Soy Sandra Mehias mi familia era una de las mas poderosas del país, pero debido a un mal negocio hecho por mi padre quedamos sin nada, mi esposo Fabriccio Berlusconi un poderoso empresario dueño de empresas Berlusconi.
Nuestro matrimonio siempre estuvo cargado de amor, aunque en ocasiones teníamos problemas como en cualquier matrimonio habíamos logrado formar un hogar estable para nuestros hijos: Maria Alejandra de 16 años e Iker de 14 años, ambos la luz de mi vida.
Pero un día todo cambió el cuento de hadas que había creado desapareció y mi matrimonio de 20 años fue marcado por una tragedia. Acompáñame a descubrir secretos ocultos y traiciones que marcaron el fin y el inicio de mi vida
NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo XVIII Abrirse nuevamente al amor
El fin de semana llegó rápidamente, y la cena con Marcelo se desarrollaba con una familiaridad sorprendente. Mis hijos se llevaban tan bien con él que no podía evitar sentir una gran felicidad al verlos animados, conversando como si fuéramos una familia. Nunca imaginé que se adaptarían tan rápido a la muerte de su padre, ni que aceptarían a otro hombre en sus vidas.
“¡No te quedes ahí parada! Ven, únete a la conversación,” me dijo Marcelo, sacándome de mis pensamientos.
Sonreí al encontrarme con su mirada, llena de algo que no sabía describir, pero que me llenaba el alma. “Están muy platicadores esta noche,” comenté mientras tomaba asiento a su lado.
“Los chicos me están contando cómo les va en el colegio,” respondió Marcelo, tomándome la mano. Su gesto me tomó por sorpresa y, aunque me sentí un poco incómoda con mis hijos observando nuestra cercanía, no pude evitar sonreír.
“Se ven tan bien juntos,” comentó Mariale, sorprendiendo a todos con su madurez.
“¿De qué hablas, hija? Marcelo y yo solo somos amigos,” respondí rápidamente, tratando de restarle importancia.
Marcelo soltó mi mano y noté un cambio drástico en su expresión. La incomodidad era palpable, y mis hijos también lo notaron.
“¡Vayamos a jugar en la computadora!” exclamó mi hija, llevándose a su hermano y a Andrés, dejándonos solos a Marcelo y a mí.
El silencio se instaló entre nosotros y el ambiente se volvió tenso. “Entonces solo somos amigos,” dijo Marcelo, rompiendo el silencio. “Pensé que lo que sucedió entre nosotros ayer era algo más que amistad.”
Me quedé mirando un punto fijo sin saber qué responder. “Es cierto que ayer pasó algo entre nosotros… Pero nunca aclaramos lo que ocurrió. No quiero darles una mala impresión a mis hijos.” Fui sincera; no quería engañarme otra vez.
“Yo voy en serio contigo. Sé que es pronto, dado que tu esposo falleció hace poco, pero no puedes pasar toda tu vida guardando luto por alguien que no te valoró. No somos niños; ambos sabemos lo que queremos. Te pido que no dejemos pasar esta oportunidad y vivamos lo que está naciendo entre nosotros.” La determinación de Marcelo me intimidaba un poco.
“Tienes razón; no tengo por qué guardarle consideración a alguien que me engañó y utilizó,” admití.
“Esa era la respuesta que quería escuchar. Pero no quiero que estés conmigo solo por despecho. Si mis intenciones fueran solo llevarte a la cama, no me importaría ser el clavo que saca otro clavo; sin embargo, contigo quiero todo… y cuando digo ‘todo’, es todo.”
Su honestidad me dejó sin palabras. Nunca había conocido a alguien tan sincero y firme en lo que decía. “Gracias por tu sinceridad. No quiero usarte para olvidar a quien me lastimó; puedo asegurarte que no será así. Aunque la traición de Fabriccio me dolió mucho, estoy decidida a continuar con mi vida.”
“Entonces sigue tu vida junto a mí. Dame la oportunidad de estar presente y ayudarte a superar todo lo que has vivido.”
La sinceridad de Marcelo me dejó pensando. En su mirada habia algo que me hacía sentir segura, como si realmente quisiera ser parte de mi vida y no solo una distracción pasajera. Pero, por otro lado, el recuerdo de Fabriccio seguía presente, como una sombra que no podía ignorar. “¿Y si mis hijos no aceptan esta nueva relación?” pregunté, llenándome de dudas. “Ellos han pasado por tanto ya…”
“Sandra,” comenzó Marcelo con suavidad, “lo importante es que tú te sientas bien. Ellos son inteligentes; eventualmente verán lo que hay entre nosotros. Aunque creo que ya lo saben. No estoy pidiendo que se conviertan en mis fans de inmediato, pero sí quiero ser parte de sus vidas. Solo necesito que me des la oportunidad.” Sus palabras resonaron en mi interior. Me imaginé a Marcelo compartiendo momentos con mis hijos: risas, juegos y aventuras. La idea me llenaba de esperanza, pero también de miedo. “¿Te gustaría venir a casa un día con tus hijos y que así ellos compartan más conmigo?” Me propuso, y sinti cómo el corazón me latía con fuerza ante la posibilidad.
“Me encantaría,” respondí, viendo su rostro iluminándose con una sonrisa genuina. “Podríamos cocinar algo juntos. Siempre he querido aprender a hacer esos platillos tradicionales que mencionaste que sabias preparar.”
“Eso podría ser divertido,” dije, dejando escapar una risa nerviosa. “Pero debo advertirte que mis hijos son un poco exigentes con la comida.”
“Desafío aceptado,” contestó Marcelo con confianza. El ambiente se relajó un poco y comenzamos a hablar sobre nuestras comidas favoritas y recuerdos familiares. Compartimos anécdotas divertidas, y pronto el silencio incómodo se transformó en risas y complicidad. Cuando finalmente nos despedimos esa noche, el aire estaba cargado de promesas y expectativas. Marcelo me dio un suave beso en la mejilla, un gesto tierno que me hizo sentir mariposas en el estómago. Al cerrar la puerta detrás de él, no pude evitar sonreír mientras recordaba cada momento compartido. Sin embargo, también sentí un pequeño nudo en el estómago al pensar en cómo reaccionarían mis hijos ante esta nueva etapa. Los días siguientes fueron un torbellino de emociones mientras preparaba todo para ir a la casa de Marcelo. Hablé con mis hijos sobre él sin entrar en demasiados detalles; "No somos niños, además sabemos que le gustas al papá de Andres". Dijo Mariale sonriendo.
El día finalmente llegó y, mientras organizabamos para ir a casa de Marcelo, sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. Mis hijos estaban entusiasmados; incluso sugirieron llevar algo para compartir con nuestros anfitriones.
Salimos en mi auto y mientras manejaba algunos recuerdos de momentos íntimos vividos en la oficina. Después de una media hora llegamos a la casa de Marcelo quien abrió la puerta sosteniendo un ramo de flores en su mano. “Para ti,” dijo mientras me las entregaba.
“Son hermosas,” respondí sinceramente, sintiéndome un poco abrumada por su atención. Al entrar a la casa, mis hijos lo vieron con una mirada de complicidad.
“Hola chicos,” saludó Marcelo con amabilidad, “Bienvenidos a su casa.” Dijo Marecelo visiblemente feliz.
"Mariale, Iker que bueno llegaron. Vayamos al jardín a pasar el rato". Andrés llego a la sala muy emocionado.
"¿No piensas saludar a Sandra?", preguntó Marcelo en forma de regaño.
"Lo siento Sandra, ¿Cómo estás?", preguntó algo apenado.
"No te preocupes, vayan tranquilos al jardín mientras tu padre y yo preparamos la comida".
Los muchachos se fueron al jardín dejándonos solos en la sala.
“¿Sabes cocinar?” Pregunto Marcelo atrayéndome hacia él.
“¡Claro! Ya te lo demostre en mi casa,” respondí con una sonrisa cómplice.
Nos pusimos manos a la obra y empezamos a preparar el almuerzo entre risas y coqueteos.
La a tarde transcurrió entre anécdotas sobre platos fallidos y recetas familiares. Mis hijos parecían disfrutar de su compañía tanto como yo, lo cual aliviaba mis preocupaciones iniciales. A medida que avanzaba la noche y compartíamos más momentos juntos, comencé a darme cuenta de que tal vez este nuevo capítulo no solo era posible sino también necesario para todos nosotros. Marcelo se convirtió alguien que me transmitía paz; su risa llenaba los rincones de mi corazón y su calidez suavizaba las heridas del pasado. A medida que terminamos la cena y nos sentamos a charlar en el sofá, miré a mis hijos reírse junto a él y comprendí que había tomado la decisión correcta al abrirme nuevamente al amor.
Ella tiene q andarse con cuidado, porq una resbalada y lamalvada exsuegra le quita los niños