"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Dos
Lydia decide urdir un plan audaz para protegerse y cumplir con las exigencias del consejo de socios.
—Orlando, no me mires así. Ya te dije que no me pienso casar con ese mequetrefe después de lo que me investigaste. Necesito que vayas por su esposa e hijo a México y los traigas a la boda. —Orlando estaba más confundido aún.
—¿No es, pues, que no te vas a casar? —Orlando no entiende.
—No, no me pienso casar. Pero todos van a pensar que sí. Incluido Graham. —Wendy ya intuye algo de lo que va a hacer Lydia, pero Orlando no, por lo que está muy confuso. —Orlando, ¿qué esperas? Tráeme a ese indocumentado. Necesito hablar con él.
Orlando sale de la oficina, acatando las órdenes de su jefa, llendo a la planta de producción; una vez allí, se presenta ante el supervisor.
—Ingeniero Nagel, necesito que llames al operario Pedro Luis Quintero Duarte. La jefa lo requiere con urgencia. —El ingeniero rápidamente acata la orden; él sabe que Orlando es su mano derecha. Un momento después llega acompañado de Pedro Luis, o sea: Antonio.
—Señor Orlando, él es Pedro Luis. —Se lo presenta el supervisor.
—Nagel, la jefa va a requerir al operario el resto del día. Espero que autorice su ausencia. —Obviamente, el ingeniero lo autoriza, pues es la bruja de la jefa la que lo requiere.
Orlando sale de la planta con un callado Antonio y, cuando iban en el ascensor, este rompe el silencio.
—Se, señor. ¿Me dice que la jefa me necesita? —Antonio pregunta sin saber para qué es solicitado, pero su mayor temor es que haya sido descubierto, y si es así, lo más seguro es que va a ser deportado, por lo que está en un manojo de nervios.
—Sí, vamos a su oficina, la jefa necesita hablar con usted. —Orlando solo le dice eso llegando hasta el piso donde se encuentra la oficina de Lydia.
Antonio sigue a Orlando con pasos pesados, y al salir del ascensor privado siente que con cada paso su corazón se salta un latido. Orlando ni lo mira, y él está demasiado nervioso para hacer alguna otra pregunta.
Recordó el día que tuvo que salir de su país. Dejar a Anthony fue lo peor; su niño estaba enfermo y él desempleado. Y a pesar de que el gobierno le otorgó el tratamiento de las quimioterapias, le negaron injustamente una tutela para que le dieran los suplementos nutricionales y el hospedaje de él en la capital mientras su niño estaba en las terapias. Todo esto fue menguando el escaso dinero que su madre con su trabajo le daba, así que sin más opciones decidió viajar a Estados Unidos y que su primo Pedro Luis le ayudara.
—Papito, no te vayas. Mira que yo ya me voy a mejorar. —Anthony le decía. Era lo único que le quedaba de su efímero romance con una compañera de la universidad. La cual, después de que nació su niño, se lo dejó y ella se fue a vivir a España, según supo él, ya que la muy ingrata se desapareció con un puesto de trabajo en una multinacional que era para él.
—Tony, ya sabes que papá va a ir a donde el primo Pedro para que pueda ganar dinero para tus cositas. Pero él pronto volverá; solo debes ser un buen niño y hacer lo que el doctor te diga para que te sanes pronto. —Marina, la mamá de Antonio le decía a su niño hermoso para que no llorara más y dejara ir a su papá.
Ella también estaba muy triste; Antonio era un excelente hijo y le dolía en el alma todo lo que le estaba pasando. Anthony era ese rayito de luz que hace seis años había llegado a sus vidas, luego de la traición de esa mala mujer y ahora, sin poder evitarlo, se estaba apagando. El haberles dejado al bebé días después de haber nacido fue lo mejor que pudo haber hecho.
El vivir en un pueblo lejos de la capital los hacía dependientes de sus servicios médicos y aún más cuando Anthony se enfermó. Tanto que pensaron en irse a vivir allí, pero eso acarreaba dejar su tierra, su sustento y empezar de cero.
Antonio trabajaba en la administración municipal como programador, pero el cambio de alcalde lo dejó sin trabajo y, con su niño enfermo, implicaba trasladarse a la capital a sus citas médicas y tratamientos. El dinero escaseaba, por eso debió tomar una decisión.
Antonio vivía con su madre Marina y su tía Magnolia, la mamá de Pedro Luis, en la finca que era de sus abuelos. Él no tuvo padre y el esposo de Magnolia viajaba recogiendo café por toda Colombia. Tenía una prima, pero ella estaba casada y vivía en un pueblo de Antioquia. Así que prácticamente era su mamá y su tía su apoyo.
Estudió en la capital en la Universidad Tecnológica, Ingeniería en Programación de Software, gracias a una beca que se ganó por ser el mejor estudiante del instituto del pueblo. Siendo el mejor estudiante, talentoso y con un futuro brillante. Pero allí conoció a Kasandra Salazar, una inmigrante que se aprovechó de la inteligencia de Antonio para enredarlo en sus encantos y pasar fácilmente las difíciles materias. La mujer no es que fuera muy inteligente, que digamos, pero sí muy hermosa, y convenientemente enamoró a un inocente Antonio. Dos años después, ella quedó en embarazo y, aunque pensaba interrumpirlo, después pensó que era una herramienta para seguir manipulando a Antonio, ya que pronto iban a terminar la carrera y ella se debía graduar con “honores”.
Antonio estaba feliz de que iba a ser padre y le propuso matrimonio a Kasandra; esta aceptó, pero su plan ya estaba trazado. Así que se graduaron con honores, y una importante multinacional con sede en España solicitó a la universidad al mejor estudiante de su promoción para trabajar en su edificio principal. De esto se enteró Kasandra y cambió las calificaciones de ella con las de Antonio, siendo ella la elegida. No le dijo nada a él y dos semanas después de nacer el bebé, ella desapareció de sus vidas dejándole a Anthony recién nacido.
Desde esa traición, Antonio prometió no volverse a enamorar; esa mala experiencia dañó su corazón. Y se dedicó un 100% a criar a su niño con ayuda de su madre y de su tía.
Así, con el corazón chiquito, fue que Antonio viajó a Estados Unidos. Una semana de viaje, y después de días de travesía por el desierto y pasando el profundo y peligroso río Bravo, llegó a Laredo y de allí fue llevado en una camioneta hasta Miami. Dos días después llegó a donde su primo y pudo por fin comunicarse con su madre e hijo. Marina, ya tranquila de que su hijo estaba con su sobrino, le pudo poner de nuevo el niño a San Antonio, el santo de su devoción.
Dos semanas después, Antonio estaba trabajando en “Diamond Technology” con los documentos de su primo. Los rumores de que la empresa estaba en quiebra tenían a Antonio muy desanimado, y más al saber que fue adquirida por un comprador anónimo. Su primer pago se acercaba y él debía enviar dinero a su madre para los gastos de Anthony. Sorpresivamente, el pago llegó, y aunque hubo algunos despidos hechos por su nueva jefa, él siguió en su trabajo, lo cual le dio un respiro.
—Señor Duarte, llegamos. Por favor, pase. —La voz de Orlando lo sacó de sus pensamientos y entró detrás de él a una lujosa oficina.
—Pe, permiso. —Dijo apenado y dirigió la vista hacia el escritorio; allí estaba la mujer más hermosa que había visto, pero con un aura maligna. Y eso hizo que los pelitos se le erizaran, anunciando el peligro.
—Orlando, déjanos solos. —Lydia le pidió a su mano derecha, y este rápidamente obedeció. —¿Y tú qué esperas? Siéntate.
Antonio acata inmediatamente la orden y se sienta en la silla que Lydia le señalaba. Pero estaba en un solo temblor.
—Veo que estás muy nervioso. Y deberías estarlo. —En ese momento abre la carpeta. —Antonio Duarte.
Ya con que le haya dicho su nombre real, Antonio supo que estaba en problemas.
—Doctora, está equivocada. Mi nombre es Pedro Luis Quintero. —Tal como le explicó su primo, debe asegurar que ese es su nombre.
—¡No mientas! ¡Odio que me mientan!
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