mi puesto para beneficio propio.

—¿Crees que podamos usar la pintura que sobró del pueblo? —pregunta—. Me gustaría que este cuarto tenga un toque más nuestro. También quiero traer un par de cosas que eran de mi cuarto en la ciudad... recuerdos.

—Claro, trae lo que quieras. Y si te parece, ponemos cortinas nuevas, una alfombra, un par de velas, y un letrero que diga Bienvenidos al paraíso.

Me mira con una ceja alzada y me da un pequeño golpe en el brazo.

—No te burles. Sé que no es fácil gastar, pero esta habitación... no es fea. Es solo que es muy tuya. Y yo quiero que también sea mía.

Le acaricio la mejilla. No necesito decirle cuánto valoro su forma de incluirse, de no imponerse pero tampoco hacerse a un lado.

—Quiero hacerte un espacio en el primer piso. Podría servir como taller para tus pinturas.

—Eres un amor, Aksel. El mejor mate que una luna podría desear. Tan lindo, tan bueno, tan...

—¿Tan qué? ¿No vas a decir musculoso, sexy, irresistible?

Ella se ríe, niega con la cabeza.

—Me enamoré de tu forma de ser, no de tus músculos. Aunque sí, también eres guapo. Esos ojos color chocolate... y ya sabes cuánto me gusta el chocolate.

—Y yo amo tus ojos. Son como el cielo. Me hacen sentir que vuelo.

Se sonroja y me llama cursi. Dice que me va a engreír porque me lo merezco. Que si yo cuido a la manada, ella se encargará de cuidarme a mí.

Me besa por todo el rostro, y la rodeo con los brazos. En medio de eso, suelta un pequeño quejido.

—¿Te lastimé?

—No, mi pelo se enganchó con el botón de tu camisa...

Me pongo serio por un momento, pero ella se ríe. Yo finjo indignación.

—¿Así que ya no quieres besarme?

—No seas dramático. Me parece gracioso que justo en un momento romántico pase esto.

—Yo diría que es una conspiración. Tu pelo y mi camisa están en nuestra contra.

Se recoge el pelo en un moño despeinado. Me cuesta no reírme de lo seria que se ve... hasta que me mira con picardía.

—Quítate la camisa.

—¿Preciosa, en qué estás pensando?

Me la saco mientras ella me observa. Me besa de nuevo, y esta vez no se detiene. Hasta que interrumpe el beso y mira a su alrededor.

—Creo que ya nadie va a conspirar contra nosotros.

Me río. La ayudo a seguir acomodando sus cosas mientras le hablo un poco de la manada, de los que viven aquí. No tardo en notar que quiere pedirme algo.

—¿Puedes acompañarme a dejarle esta ropa a Josh? Sé que no puedo verlo, pero quiero que la tenga.

—¿Estás segura? Liam no permite que nadie se acerque. Lo marcó como su pareja hace poco y está... muy protector.

—Solo quiero dejarle la ropa. Le pondré una nota. No voy a molestar.

Asiento. Tomamos la ropa y salimos del cuarto. Al acercarnos a la habitación de Liam, vemos salir a la hija adoptiva de Rosa. Zafiro frunce el ceño.

—¿Qué hacía ella ahí?

—No lo sé.

—¿No me habías dicho que nadie puede ver a Josh?

—Tal vez solo fue a llevarle comida. Es una cachorra, y Liam no suele ser grosero con los más jóvenes.

Zafiro no parece convencida. Antes de que pueda tocar la puerta, Liam aparece. Nos mira, y su expresión cambia apenas la ve a ella.

—¿Qué haces aquí, Zafiro? —le pregunta Liam con hostilidad.

No puedo creer que Liam le hable así a mi luna. Es mi amigo, pero se está pasando un poco. Zafiro no merece ese trato.

—Hola, Liam. Solo venía a… —empieza a decir Zafiro, visiblemente nerviosa, con la bolsa de ropa de Josh en las manos.

—No quiero que te acerques a mi mate. ¿No te basta con haberle hecho tanto daño? —la interrumpe Liam, su tono es más dolido que molesto.

Zafiro lo mira, confundida.

—¿De qué hablas, Liam? ¿Qué te he hecho yo? —pregunta con asombro.

Liam suspira, y aunque intenta mantenerse firme, su mirada refleja preocupación.

—Puedo percibir cómo se siente mi compañero —responde, casi en un susurro, con la tristeza en sus ojos.

Mi pecho se aprieta al escuchar esto. Liam está hablando por su compañero, pero yo también sé lo que es estar ahí, preocupado por el bienestar de alguien a quien quieres. Y en este caso, es mi luna la que está siendo tratada de esta forma.

Zafiro frunce el ceño, pero no se deja intimidar.

—Primero, él es mi hermano. Y si él tiene algo contra mí, me lo dirá. Sé cómo se siente Josh, incluso cuando finge sonreírme, lo sé. Pero la decisión es de él, no tuya.

La escucho hablar, con firmeza, sin un atisbo de miedo. No puedo evitar sentirme orgulloso de ella, aunque sé que esto es doloroso para ella también.

Liam baja la mirada, dándose cuenta de que tiene razón. No puede decidir por Josh, aunque aún le duela ver a su compañero en ese estado.

Va a tomar la ropa de Josh, pero Zafiro se adelanta y le detiene la mano.

—No, Liam, déjame a mí —dice con suavidad. —Voy a ver cómo está mi hermano.

Liam se tensa un poco, pero luego, con un suspiro, responde:

—Adelante, mi luna.

Zafiro le da una pequeña sonrisa, y entra a la habitación de Josh, mientras Liam y yo nos quedamos afuera.

—No deberías hablarle así. Es nuestra luna.

—Lo sé, pero he visto lo que le hizo a Josh.

—¿Recuerdas cuando Josh nos descubrió en el bosque?

Liam desvía la mirada.

—Pensó que lo traicionábamos. Que yo no amaba a Zafiro. Que tú no lo amabas a él.

—Lo recuerdo. Fue horrible.

—Y no era lo que parecía. Solo que... a veces lo que se ve, duele más que lo que es. Zafiro vivió algo así. Y no puedo contártelo. Porque no es mi historia que contar. Pero sí te puedo decir esto: ella nunca dejó de querer a su hermano. Y todo lo que hace es por protegerlo, incluso si eso significa que él la odie.

Liam suspira.

—Espero que le diga la verdad pronto. No quiero ver a Josh así mucho más tiempo.

—Estaremos cerca cuando eso pase. Porque les va a doler. Y él te va a necesitar.

Lo abrazo. Él no se resiste.