Sangre Rubí

La mañana siguiente, Evelyn llegó a la academia un poco más tarde que de costumbre. El sol apenas iluminaba los pórticos de piedra gris y las banderas de los clanes ondeaban pesadas por el viento fresco. Llevaba la chaqueta del uniforme a medio abrochar, el cabello atado de forma sencilla y la mochila colgando de un solo hombro.

Entró al aula de Teoría de Magia Aplicada y buscó el mismo asiento de siempre, cerca de la ventana. Varios estudiantes ya estaban allí; un murmullo constante llenaba el salón. Notó que, como de costumbre, las miradas se desviaban hacia ella por unos segundos antes de volver a sus propios asuntos. Evelyn ya se había acostumbrado a esa sensación.

Mientras sacaba un cuaderno y una pluma digital, escuchó un par de risitas ahogadas que venían de las primeras filas.

Lucía, la chica vampira de cabello negro azabache, perfectamente peinado y ojos color borgoña, estaba inclinada sobre el escritorio con dos de sus amigas. Todas llevaban el uniforme impecable y un brillo arrogante en los ojos.

Evelyn ignoró el comentario que apenas alcanzó a oír:

—Ahí está la favorita de los profesores…

La clase comenzó, y el maestro explicó con voz monótona los fundamentos de la resonancia mágica. Evelyn tomaba apuntes con calma, concentrada. Cada tanto sentía que alguien la observaba; cuando levantó la vista, Lucía estaba recostada sobre el codo, mirándola con una sonrisa que no tenía nada de amistosa.

Al terminar la lección, el profesor los dividió en parejas para un ejercicio de canalización de energía. Evelyn se puso de pie para buscar un compañero, pero antes de moverse, Lucía ya estaba frente a ella.

—¿Trabajamos juntas? —preguntó con un tono dulce que no coincidía con el brillo de burla en sus ojos.

Evelyn alzó una ceja, algo sorprendida.

—Si no tienes a nadie más, supongo que sí.

—Oh, no. Quiero trabajar contigo —dijo, ladeando la cabeza con una sonrisa que mostraba levemente los colmillos

Se acomodaron una frente a la otra en el centro del aula, siguiendo las indicaciones del profesor. Evelyn se concentró en el ejercicio, extendiendo las manos para generar el flujo que debía transmitir a su compañera. Lucía, en cambio, parecía más interesada en evaluarla.

—Sabía que eras… diferente —comentó en voz baja, solo para que ella escuchara—. Pero no imaginé que Adrian te hablara tanto.

Evelyn no se distrajo.

—¿Eso importa?

Lucía dejó escapar una risa suave.

—A ti tal vez no, pero a algunas sí. Adrian no suele fijarse en mujeres de tu estilo..

Debe de haber algo… curioso en ti.

Evelyn alzó los ojos, calmada pero con una chispa fría en la mirada.

—O quizá solo hablamos. ¿Es difícil de creer?

—No. Solo es raro que alguien como él pierda tiempo con alguien tan… corriente —respondió Lucía, bajando un poco la voz, pero manteniendo la sonrisa.

El flujo de energía entre sus manos osciló un instante. Evelyn respiró hondo, recuperando el control. No pensaba darle la satisfacción de verla alterada.

—Si tienes dudas, pregúntaselas a él. No soy su portavoz.

Lucía entrecerró los ojos, pero el profesor pasó cerca y ambas callaron.

Cuando el ejercicio terminó, Evelyn guardó sus cosas con la misma calma que siempre. Al salir del aula, Lucía la alcanzó.

—Espero que no creas que esto terminó aquí —murmuró con un tono bajo, rozando lo amenazante.

Evelyn se giró despacio hacia ella.

—No tengo tiempo para juegos. Si lo que buscas es impresionar a Adrian, adelante. Pero no me hagas perder el tiempo.

Lucía parpadeó, sorprendida por la respuesta directa. Durante un segundo perdió esa compostura que siempre lucía.

—Qué carácter… Espero que sea asi..—dijo, antes de marcharse con sus amigas.

Evelyn suspiró y continuó su camino hacia el comedor.

El día apenas comenzaba, pero sabía que esa rivalidad no se quedaría en simples palabras.

– Entre mujeriegos y sus zorras .. Que bien por mí - suspiró

••