Holii mi nombre me lo reservo, pero soy colombiana y me gustaría compartibles mis historias y que les guste y me puedan apoyar. TQM
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Cuando dejamos de huir
Me desperté con la luz del sol colándose por la ventana de mi cuarto. La verdad… dormí como una bebé, cómoda y tranquila, algo que no me pasaba desde hacía días.
Revisé mi teléfono y me encontré con mensajes de Caro, de Deysi… y uno de Tiago. Mi corazón dio un brinco.
Chat con Tiago
Tiago: Buenos días, bonita. Espero que hayas descansado.
Tiago: ¿Después de tu ensayo podemos ir por un helado? 🙃
Pues claro que sí, hermoso.
Obvio, eso no se lo respondí.
Ann: Hola, buenos días.
Ann: Dormí muy bien, espero que tú también lo hayas hecho.
Ann: Y sí, me gustaría ir por un helado.
Envié el mensaje y como si hubiera estado esperando mi respuesta, contestó de inmediato.
Tiago: ¡Perfecto!
Tiago: Entonces espérame, no te vayas a ir.
Sonreí para mí sola.
Ann: No te preocupes.
Después respondí los mensajes de las chicas. Caro quería saber qué había pasado con Tiago después de que me llevó a casa. Deysi, en cambio quería saber cómo me sentía.
Tuve que contarlo todo.
Primero reaccionó sorprendida, luego se emocionó… y al final le dio miedo. Me dijo que tuviera cuidado, que no me ilusionara tan rápido y que protegiera mi corazón.
Y aunque no lo dijo, yo sabía que tenía razón.
Dejé el celular a un lado y fui al baño a cepillarme los dientes y lavarme la cara. Luego me preparé algo sencillo para desayunar, avancé un poco con las tareas de la universidad y me regalé un baño largo y relajante en la bañera.
Necesitaba estar en calma, porque algo me decía que este día… iba a ser importante.
La tarde transcurrió con tranquilidad, me encontraba saliendo de la academia, Tiago llegó justo cuando salía, con una sonrisa tranquila y esa mirada que me hacía olvidar en qué estaba pensando segundos antes. Caro y yo nos acercamos hacia él.
Tiago: Hola, hermosas —saludó sonriendo— ¿Cómo están?
Caro: Hola Tiago, espero que no te pases con Ann —dijo desafiante— Te estoy vigilando.
Tiago: Wow, qué miedo —respondió con una risa burlona— No te preocupes, está en buenas manos.
Caro: Eso espero.
Tiago: ¿Estás lista? —me dijo mirándome.
Ann: Siempre estoy lista.
Me entregó el casco para subirme a la moto, me despedí de Caro y nos dirigimos en busca de ese helado. A los cinco minutos llegamos a la heladería a la que me había llevado aquella vez.
Nos sentamos en una mesa afuera, en un rincón. Yo pedí helado de chocolate y Tiago, de fresa.
Ann: Oye, quiero probar tu helado.
Sin previo aviso le robé una cucharada.
Tiago: ¡Hey!
Ann: Mmm, está delicioso —me reí.
Tiago: Eres una ladrona de helados.
Nos reímos y hablamos de muchas cosas, hasta que con algo de miedo, le hice la pregunta.
Ann: Tiago… ¿cómo quedaste con Isabella?
Tiago: Le dije que no quería nada con ella, que iba a intentarlo en serio con alguien más.
Ann: Entiendo… ¿y no reaccionó mal? ¿No te preguntó quién era?
Tiago: La verdad sí, pero no le dije, sentí que no era necesario.
Tiago cambió el tema, y aunque sonrió, supe que la conversación se estaba volviendo incómoda.
Decidí no insistir.
Ann: Está bien… no tienes que contarme todo.
Tiago me miró, sorprendido.
Tiago: No es que no quiera —dijo con sinceridad—. Es solo que… me importa más lo que estamos construyendo aquí que hablar del pasado.
Y en ese momento, supe que no era solo un helado lo que estábamos compartiendo.
El silencio volvió a instalarse entre nosotros, pero esta vez no era incómodo. Era expectante. Tiago jugueteaba con la cucharita del helado, como si buscara las palabras correctas.
Tiago: No quiero prometerte nada que no pueda cumplir —dijo al fin mirándome—, pero sí quiero intentarlo… contigo.
Mi corazón latió más rápido.
Ann: Yo también —respondí en voz baja—. Y eso me asusta un poco.
Él sonrió, esa sonrisa sincera que no necesitaba fingir nada.
Tiago: A mí también.
Se inclinó un poco hacia mí, despacio, como dándome tiempo de detenerlo.
No lo hice.
Sentí su mano rozar la mía sobre la mesa, cálida y segura. Me miró a los ojos una última vez, preguntando sin palabras y yo asentí casi imperceptiblemente.
Entonces pasó.
Sus labios tocaron los míos con suavidad, como si quisiera memorizar ese instante. No fue un beso apresurado ni intenso, fue lento y cuidadoso.
Cerré los ojos y dejé de pensar.
Cuando se separó, apoyó su frente en la mía.
Tiago: Creo que este helado ya no es lo mejor del día.
Sonreí.
Ann: No… definitivamente no.
Y en ese momento entendí que, aunque no sabía qué iba a pasar después, estaba dispuesta a averiguarlo.