De Niña A Mujer

Las clases ya habían comenzado y apresuré el paso a pesar del dolor de cabeza que aún me aquejaba y del hambre que aún sentía. Mis piernas, a duras penas, avanzaban al ritmo que les exigía, provocándome uno que otro calambre.

Mientras me dirigía veloz a través del pasillo vacío de la escuela, no pude evitar dejar que se formara una tonta fantasía desencadenada a partir de lo último que hablé con Lex. "Ciertamente necesito un nuevo tutor y él acaba de ofrecerse voluntariamente..." Visualicé un futuro donde yo llegaba de la escuela a su departamento. ¿Comeríamos juntos antes de irme al trabajo? "No, boba, probablemente esté en su oficina en ese momento". Mi mente comenzó a transformar el escenario: Él despertándome por la mañana para desayunar, vistiendo ropa ajustada de ejercicio, con un delantal para cocinar y una espátula en la mano. Me daba un beso en la frente y le respondía:

—Gracias, ¿papá? — ¡¿de dónde rayos salió eso?!

—No me llames así, Mireya, no podría ser tu padre porque te deseo demasiado.

—Sé que no podemos intimar, pero... ya queda poco para mis 16... —en realidad acababa de cumplir 15 hace unos cuántos meses.

—No puedo resistirte.

—¡Lo siento! Tengo novio —"¡¡¡Qué enferma eres, mujer!!!", me grité, no sabía de dónde rayos había salido todo eso.

"¿Papá? Lex es demasiado 'joven' para ser tu padre. ¿A qué edad me hubiera tenido? A los... ¿18? Oh, rayos, definitivamente podría ser mi padre... Uno joven... y sexy". Una mano en mi hombro calmó el flujo turbio de pensamientos extraños.

—Señorita Alexa —me llamaron por mi apellido y no quería voltear a la inconfundible voz del inspector del colegio—. ¿Qué horas son estas de llegar? ¿Y sin uniforme?

—Jaaa, verá —volteé y le di la cara—. Tuve un accidente y, como soy una chica tan responsable, me vine apenas pude —giré para entrar a mi salón, pero me detuvo.

—A mi oficina, jovencita —"genial".

El inspector me regañó y me dieron un uniforme de reemplazo que me quedaba enorme.

—A ver si te acostumbras a una falda que te cubra las nalgas —me dijo una de las auxiliares.

Debido a mis "circunstancias" los profesores y funcionarios de la escuela me conocían bastante bien, había tenido que hacer trámites y me habían apoyado a continuar con mis estudios pese a lo ocurrido con mi mamá.

—Aaam, señor Julio —era el apellido del inspector—. Am... am... verá... mi tutora está... le ruego que...

—No diré una palabra a tu tutora, chica. Ahora ve a clases —mi corazón dio un brinco de felicidad y lo abracé. Era un hombre mayor y delgado y lo hice tambalear con mi impulsivo gesto.

—¡Gracias, gracias, gracias! Le juro que estoy bien y que estoy siendo responsable, solo me desmayé y...

—Ya, ya —me alejó—. Ve a clases, descarada —sus mejillas sonrojadas me parecieron tiernas. Le sonreí y entré a clases.

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Conner no me había hablado en todo el día, ignorando mis esfuerzos por contarle lo que había ocurrido la noche anterior. Cuando ya era la hora de salida me dijo que iba a ir a una junta con los chicos del taller de baristas.

—¿Ah? —me pareció, por lo poco, extraño—. ¿Por qué tú?

—¿Por qué yo no? Los chicos siempre nos invitan juntos.

—Pero tú no perteneces al taller.

—Laura está interesada, le di el contacto y la invitaron.

—¿La desgraciada de Laura? ¿Siguen en contacto? ¡Ella se aseguró de dejarme completamente sola en clases!

—Mireyaaaa, no seas dramática. Laura quiere disculparse, por eso está intentando acercarse a ti. El asunto es que no quiere ir sola, así que... como a mí me conocen... tu amiga Fran me...

—¡¿Fran?! ¿Qué pretende? —los celos se me salieron por los ojos en forma de lágrimas—. Saben que yo no puedo ir porque tengo que trabajar y te invitan. Le hablas por chat, ¿verdad? Justo ayer me dijo que...

—Mireya, no tienes derecho a reclamar después de lo que hiciste. OTRA VEZ —recalcó sin mirarme.

—¡Ya te expliqué, Conner! Lex me ayudó porque me desmayé. Tengo demasiado en mente y mi cuerpo se debilita... he subido de peso y... —ya no quería hablar más.

La vida autosuficiente apestaba y comencé a deprimirme de pensar en un futuro exactamente igual al actual hasta mi muerte. Me miró de reojo y plantó una mirada compasiva sobre mí.

—Disculpa, sé que te toca duro, pero...

—No tienes idea lo que he vivido estos meses. Desde mi cumpleaños que ha sido un sinfín de situaciones desfavorables... Y para agregar, no confías en mí —me observó dubitativo.

—¿Me prometes que no te gusta el viejo? —"Maldita sea", entre todas las preguntas tenía que ser esa. Era un hecho que Lex me fascinaba, me encantaba, me enloquecía; pero... no podía decírselo. Quería demasiado a Conner como para dejarlo.

—Te prometo que no pretendo hacer ni aceptar ninguna movida con él —desvió la vista inmediatamente y adelantó sus pasos.

—Ya entendí. —respondió molesto.

—¡Conner! ¡No me gusta! —mentí descaradamente.

—Ok. Te llamo en la noche... o quizás esté ocupado, mejor te llamo mañana —me quedé parada mirando cómo se alejaba sin mirar atrás.

De nuevo había hecho molestar a Conner. Mis ojos continuaban derramando gotas de ira, celos, pena y culpa.