Reviví de entre los muertos, eso suena descabellado pero es prácticamente lo que sucedio.
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Capitulo: 20
MORGAN.
Me revolví en la cama, abrazando la almohada, intentando acurrucarme más en ella. Con el ceño fruncido, sin abrir los ojos, tanteé a mi alrededor. La confusión se apoderó de mí al incorporarme y mirar la habitación. La puerta se abrió y Caleb entró con un frappé en la mano. Me lo extendió y me dedicó una sonrisa apenada antes de sentarse en el borde de la cama.
—Lamento haberte traído aquí sin despertarte, o sin preguntar si querías dormir en esta cama.
Es solo que te demoraste tanto que pensé que te había pasado algo, como el día en que…
Su voz se apagó, incapaz de terminar la frase. Yo asentí, sabiendo a qué se refería: al día en que intenté acabar con mi vida. El día en que él había visto mi mayor vulnerabilidad.
—Ya no soy tan débil como crees, Caleb.
Me levanté de la cama, molesta, y tiré el frappé a la basura. Me puse mis zapatillas, caminé hacia mi reproductor de música y lo tomé junto con mis auriculares. Me até el cabello en una coleta y salí de la casa. Comencé a correr mientras "Do I Wanna Know?" de los Arctic Monkeys sonaba en mis oídos.
El día estaba nublado y la brisa era agradable, trayendo consigo el exquisito olor a tierra mojada, una señal de que la lluvia se acercaba. Pero no me detuve.
Seguí corriendo, pensando que si agotaba mi cuerpo y me mantenía en constante movimiento, mi mente no tendría tiempo para pensar en las inminentes consecuencias de mis decisiones, ni en el hecho de haber aceptado casarme con Caleb.
Mis piernas temblaban con cada zancada, mi pecho subía y bajaba, y mi respiración se volvió entrecortada. Respiré profundamente por la nariz, tratando de regularla. Llegué a un pequeño parque y me di cuenta de que la casa de Elijah estaba cerca.
Después de varios minutos caminando para relajar mi respiración, llegué a su casa.
Llamé dos veces a la puerta. Una sonrisa de felicidad se dibujó en mis labios, pero se borró al instante. Una chica pelirroja con un escote pronunciado abrió y me miró de arriba abajo con desdén.
—¿Y tú quién eres?
Su tono despectivo no me pasó desapercibido. Fruncí el ceño, confundida. Antes de que pudiera responder, Elijah apareció detrás de ella, posando una mano en su espalda para apartarla de la puerta. Mi cuerpo se tensó y solté un suspiro profundo antes de mirarlo.
—¿No se supone que deberías estar con tu novio y tu suegro?
Su voz sonaba amarga y molesta. Entendí a la perfección que mis acciones y decisiones lo enojaran, pero al final, él entendería que todo esto era necesario.
—Te echaba de menos, pero veo que estás bastante ocupado. Al parecer soy demasiado reemplazable.
Me encogí de hombros, me puse los auriculares y negué con una sonrisa irónica.
—Supongo que fue un error venir.
Me di la vuelta dispuesta a marcharme, pero su mano se enroscó en mi muñeca y tiró de mí, atrayéndome hacia su cuerpo en un abrazo.
—No te reemplacé, Morgan. Deja de decir tonterías. Jamás podría reemplazar a alguien tan espectacular y valiente como tú.
—¿Ah no? Pues la pelirroja que está en tu casa, con los senos al aire, parece pensar lo contrario.
Sus carcajadas profundas y divertidas me provocaron un escalofrío. Su cuerpo vibraba con la risa y yo levanté una ceja con indignación.
—No puedo creerlo, la egocéntrica Morgan está celosa.
Negué y me alejé de él como si su cuerpo quemara. Crucé mis brazos sobre el pecho y su mirada bajó rápidamente a ellos mientras se humedecía los labios. Chasqueé mis dedos frente a su cara y él reaccionó.
—Me encantaría poder mostrarte lo mucho que me vuelves loco. Lamentablemente, no puedo hacer eso con mi hermana en casa.
"Mierda". Mi cara debió ser un poema. Dejé caer mis brazos a los costados del cuerpo y lo miré, avergonzada. Cerré los ojos con fuerza, llevé las manos a mi rostro y lo cubrí, negando con la cabeza.
—No sabía que era tu hermana. Eso al menos explica su mirada condescendiente.
—Ella te miró así porque sabe quién eres.
Fruncí el ceño y apreté los labios en una fina línea, removiéndome, incómoda.
—¿Qué le has dicho de mí para que me odie?
—No te odia. Simplemente está molesta porque la mujer que me tiene completamente a su merced… está a pocos días de casarse con otro.
Mi corazón se detuvo por un instante. Sentí que el color me subía a las mejillas. Ladeé la cabeza, tratando de encontrar las palabras correctas. Pero lo que salió de mis labios fue un completo desastre.
—En realidad, me caso en unas horas.
Su rostro se deformó en furia. Apretó los puños y dio un paso atrás, mirándome como si no pudiera creer mis palabras. Intenté dar un paso hacia él, pero levantó la palma de la mano, pidiendo que me detuviera. Mordí mi labio inferior con nerviosismo. Mi voz se quedó atorada en la garganta. No sabía qué decirle para arreglar algo que probablemente ya no tenía arreglo.
—Creo que deberías irte, Morgan. Sé muy feliz con Caleb.
La vena en su frente se marcó al mencionar a Caleb. Sus nudillos estaban blancos por la fuerza con la que tenía los puños cerrados, tratando de contener la rabia.
—Elijah…
—No, en serio, Morgan, no. Por una vez haz algo de lo que te pido. Siempre soy yo quien hace todo por verte feliz, ahora te pido que hagas esto por mí.
Simplemente vete de aquí.
Sin decir nada más, se dio la vuelta, entró a su casa y cerró la puerta casi en mi cara. Cerré los ojos con fuerza, suspiré, tratando de calmar mi impulso.
Me di la vuelta y me alejé de allí.
De repente, la lluvia comenzó a caer sobre mí, empapando mi ropa, pero no me importó. Solo comencé a correr sin rumbo, rezando para que todo terminara de una vez.
Mi pecho ardía. Hacía unos minutos que había dejado de sentir gran parte de mi cuerpo.
Me sentía en modo automático, corriendo sin un destino fijo, perdida en mis pensamientos.
Estaba tan absorta en mi propia miseria que no me di cuenta de que había alguien frente a mí, hasta que mi frente impactó contra un pecho fuerte y duro. El impacto me lanzó hacia atrás, haciéndome caer sentada en medio del aguacero.
Mi vista se fijó en los zapatos de esa persona y no la levanté hasta que habló. Sentía mis labios completamente fríos y probablemente de un tono lívido.
—¡¿Tienes idea de cuánto tiempo llevamos buscándote por todo el maldito lugar?! ¡Pudiste haber muerto!
Fruncí el ceño, molesta, y desvié la mirada. Suspiré pesadamente, cruzando los brazos, sin la menor intención de moverme del lugar. Un gruñido del pelinegro me hizo dudar entre hacerlo enojar más o simplemente levantarme para evitarme dolores de cabeza.
—La boda se pospondrá al menos una semana. Papá logró desviar la atención de la CIA, pero tenemos que hacer unas cosas antes de la boda, así que vamos.
El vuelo a Italia sale en dos horas y tienes que estar lista para ese momento.
Levanté una ceja, sin poder creer lo que decía. Apreté los puños.
Todo lo que había hecho sentir a Elijah hacía unos minutos había sido en vano, y ahora mi relación con él estaba más que arruinada.
—Vamos, Morgan.
Caleb habló con un tono exigente justo cuando me disponía a replicar y negarme a ir con él. Se agachó a mi altura y, sin mucho esfuerzo, me cargó sobre su hombro y me subió a la fuerza a su camioneta.
Ya dentro del auto, puse mis manos en sus hombros para tratar de empujarlo lejos, pero unas esposas me aprisionaron.
Una risa burlona apareció en su rostro.
—Jódete, imbécil.