MI PEQUEÑO ERROR

El día después del picnic con David y Anneliese, todo parece más tranquilo. La luz del sol entra suavemente a través de las ventanas de la sala, y puedo escuchar el sonido de Anneliese jugando con sus juguetes en el suelo. Es uno de esos raros momentos en los que todo parece estar en su lugar, como si el caos del trabajo y el juicio de custodia estuviera un poco más alejado.

Pero en el fondo, el miedo sigue presente.

Aún no tenemos noticias sobre la fecha de las visitas de Amaya. La incertidumbre me consume. Me pregunto cómo reaccionará Anneliese al conocer a una madre que no la ha buscado en su vida. No sé si estoy preparada para eso. No sé si David lo está.

Intento concentrarme en lo que tengo frente a mí, pero mis pensamientos se desvían hacia lo inevitable. El juicio. La decisión del juez. No puedo evitar preguntarme si realmente Amaya tendrá derecho a entrar en la vida de Anne , cuando ella nunca a estado allí.

Me levanto del sofá, decido hacer algo para despejar mi mente. Camino hacia la cocina, y me encuentro con David, que acaba de llegar del despacho. Como siempre, su cara está marcada por el estrés y la presión de los casos que lleva. Pero al verme, su expresión se suaviza.

—Hola,princesa—dice mientras me rodea con sus brazos y me besa en la frente—. ¿Cómo va todo?

—Bien... —respondo, aunque sé que no estoy siendo honesta. Mis pensamientos son un caos, pero no quiero preocuparlo más. Sé que David también tiene su carga. —Sólo pensaba en el juicio.

David suspira, su cara se tensa un poco.

—Lo sé. Yo también. Aún no sabemos qué va a pasar. Pero lo que sí sé, es que Anneliese es nuestra hija, no importa lo que decida el juez. —Su voz tiene ese tono firme y confiado que siempre me calma.

Sonrío, agradecida por sus palabras. Necesito creer en eso, necesito que me lo diga para seguir adelante.

—¿Y qué pasa con Amaya? —pregunto, aún con algo de temor en la voz.

David se queda en silencio por un momento, como si estuviera evaluando sus palabras antes de hablar.

—Es una persona complicada, Alexandra. No sé qué pasará cuando llegue el momento de las visitas. Pero... no quiero que nuestra hija tenga que pasar tiempo con una persona que la abandonó. —Hace una pausa. —No tenemos control sobre lo que pase, pero sí sobre cómo lo enfrentamos.

Le doy un leve beso en los labios y miro a Anneliese, que me observa desde el suelo con sus ojitos grandes y curiosos. La imagen de su rostro sonriente me recuerda todo lo que hemos luchado por ella.

—Tienes razón. Vamos a disfrutar del tiempo que tenemos con ella. Ya nos preocuparemos por el resto cuando llegue el momento. —Le sonrío, intentando que el peso de mis pensamientos no me domine por completo.

David asiente, y toma mi mano con fuerza.

Ese mismo día, decido que ya es hora de ver a Naya y Emma. Les debo una salida. Nos habíamos prometido hacer algo juntas, y aunque mi mente sigue girando alrededor de la custodia, sé que necesito un poco de desconexión. Ya basta de estar atrapada en este círculo de preocupación.

En cuanto les escribo a las chicas, me responden casi al instante:

¡Es hora de escapar! Te esperamos a las 7 p.m., en el lugar de siempre.

Naya es la primera en llegar, como siempre, llena de energía y con una gran sonrisa en su rostro.

—¡No sabes lo mucho que necesitabamos esto ! —dice mientras me abraza con fuerza, como si realmente estuviera desesperada por vernos. —Hace días que no nos reunimos, y con todo lo que has estado pasando... mereces un descanso.

Emma llega poco después, con una expresión relajada.

—Te vimos el otro día trabajando hasta tarde. ¿Cómo vas con lo del juicio? —Pregunta mientras se acomoda en la silla frente a mí.

Aunque intento no hablar mucho sobre el juicio, sé que no puedo esconderlo completamente de ellas.

—Aún no sabemos cuándo empezarán las visitas de Amaya. Estamos esperando una decisión, pero el miedo está presente. —Respondo, manteniendo la mirada fija en mi taza de Chocolate mientras ellas piden su orden.

Naya se cruza de brazos, levantando una ceja.

—Sabes que yo nunca he entendido a esas personas como Amaya. ¿Cómo se puede abandonar a un bebé? Es algo que no tiene sentido.

Emma asiente, también con la misma indignación.

—Lo importante es que tú eres la madre de Anneliese, Alexandra. Aunque el juez decida darle derecho a verla, eso no cambia lo que ella representa para ti y David. Ella los ve a ustedes como sus padres. Eso tiene más peso que cualquier decisión judicial.

Su apoyo me reconforta más de lo que esperaba. A veces, es tan fácil dejarse consumir por los miedos y las inseguridades que casi olvido el amor que siento por Anneliese y todo lo que hemos hecho por ella.

Me siento agradecida de tener amigas como Naya y Emma, que saben escuchar sin juzgar, que me apoyan sin reservas.

—Gracias. —Les sonrío, sintiendo que la presión sobre mis hombros se aligera un poco.

Después de unas horas de risas, anécdotas y desconexión total, decido regresar a casa. David me espera, y aunque la noche ha sido divertida, mi mente aún sigue rondando en el mismo tema. El juicio no es algo que pueda simplemente dejar atrás.

Al llegar a casa, David está en el sofá, revisando algunos papeles, pero cuando me ve entrar, deja todo a un lado y me abraza.

—¿Cómo te fue con las chicas? —pregunta, su voz cálida y reconfortante.

—Necesitaba salir. —Respondo, acurrucándome en su abrazo. —Fue un buen respiro.

David besa mi cabeza y susurra en mi oído.

—Lo sé. Lo necesitabas . Pero no olvides que estamos juntos en esto. Siempre. —Y sé que lo dice de corazón.

Miro a Anneliese, que está dormida en su cuna, y me doy cuenta de que, aunque el futuro sigue siendo incierto, mientras estemos juntos, podemos superar cualquier cosa.

La vida sigue adelante, a pesar de las sombras del pasado.