Con Miedo Amar

Ya estábamos dentro del jacuzzi, con las burbujas relajándonos y la música suave de fondo, cuando de repente escuché voces… voces demasiado familiares.

Caro levantó una ceja.

Caro: ¿Oíste eso?

No me dio tiempo de responder cuando la puerta abrió y entraron Juan y Pedro como si estuvieran llegando al parque, no a un spa.

Juan: ¡Uuuuy, miren quiénes están aquí!

Pedro: Qué coincidencia tan… inquietante.

Yo fruncí el ceño.

Caro: No puede ser…—Murmuro.

Y detrás de ellos, por supuesto… Tiago.

El mundo me pudo haber tragado en ese instante y yo feliz.

Tiago entró con una toalla al hombro, camiseta blanca, pantaloneta negra y ese cabello un poco despeinado que le queda demasiado bien para mi paz mental.

Pero lo peor fue su cara cuando me vio, no fue sorpresa. Fue alivio, como si me hubiera estado buscando.

Tiago: Hola, Ann…

Ann: ¿Qué hacen aquí?

Juan sonrió descaradamente.

Juan: Spa day, obviooo, también tenemos derecho a consentirnos.

Pedro: Además—miró a Tiago, burlón— él insistió en venir a ESTE spa específicamente.

Le lancé una mirada a Tiago y él le soltó un codazo a Pedro, como pidiéndole que se callara.

—Ay, por favor.

Caro disimuló una risita.

Caro: “Excusa absurda para venir” era poco, ¿no?

Yo rodé los ojos.

Tiago se acercó un poco más al jacuzzi, pero mantuvo distancia. Como si no supiera si podía acercarse o si yo lo iba a meter bajo el agua para ahogarlo.

Tiago: Solo quería… ver si estabas bien.

Eso me desarmó un poco, pero fingí indiferencia.

Ann: Estoy perfecta, puedes irte.

Juan y Pedro se miraron entre ellos y luego al jacuzzi.

Juan: ¿Podemos unirnos?

Pedro: Pues ya estamos aquí…

Caro: ¡No!

Ann: ¡Definitivamente no!

Juan: …Lo tomaremos como un sí.

Y sin pedir permiso, se tiraron al jacuzzi salpicando todo. Yo pegué un grito escandaloso, Caro también.

Ann: ¡¡Oigan!!

Caro: Esto es un spa, no una piscina pública par de locos.

Pero lo admito me dio risa, los dos parecían niños haciendo burbujas con las manos y empujándose.

Tiago se quedó afuera mirándome, esa mirada suave, indecisa… culpable.

Yo intenté ignorarlo.

Pedro empezó a hacer chistes, Juan metió la cabeza bajo el agua como si fuera un delfín, Caro los regañaba y sin darme cuenta terminé riendo de verdad, por primera vez desde el beso.

Y justo cuando estaba relajándome, Tiago se acercó al borde del jacuzzi y dijo en voz baja, solo para mí:

Tiago: Me alegra verte sonreír… aunque no sea conmigo.

Mi corazón dio un maldito salto.

Entre el caos que Juan y Pedro estaban armando —porque ahora Pedro estaba intentando hacer “hidromasaje manual” y Juan fingía que se estaba ahogando— se acercó una trabajadora del spa con cara de “los voy a sacar a todos”.

Trabajadora: Señores… por favor mantengan la calma o tendré que pedirles que abandonen el área.

Caro: Gracias, de verdad gracias.

Ella me guiñó un ojo y apuntó hacia un pequeño pasillo iluminado con luces cálidas.

Trabajadora: Señorita, si quiere algo más tranquilo, puede usar la zona de relajación que está vacía.

Caro entendió enseguida.

Caro: Ann, ve yo me encargo de estos parásitos acuáticos.

Juan: ¿Parásitos?

Pedro: ¡Oye!

Yo negué con la cabeza, divertida… y al dar un paso fuera del jacuzzi escuché detrás de mí:

Tiago: Yo la acompaño.

Me congelé.

Caro no dijo nada… solo me lanzó una mirada de “no huyas” y me dejó ir.

Avancé hacia el pasillo, donde todo estaba silencioso y perfumado con lavanda. Llegué a una sala tranquila: sillones blancos, luz tenue y música suave. Me senté, exhalando el aire que llevaba horas guardado.

Tiago entró despacio y cerró la puerta.

Por unos segundos… silencio.

Él se acercó un poco, pero mantuvo distancia, me miraba como si estuviera estudiando cada gesto, como si buscara permiso… o perdón.

Tiago: Ann… lo que pasó ayer…

Ann: No quiero hablar de eso.

Tiago: Yo sí.

Lo miré y tenía los ojos cansados, como si tampoco hubiera dormido.

Ann: Fue un error, Tiago, eso es todo.

Tiago dio un paso hacia mí.

Tiago: Para mí no lo fue.

Mi estómago se contrajo.

Ann: ¿Entonces qué fue? Porque te recuerdo que tú estabas con Isabella o eso parecía.

Él apretó la mandíbula, como si la simple mención lo incomodara.

Tiago: No estoy con Isa, no lo estoy y nunca estuvimos juntos…, juntos de verdad.

Ann: Entonces explícame el beso.

Tiago: Fue ella, yo estaba confundido, molesto, no sé, solo fue un mal momento.

Reí sin humor.

Ann: Ah claro, conmigo fue impulso y con ella “mal momento”. Qué conveniente.

Tiago se agachó frente a mí, quedando a mi altura.

Tiago: Ann… yo te besé a ti porque quise, porque llevo tiempo queriendo hacerlo, porque cuando te miro… me olvido del resto.

Mi corazón latió tan fuerte que sentí que él podía escucharlo.

Ann: Pues deberías haberte olvidado de mí antes de besar a otra.

Él cerró los ojos un segundo, como si mis palabras dolieran más que cualquier regaño del spa.

Tiago: Lo sé y lo siento, en serio, pero no vine a que me perdones, porque no quiero que te alejes.

Silencio.

Mi mirada cayó a mis manos y temblaban.

Ann: Yo… no sé qué sentir Tiago, no sé qué pensar. Todo esto me duele… y me asusta.

Él levantó mi barbilla con cuidado, tan suave que casi no lo sentí.

Tiago: A mí también Ann, pero te juro… que no quiero confundirte más. Quiero ser claro contigo, quiero algo real si me dejas intentarlo.

Sentí mis ojos llenarse otra vez.

Ann: No me digas esto aquí… en un spa, mientras nuestros amigos destruyen el jacuzzi.

Él sonrió apenas, una sonrisa triste.

Tiago: Entonces dime cuándo, dime dónde. Solo… no me digas que esto se acaba antes de empezar.

Yo tragé saliva, tratando de ordenar mi respiración.

Ann: Necesito tiempo.

Tiago asintió al instante.

Tiago: Te lo doy, todo el que necesites, solo… no me cierres la puerta, Ann.

Y esa fue la primera vez que no supe qué responderle.