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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.

¿Pero en realidad será una reencarnación tranquiLa?

Años más tarde se da cuenta que está en el mundo de una novela y un apocalipsis se aproxima.

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Despedida

El día había llegado.

El barco ya estaba amarrado al muelle y el cielo comenzaba a teñirse de tonos cálidos mientras las primeras luces del amanecer se filtraban entre las nubes.

El sol, en su lento ascenso, pintaba el horizonte de un naranja suave que tocaba el agua con una delicadeza que solo ocurría en esos momentos.

Leo estaba en brazos de su madre. 

No decía nada, pero su pequeña mano apretaba con fuerza la tela de la capa de Artemisa. 

Sus grandes ojos húmedos se mantenían fijos en la silueta de Elian, que aún no había bajado la mirada hacia ellos. A su alrededor, el bullicio del puerto comenzaba a cobrar vida. 

La gente se movía de un lado a otro, preparando todo para el día, pero dentro de Leo había algo completamente distinto: un nudo apretado, oscuro y pesado.

Sabía.

Sabía que esto era un adiós.

Tal vez no entendía la complejidad de la separación, ni qué venía después, pero reconocía ese aire espeso, esa presión en su pecho, esa manera en la que su madre hablaba con voz temblorosa y cómo Elian no lo miraba igual. Lo sabía. Y no quería. No quería dejarlo. No quería quedarse solo otra vez.

—Vamos, cariño, ya es hora —susurró Artemisa, con una sonrisa triste, intentando ocultar la humedad en sus ojos.

Leo no respondió. 

Solo apretó más la tela entre sus deditos.

Elian se acercó entonces, con su andar firme y su presencia inconfundible. 

Pero en su rostro había algo diferente. 

Algo torcido y silencioso, una tristeza que ni siquiera sus gestos controlados podían ocultar.

Leo lo miró fijamente, con los labios temblorosos. 

Quería hablarle. 

Quería decirle que no lo dejara, que fuera con ellos, que no lo soltara. 

Pero solo eran balbuceos en su boca, palabras que su lengua aún no podía formar.

Elian se agachó frente a él y le acarició el cabello con ternura. 

Leo inclinó su frente contra la mano de él como si eso bastara para quedarse allí para siempre.

—No llores, pequeño —murmuró Elian, con una voz suave que temblaba por dentro—. Todo va a estar bien. Lo prometo.

Pero Leo ya estaba sollozando. 

Al principio, fue un quejido ahogado.

—Aaah... mmmah... p-paa... —balbuceó, su cuerpo temblando.

Elian sintió cómo se le apretaba el corazón.

Leo sabía. Sabía lo que significaba esa despedida, aunque no supiera decirlo. Sabía que ya no vería a Elian igual. 

Que no lo abrazaría cada día. 

Que no escucharía su voz al despertar. 

Que lo dejaría otra vez, con ese vacío frío que había sentido una vez... una vez que ya no recordaba bien, pero que su corazón no había olvidado.

—¡Papaaa! —chilló de pronto, rompiendo en llanto, y extendió los brazos hacia él con desesperación—. ¡Baaaaahhh! ¡Waaaaaah! ¡Papaaaaaa!

Su voz era aguda, rota, desgarrada.

No quería que lo dejaran.

No otra vez. 

No como antes. 

No como en esa otra vida donde todo terminó en una muerte llena soledad y tristesa. 

No como cuando perdió a todos.

—¡Waaaaah! ¡Baaaahhh! ¡Papaaaaa! —gritaba, mientras su pequeño cuerpo se retorcía en los brazos de Artemisa.

Elian tragó saliva, su máscara de calma a punto de quebrarse.

—Leo... tranquilo... —dijo con la voz temblorosa, 

Elian tocó el reloj de patito que está en lauñeca del bebe.

Con un gesto rápido lo activó. 

Una imagen de su rostro apareció flotando sobre la pantalla mágica. 

El holograma de Elian lo miraba con una suave sonrisa.

—Mira, campeón. Siempre vas a poder verme aquí —susurró Elian—. ¿Ves? No estás solo.

Leo miró el holograma con los ojos anegados, pero no se calmó. Al contrario, sollozó más fuerte.

—¡No es lo mismo! ¡No es igual! —quería decir, aunque solo se escuchaban sonidos ahogados entre lágrimas—. ¡Waaahh! ¡Baaahhh! ¡Paaaahhh!

Artemisa intentó alejarse, caminando lentamente hacia el muelle con Leo en brazos. Pero el llanto del bebé no cesaba. Al contrario, se volvía más y más fuerte.

—¡Bwaaaaah! ¡Papaaaah! ¡Uwaaahhh! —los gritos eran tan intensos que comenzaba a faltarle el aire.

Su pequeña cabeza se agitaba, su cara estaba roja, su cuerpecito tiritaba entero. 

El calor subía rápidamente desde su pecho, quemándole la piel.

—No... no quiero perderlo... ¡Por favor no me abandones! —pensó, con su corazón tamborileando en su pecho. El miedo era puro, crudo, antiguo. Como si viniera de un rincón que no sabía que tenía—. ¡No quiero que me dejen!

—¡Aaaahhh! ¡Waaahhh! ¡P-p-paaaahhh! —sus alaridos se volvieron más roncos, más rotos.

Elian los observaba desde la cubierta, con la mandíbula apretada, el corazón latiendo desbocado. 

Su mirada se encontró con la de Leo justo antes de que todo ocurriera.

Leo se arqueó en brazos de su madre, su pequeño pecho subía y bajaba con esfuerzo. 

El color comenzaba a abandonar sus labios. 

La fiebre, alimentada por el llanto y el desconsuelo, se desató de golpe.

Su respiración era desigual. Inestable.

—N-no puedo... —pensó Leo, con el cuerpo desorientado. Todo daba vueltas. Todo era calor y tristeza—. No quiero... no quiero quedarme sin él... no.. No me dejes por favor......

—¡Bwahhh... ahhh...! —el último sonido escapó de su garganta como un suspiro, antes de que su cuerpo se aflojara por completo.

Artemisa lo sintió de inmediato. 

Sintió cómo el peso de Leo se desvanecía, cómo su cabecita reposaba sin fuerza sobre su hombro, cómo su aliento se volvía cálido y errático.

—¡Leo! —gritó, deteniéndose bruscamente. Sus ojos se abrieron de par en par. 

El color del bebé se desvanecía,, sus pequeños labios se estaban volviendo azul, el calor se estaba convirtiendo en un espantoso frio y su cuerpecito ardía de fiebre.

—¡Elian! —Artemisa grito entonces, con una desesperación que partía el aire.

Elian ya corría hacia ellos. Ya lo había visto todo desde el pequeño reloj de Leo.

^^^Continuara....^^^

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Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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