🔞⚠️ ADVERTENCIA: ES UNA HISTORIA CON CAPITULOS SENSIBLES ⚠️ PARA +18
Edward Safra lo tenía todo: belleza, dinero, poder y un escándalo familiar que casi lo destruye. Ahora dirige su propia empresa y jura no repetir los errores de su padre. Hasta que dos mujeres llegan para ponerlo de rodillas.
Estrella Portugal, sofisticada y prohibida, le enseña lo que es el deseo sin límites. Marcela Molina, audaz y curiosa, lo despierta con una dulzura peligrosa.
Entre encuentros secretos, miradas que queman y una tensión que no da tregua, deberá decidir si ¿someterse a la pasión que lo consume o dejarse llevar por la que podría destruirlo o reconstruirlo?
Una novela cargada de sensualidad, secretos, traiciones y encuentros que nadie debería confesar.
NovelToon tiene autorización de R Torres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
18. Alguien que mira desde afuera
Los pronósticos del tiempo no la habían anunciado, pero una lluvia persistente apareció sin ser llamada, varios de los pacientes habían cancelado. Así que Marcela, aprovechó el tiempo libre para ordenar sus archivos y actualizar algunas tablas de seguimiento nutricional. A media tarde, subió a la sala de descanso para servirse una taza de té.
Cuando llegó, encontró a Edward sentado en el sofá, pese a que sostenía un informe, su mirada no estaba en el documento, parecía perdida en el vacío; conocía esa sensación cuando el corazón pesa porque el miedo al adiós domina más que la razón.
- "¿Café frío o pensamientos muy calientes?", preguntó Marcela, con una sonrisa suave mientras se acercaba.
Edward levantó la mirada. Sus ojos estaban marcados por el cansancio, pero también por algo más profundo, el desgaste que causan las emociones que no se pueden controlar.
- "Un poco de ambos", respondió él, sin esfuerzo por disimular.
Ella se sentó frente a él, sin invadir, pero alguien que era capaz de dar tanto, no debería verse así, no debería sufrir así.
- "¿Puedo decir algo sin sonar entrometida?", preguntó Marcela.
- "Claro", respondió Edward.
- "Desde que te vi la primera vez, en aquella boda parece que llevas el mundo encima. Pero a veces, el mundo no se va, aunque lo cargues solo; deberías dejar de creer que eres el titán Atlas, no sé si lo sabes, pero puedes… quizás, dejar el pesado mundo a un costadito, al menos aquí, no puedo ayudar a cargarlo, pero puedo vigilar si lo bajas un ratito", manifestó Marcela.
Edward entrecerró los ojos; no estaba acostumbrado a que le hablen así. Con dulzura, sin filtros, pero sin exigencias. La mayoría de la gente lo trataba con distancia; con respeto, sí, pero como si no pudieran acercarse del todo, hasta Beatriz -la unica amiga mujer que tiene- ponía una barrera invisible entre ellos.
- "Es más difícil de lo que parece", dijo Edward finalmente. "A veces, ni siquiera sabes cómo empezar a soltarlo".
Marcela tomó su taza de té.
- "¿Y si solo empezaras por hablar conmigo?, aunque muchos me conocen por mi parloteo, también sé escuchar, al menos eso dice Zully, además, no juzgo a las personas, y no voy a decirte que todos somos únicos, sino que todos somos mágicos, porque cada uno tiene su propio hechizo y a veces no aprendemos a usarlo bien", manifestó Marcela sin dejar de mirarlo.
Él la miró, largo rato. No como se mira a alguien que te atrae, sino como se mira a alguien que te desarma un poco sin querer; como si tratara de encontrar la maldad que todos tenemos aunque sea en una pequeña proporción, esa chica parecía no tenerla, o quizás sabía muy bien no mostrarla.
- "No estoy acostumbrado a que alguien me mire sin querer algo", dijo Edward, con voz baja.
- "Yo no quiero nada", respondió ella, con la tranquilidad que le era natural. "Solo verte respirar mejor. Y si para eso sirve el té o escuchar en silencio puedo hacer eso", añadió encogiendo los hombros.
Edward desvió la mirada hacia la lluvia tras los ventanales.
- "Alguien muy importante para mí está digamos, luchando con una decisión. Algo que nos involucra a ambos. Y yo estoy atrapado entre querer esperarla o cerrar la puerta, pero nada es tan simple", se atrevió a decir Edward.
Marcela no preguntó nombres, no preguntó detalles, solo asintió; aunque en el fondo intuye de quien se trata.
Hubo un silencio largo, de esos que no incomodan, pero duelen. Finalmente, él habló.
- "A veces imagino que va a luchar por los dos, pero otras pienso que ya me soltó y yo no sé cómo soltarla. Es como si se me hubiera metido en la piel", confesó Edward.
Marcela cruzó los brazos, lo miró con esa calma suya que a veces parecía estudiada, pero que en ella había venido desde su nacimiento.
- "Tú podrías sobrevivir a otro error, Edward, ella no", dijo Marcela.
Él la miró, sorprendido, por primera vez desde que hablaban, algo en sus ojos pareció encenderse.
- "¿Eso crees? ¿Que soy… un error?", expresó Edward con molestia.
- "No", dijo Marcela, sin dudar. "Creo que puedes ser un error cuando actúas sin pensar. Cuando decides desde el impulso, desde ese instinto salvaje que se nota en el rostro. Cuando quieres tanto en el presente que no mides el daño a largo plazo. Esa mujer probablemente sea fuerte, pero no tienes idea de cuánto le habrá costado llegar a dónde está, de cuánto habrá tenido que sacrificar, y no es porque yo sea mujer, pero estadísticamente es la verdad, a nosotras nos cuesta más rápido ganar respeto, para que sea mucho más fácil perderlo. Y porque, además es madre, y conozco a varias madres, sus hijos a veces son todo, que preferirían morir a que salgan lastimados. Y tal vez, le estás pidiendo que salte al vacío sin malla de seguridad", manifestó Marcela.
Edward apretó los puños, sabía que no se lo decía como una recriminación, era una verdad dada por alguien que mira desde afuera, y que atravesaba el alma.
- "¿Crees que ella necesita tiempo?", preguntó Edward.
- "Creo que tú necesitas decidir si la amas o si solo necesitas no estar solo, porque si no es amor, entonces no la retengas. Y si lo es, entonces no la apresures. Y si es otra cosa, tal vez necesitas preguntarte si la pasión que te consume, y que se te nota cuando la vez; es realmente quererla bien; tal vez ella sea mayor, pero tú no eres un niño, debería saber ciertas cosas", respondió Marcela, con la certeza de quien no tiene que sonar bonito, si no dar su opinión con el alma.
Edward se pasó una mano por el rostro y cerró los ojos; como si en un minuto algunos recuerdos de su vida, pasaran rápidamente.
- "Eres tan joven, ¿cómo puedes saber todo esto?", cuestionó Edward.
- "La edad no es lo que te hace crecer. Es lo que tuviste que vivir para entenderte o tal vez el tiempo que ya no tienes para hacerlo", respondió Marcela. "Estoy aquí si necesitas hablar, o si solo quieres escuchar una voz que no sea la tuya", añadió con una sonrisa.
- "Gracias", susurró él.
Esa noche, cuando Marcela llegó a casa, se sentó frente a la laptop pero no grabó ningún video. Solo escribió una línea en su diario: “Hoy alguien fuerte dejó que lo mirara de cerca. Y aunque no lo dijo, creo que su corazón está en pausa.”
En el departamento del frente, Edward caminó hasta el balcón. La lluvia ya era una llovizna suave, miró el departamento de Marcela, había una luz tenue.
Y por primera vez desde hacía semanas, su pecho no dolía tanto, no porque se hubiera olvidado de Estrella, sino porque alguien le estaba enseñando, sin saberlo, que también podía ser una persona que no tiene que cargar el mundo en sus hombros, que por extraño que parezca el amor podría significar soltar y sostener al mismo tiempo.
Su impulso juvenil lo impulsó a llevar a Estrella a una encrucijada, y cuándo ella decidió entrar en esa incertidumbre, él resulta que ahora ya no..
Me encanta ese poderío
Que excelente trabajo 👍🏻
Que verdades tan cargadas de realismo y sinceridad les fueron dadas a Edward, quizás para contextualizar la relación