chicas no me maten, pero necesito publicarla o se me va a ir la idea
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capítulo 20
Vivían apartó la mirada. Sus labios temblaban y el nudo en su garganta se hizo insoportable. No estaba acostumbrada a que alguien le hablara con tanta determinación, como si de verdad le importara.
—¿Y si no funciona? —susurró, más para sí misma que para él.
Andrei no respondió de inmediato. Se limitó a mirarla, como si buscara en su rostro la chispa que aún quedaba de esa mujer fuerte que todos creían conocer. Se inclinó un poco más, lo justo para que su voz la envolviera en un susurro cargado de firmeza.
—Entonces fallaremos juntos. Pero al menos lo habremos intentado.
Un silencio pesado se instaló entre ellos. El tipo de silencio que solo se da cuando las almas se reconocen en el dolor.
Vivían asintió levemente, incapaz de hablar. Andrei soltó su mano, solo para levantarse y caminar hacia la ventana. Corrió un poco la cortina y observó el jardín iluminado tenuemente por las luces del exterior. Sus pensamientos estaban revueltos, entre la impotencia y una creciente necesidad de protegerla a toda costa.
—Esta noche te quedarás aquí —dijo de repente, sin volverse a verla.
—¿Qué? No, no puedo. Tengo que volver...
—No. —Su voz cortó el aire como una orden irrefutable—. Estás agotada y emocionalmente destrozada. Además, si alguien de tu familia te ve así, empezarán a hacer preguntas. Aquí estarás segura. Nadie preguntará nada.
Vivían apretó los labios. Sabía que tenía razón. Su cuerpo dolía y la cabeza le daba vueltas. Asintió, resignada.
—¿Y... dónde dormiré?
Andrei finalmente giró hacia ella y sonrió de lado, con ese aire de arrogancia que le era tan natural.
—En la habitación de huéspedes. A menos que prefieras la mía.
Vivían lo fulminó con la mirada, y aunque su rostro seguía pálido, una pequeña sombra de humor cruzó por sus ojos.
—No empieces.
—Está bien, está bien —respondió él con una risa suave—. Elena, la ama de llaves, te mostrará tu habitación. Si necesitas algo, solo pídeselo.
Andrei caminó hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo.
—Vivían...
Ella levantó la vista.
—No estás sola. Ya no.
Y con eso, salió, dejándola sola en la sala silenciosa, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Minutos después, en la habitación de huéspedes, Vivían se encontraba sentada en la cama, con la bata que Elena le había traído y una taza de té entre las manos. A través de la puerta entreabierta del balcón, la brisa fresca de la noche acariciaba su rostro.
Su mirada se perdió entre las luces lejanas de la ciudad. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que alguien no solo quería salvarla… sino que también estaba dispuesto a quedarse a su lado durante la caída.
Y eso, aunque le aterraba, también la hacía desear algo que había creído imposible: vivir.
***
Residencia Vitale – Comedor principal, 7:00 a.m.
La mesa del desayuno estaba servida, pero nadie había probado bocado. Vladímir hojeaba su teléfono con el ceño fruncido, Alek caminaba de un lado a otro con evidente impaciencia, y Sergei, sentado en la cabecera, mantenía la vista fija en la entrada, como si eso bastara para hacer aparecer a su hija.
—No está en su habitación —dijo Vladímir al fin, rompiendo el incómodo silencio.
—Y tampoco salió por el portón principal —añadió Alek—. Ni los guardias la vieron irse anoche. Esto no tiene sentido.
—¿Y si algo le pasó? —murmuró Sergei, con el tono contenido pero con la rabia temblando en sus venas—. No me gusta esto. Vivían no es de desaparecer sin avisar.
Justo en ese instante, se escucharon pasos decididos y luego la pesada puerta del comedor se abrió. Andrei entró como si fuera su casa, con el porte impecable de siempre, pero con una expresión distinta: serena, determinada.
—Buenos días —saludó con una leve inclinación de cabeza.
Sergei entrecerró los ojos.
— ¿Andrei? ¿Qué haces aquí tan temprano?
Andrei se acercó sin perder la calma y posó una mano firme en el respaldo de una silla.
— Vine a informarles que Vivían está bien. Se quedó a dormir en mi casa, anoche. Cenamos juntos y luego se quedó a descansar.
El silencio fue inmediato. Tres pares de ojos lo miraron con una mezcla de recelo, desconfianza y creciente tensión. Vladímir frunció el ceño. Alek entrecerró los ojos como si intentara descifrar si se trataba de una broma de mal gusto. Sergei se reclinó en su asiento, apretando la mandíbula.
—¿Cenaron... y simplemente se quedó a dormir? —preguntó Sergei con una mezcla de sorpresa e incredulidad.
—Así es. La cena fue tranquila. Hablamos. Nada más —respondió Andrei, sin inmutarse.
Nikolai, que hasta ese momento había estado callado, estalló.
—¿Y se supone que debemos creerte eso?
Andrei lo miró directamente, y por primera vez, dejó ver una chispa de incomodidad.
—Antes de venir aquí, estuve pensando mucho en esto —dijo, con un tono más grave—. Si algo así le pasara a mi hermano y ustedes lo supieran y no me lo dijeran... yo estaría furioso. Por eso estoy aquí.
—¿De qué diablos estás hablando? —espetó Nikolai, exasperado—. ¡Ve al grano!
Andrei respiró hondo, y entonces lo soltó:
—Vivían tiene un tumor.
La frase cayó como un rayo. Todos se quedaron congelados. Vladímir bajó el celular. Alek dejó de caminar. Sergei palideció.
—¿Qué demonios estás diciendo? —soltó Alek, con los ojos desorbitados.
—Digo que su hermana está enferma —repitió Andrei con serenidad—. Me lo contó anoche. Me pidió que no dijera nada, pero no puedo ocultar algo así a mi hermano ni a mi padrino.
—Mientes —bramó Alek, sin poder contenerse—. ¿Por qué confiaría en ti? Esto es absurdo...
—No le quedó otra opción. La confronté cuando vi cómo escapaba del hospital aquel día.
Los ojos de Sergei se movieron de Andrei a su hijo.
—Me dijiste que no era nada.
—Ella dijo que fue un bajón de azúcar —respondió Vladímir, sin levantar la voz.
Andrei levantó las manos ligeramente, como para pedir calma.
—Sé que es difícil. Ella no quería decírselos porque temía que la miraran con pena. Pero esto es real. Y por más que no quiera preocuparlos, necesita ayuda. Necesita a su familia... aunque aún no lo sepa.
—¿Y qué quieres que hagamos? ¿Pretender que no lo sabemos? —preguntó Sergei, con el rostro endurecido.
—Exactamente. Ella aún no está lista para enfrentarlos. Anoche, por primera vez, habló de comenzar el tratamiento... pero sigue con miedo. Si se entera de que lo conté, puede cerrarse otra vez. Por eso les pido que aparenten que no saben nada, por ahora.
Un nuevo silencio se instaló en el comedor. Esta vez, no era de sospecha, sino de asimilación.
—Voy a buscar a los mejores médicos del mundo —añadió Andrei con firmeza—. No voy a permitir que muera.
Sergei lo observó por un largo instante. Luego, con voz baja, preguntó:
—Entonces... ¿lo que mi hijo decía es cierto? ¿Estás interesado en Vivían?
Andrei lo miró con seriedad. No había arrogancia esta vez, solo convicción.
—Sé que este no es el momento, pero viéndola enfrentar algo así... no pienso perder más tiempo. Estoy enamorado de ella. Y juro por mi vida que haré hasta lo imposible para salvarla.
Sergei bajó la vista, visiblemente afectado. Nikolai se quedó sin palabras, atrapado entre la desconfianza y la necesidad de creer. Vladímir se frotó la frente con fuerza. Alek seguía con el ceño fruncido, pero sin palabras de burla.
Por primera vez, el hombre que tanto recelo les había generado parecía estar del mismo lado.
Tal vez, solo tal vez... no estaban tan solos como creían.
Es el famoso libre albedrío, del que todos ante una disyuntiva echamos manos ✋ y optamos por algo en entredicho 👍🏻🙌
Y tampoco ha habido acción 🤷 de él hacia Camila, para que descubran la joyita que es 🤨😵🤯