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Erick, El Mafioso

Erick, El Mafioso

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Posesivo / Arrogante / Mafia / Dominación
Popularitas:3k
Nilai: 5
nombre de autor: Muculu

—Te quise cuando no te entendía, te ame incluso cuando no debía—

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/Hola,mamá/

Corrí hasta que mis piernas me dolieron, hasta que mis pulmones comenzaron a quemar y el corazón me latía tan fuerte que sentía que se me iba a salir del pecho. El bosque parecía no terminar nunca, pero eso era bueno; mientras más me adentrara, más difícil sería para Erick seguirme. Mis pies apenas respondían, resbalando sobre el barro húmedo y la maleza, vislumbrando la luz del sol que se colaba entre los árboles como pequeñas flechas doradas.

Cuando por fin sentí que mis piernas flaqueaban, me escondí tras un tronco grueso y podrido. Mi respiración estaba descontrolada y las rodillas me sangraban. Me temblaban las manos, tenía miedo de mirar atrás y encontrar sus ojos oscuros persiguiéndome. Me quedé quieto, en silencio, escuchando. Nada. Solo el canto de algunos pájaros, y un río cercano corriendo lento.

Tenía que salir de allí. Tenía que ir al hospital. Mamá.

Pensar en ella me dio fuerzas. Me incorporé como pude y comencé a caminar hacia donde creí que debía estar la carretera. Tardé al menos una hora en encontrarla. El sol ya estaba alto, y el calor comenzaba a ser insoportable sobre mi piel herida. Cuando salí a la autopista apenas podía mantenerme de pie. Estiré el pulgar con la esperanza de que alguien se apiadara de mí. Entre el polvo, los autos pasaban sin detenerse. Hasta que uno frenó con brusquedad: una camioneta vieja, color verde oliva, con placas desgastadas.

El conductor era un hombre de mediana edad con gorra y bigote tupido. Me observó con cautela a través del vidrio.

—Muchacho, ¿qué te pasó? —preguntó, abriendo la ventana.

—Tuve un accidente… necesito ir al hospital general... por favor —dije entrecortado.

El hombre me miró con extrañeza, pero quizás con compasión. Asintió despacio.

—Sube.

Me acomodé como pude en el asiento del copiloto. La camioneta olía a tabaco viejo. Agradecí internamente que el motor rugiera y comenzáramos a avanzar.

—¿Cómo te llamas, hijo?

—Jacob —respondí casi en susurro. Mis labios estaban partidos y secos—. Gracias por ayudarme.

—Me llamo Justino —dijo mientras encendía la radio bajito. La música ranchera llenó el silencio incómodo—. Te llevo al hospital general. Falta como una hora.

Asentí lentamente, sin fuerzas para hablar más. Mis párpados empezaron a caer, pero cada vez que me quedaba dormido, la imagen de Erick mirándome, gritándome, me despertaba sobresaltado.

Al llegar al hospital, Justino me ayudó a bajar y me entregó a una enfermera. Me admitieron rápidamente. Mientras me desinfectaban los raspones, yo insistía en preguntar por mi madre.

—Se llama Marta Moreno… está internada aquí desde hace unas semanas —le dije a la enfermera.

Ella revisó en el sistema y me miró con una mezcla de pena y ternura.

—Sí, está en el tercer piso, sala de cuidados. ¿Estás seguro de que no quieres que un médico te revise primero?

—Estoy bien… por favor, necesito verla.

Me permitieron subir aún con mis brazos vendados con gasas improvisadas. Caminé por los pasillos que olían a desinfectante, con las luces blancas parpadeando sobre mí.

Cuando finalmente llegué a la puerta de su habitación, mis manos comenzaron a temblar. Me asomé lentamente.

Mi madre estaba ahí, acostada con su piel pálida, una vía en el brazo y respirando con dificultad. Mi hermana menor, Cristina, dormía sentada en una silla, con la cabeza apoyada en la pared. Tenía el uniforme de su trabajo arrugado. Al verme en la puerta, dio un respingo y se levantó con los ojos abiertos de par en par.

—¡Jacob! —gritó, corriendo hacia mí—. ¡¿Dónde estabas!? ¡Mamá estaba súper preocupada, te hemos buscado por todas partes!

La abracé fuerte, sintiendo que todo el dolor valía la pena por ese momento.

—Perdón, Cris… tuve un problema —dije simplemente.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al acercarme al borde de la cama de mi mamá. Ella abrió lentamente los ojos, adormilada por los medicamentos. Cuando me vio, sonrió débilmente.

—Mi niño… pensé que… pensé que te había pasado algo —susurró con voz rasposa.

—Estoy aquí, mamá… ya estoy bien —tomé su mano con suavidad—. No sabes cuánto te extrañé.

Ella apretó mis dedos con fuerza. Sus ojos, cansados, se llenaron de lágrimas.

—¿Dónde estabas…? ¿Por qué no llamaste?

Tragué saliva. No podía contarle todo: el secuestro, Erick, la mafia, la huida desesperada. No quería alterarla más, no en su estado.

—Tuve un contratiempo… me robaron el celular —mentí con la voz quebrada—. Pero estoy contigo ahora. No me voy a mover de tu lado, lo prometo.

Mi hermana me miró de arriba abajo, notando mis heridas. Me apartó del oído y susurró:

—Jacob, dime la verdad. ¿Qué te pasó? Estás todo golpeado.

—Te lo explicaré después… sólo prométeme que no dirás nada a mamá —le pedí.

Ella asintió silenciosamente, aunque sus ojos estaban llenos de preocupación.

Pasé toda la tarde con ellas. Mamá dormía la mayor parte del tiempo, pero cada vez que abría los ojos y me veía a su lado, yo sentía que había hecho lo correcto al escapar. Hablé con los doctores. Su enfermedad respiratoria se había complicado. Estaban esperando unos resultados.

Al anochecer, insistieron en que me dejaran pasar la noche en la sala de acompañantes. Cristina fue a casa a cambiarse. Yo me acomodé en un sillón incómodo, sin dejar de mirar la puerta cada vez que se abría. El miedo a que Erick me hubiera seguido hasta aquí me mantenía alerta. Cada sonido me hacía brincar.

Yo sabía que no faltaba mucho tiempo para que Erick me encontrará y me raptara de nuevo.

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౯̸꯭ּ۫۫۫ ιsαυυɾ🥀̼ᩙᰱ⸼۪ ࣪࣪ ּּ
Muy buen inicio. Que bien que aun haya gente que escriba novelas narrativas. Las chatstory son una nueva modalidad muy entretenida y todo, pero una buena novela, y bien escrita, narrada a detalle es insuperable. Sigue así!
Muculu: gracias, ojalá te guste mi novela
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