Soy Graciela, una mujer casada y con un matrimonio perfecto a los ojos de la sociedad, un hombre profesional, trabajador y de buenos principios.
Todas las chicas me envidian, deseando tener todo lo que tengo y yo deseando lo de ellas, lo que Pepe muestra fuera de casa, no es lo mismo que vivimos en el interior de nuestras paredes grandes y blancas, a veces siento que vivo en un manicomio.
Todo mi mundo se volverá de cabeza tras conocer al socio de mi esposo, tan diferente a lo que conozco de un hombre, Simon, así se llama el hombre que ha robado mi paz mental.
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Un castigo.
Una mala suegra.
Escuché los gritos de Catalina, molestando a mis chicas, no dejaría que esa mujer venga a gritar y molestar a mis empleadas, por lo que decidí salir y enfrentarla.
—¿Qué sucede señora Catalina?— la mire con odio, con molestia, no sabe cuánto me gustaría echarla.
Pero ella no me miró muy diferente, con su cabello blanco y su gran copete, demostró que realmente tiene más poder en mi propia casa que yo.
—Vamos, hazte a un lado, quiero ver qué tonterías haces tanto ahí encerrada— trato de pasar, hasta me empujó, pero no la deje entrar.
—No, es mi lugar privado— me crucé de brazos, protegiendo la entrada, era mi mirada contra la de ella.
Ella bufó con triunfo, —Vamos Graciela, será mejor que te muevas de ahí, o llamaré a mi hijo, no estará a gusto al saber qué estás horas encerrada con uno de los empleados— arqueo su ceña.
Mi mandíbula cayó por estúpida, como pude atreverme a desafiarla, a hablarle así, sabiendo lo mala persona que es esa mujer, mi voz empezó a temblar del miedo, últimamente Pepe se ha vuelto muy agresivo, así que no quiero saber hasta dónde es capaz de llegar, —Solo sabe traer problemas a mi casa, puede llamarlo y decirle lo que desee, estoy segura de que él no le creerá— trate de sonar segura de mí misma, pero la voz me traicionó.
—Ja, ja, ja, la voz te tiembla del miedo, no eres más que una estúpida y si no quieres dormir está noche en la calle, te pido que te hagas a un lado y me dejes pasar—
No la dejaría entrar, —No, no me quitaré, así que mejor ocupe su vida en algo mejor—
Dichas mis palabras le di la espalda y me encerré en la habitación para seguir mi rutina, de pintar mis cuadros.
Catalina gritos y golpeó la puerta con fuerza, la verdad no me importo, seguí ahí por horas, hasta que los golpes en la puerta se hicieron tan fuertes que me asuste, solo había pasado una hora y Pepe ya estaba ahí, ella lo llamó, quien sabe que le haya dicho, pero de algo estoy segura, él está enojado, dejé mis pinceles a un lado y miré la hora, ya era la hora de cenar, pasé tantas horas ahí que no me di cuenta.
—Graciela, abre la maldita puerta— su voz era fuerte y demandante.
Ya estaba segura de que algún castigo vendría a mí —Voy, espera un momento— retire mi delantal y mire mis hermosos cuadros, todo una obra de arte que pronto no estarían ahí, sabía lo que estaba por pasar, así que solo les di la espalda y abrir la puerta con suavidad.
Mis ojos chocaron con los de Pepe, estaban llenos de odio y mucha molestia.
—Te atreviste a tocar a mi madre— Pepe alzó su mano, solo pude cerrar mis ojos y sentir el fuerte ardor sobre mi rostro, mi cuerpo se tambaleó, pero no cayó.
Mi reacción fue llevar mis manos hacia mi rostro, con miedo a que volviese a tocarme, —Juro que no lo hice, solo fueron un par de palabras — le suplique al ver qué alzó nuevamente su mano.
Pepe solo me sujeto con fuerza del brazo, me sacó de la habitación y me arrastro por las escaleras, ningún empleado fue capaz de contradecir sus palabras — Aquí se respeta a mí madre, no toleraré ningún insulto hacia ella ¿Queda entendido?—
Al pie de la escalera todos me miraban con lástima.
En uni sonido se escuchó un: —Si señor—
Pepe me sacó a la fuerza de la casa y ahí supe que la amenaza de mi suegra era totalmente cierta, con un golpe seco me tiro hacia afuera.
—Hoy dormirás fuera de casa, veamos si así piensas antes de faltarle el respeto a mi madre —
Lo miré con odio, molesta, no pude evitar sentirme decepcionada de mi esposo.
Le di la espalda y me quedé ahí sentada en las escaleras de la entrada de la casa, desde ahí podía escuchar como Catalina se queja por todo.
—Te lo dije, debiste dejar a esa mujer, eres mucho hombre para ella— envenenando el corazón de Pepe.
—Ya te dije que no la dejaré, deben aprender a llevársela bien, tienen seis años en este dilema, a ver, dime, ¿dónde te agredió?—
No pude ver su rostro lleno de mentiras, pero estoy segura de que estaría llorando por cosas inventadas.
—Revisa mi espalda, me ha empujado contra la pared, solo porque le pedí dejarme entrar a ese lugar, desde que te fuiste ella no sale de ahí, Acasooo...
Apreté mis puños, estoy segura de que la difamación saldría de su boca, me acerque hasta la puerta para asegurarme de nunca olvidar sus palabras.
—¿Acaso que mamá? ¿Qué tratas de decirme?—
—Que ella pueda encerrarse en esa habitación con algún empleado, ya que todo eso es un misterio—
—Madre, Graciela me ama, jamás tendrá ojos para otros hombres, me ha jurado amor eterno frente a los ojos de Dios—
Sabía que Pepe me iba a defender ante su madre, no caería en esas difamaciones llenas de mentiras cochinas.
—Esa mujer es traicionera, cuídate hijo, jamás confíes completamente en una mujer—
Desgraciada, ahí entendí que ella es quien ha envenenado a mi esposo, todo el cambio de Pepe es por ella.
Me quedé ahí y la noche había sido cruel. El viento que bajaba de las colinas hacía crujir los pinos del jardín, se colaba por debajo de la pesada puerta de roble y le azotaba mi rostro mientras, sentada sobre el felpudo empapado, intentaba mantenerme erguida.
Por orgullo o por deseo de demostrar que era más fuerte de lo que todos creían, me quede fuera, abrazada a mis propios hombros, la cabeza gacha y la respiración temblorosa. Poco después, vencida, me recosté contra el marco de granito y me quede dormida.
"A las seis de la mañana Pepe salió de casa, la vio hecha un ovillo y solo sintió orgullo al someter a su mujer sin importar cuánto pudo haber sufrido, simplemente se marcho".
Pepe ahora se siente en las nubes con tanto halago que lo compara con el comportamiento de su madre y Graciela.