Después de que sus padres se divorciaron, Talita y sus dos hermanos pequeños se quedaron a vivir con su madre. Sin embargo, esta situación no duró mucho. Talita y sus hermanos fueron echados nuevamente de la casa de su madre, quien prefería a su nuevo esposo y a su hijastra. Ni siquiera su padre biológico los aceptó. ¿A dónde deben ir Talita y sus hermanos? ¿Quién los cuidará, siendo tan pequeños? La respuesta está aquí. ¡Disfruta de la lectura!
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Capítulo 18
Hoy, Talita y Tania fueron de visita al cementerio donde descansaba Tasya. Solo podían ofrecer oraciones por su querida hermana pequeña. Hasta ahora, después del incidente del otro día, Bagas no se había presentado ante Talita.
"¿Cómo estás, hermanita? Debes de estar feliz de vivir allí. Mucha gente te quiere, Tasya. Reza por Tania y por mí, hermanita. Para que tengamos éxito y podamos enorgullecerte."
Hablaban mientras ocasionalmente se les escapaban las lágrimas. Tania también se limpiaba los mocos que no dejaban de salirle de la nariz.
"Tú... tú eres el del otro día en la comisaría, ¿verdad? Vaya, el mundo es un pañuelo. Nos volvemos a encontrar aquí".
"¿El señor Rian?"
"¿Por qué 'señor'?".
"Sí, Rian."
"Así que todavía recuerdas mi nombre".
"Siempre recordaré a las personas que son buenas y me ayudan. Y viceversa".
"Talita, vámonos a casa", dijo Tania de repente, acercándose a su hermana, que estaba hablando con un hombre desconocido.
"Hmm, Talita, ¿cómo habéis venido?".
"Vinimos en bicitaxi, señor".
"Eh, ¿por qué 'señor'?".
"Es que no nos parece apropiado llamarte 'hermano'", dijo Tania riendo.
"Bueno, como queráis. Os llevo a casa, vamos".
"Vale, señor. Así ahorramos dinero".
"Tania..."
"Sí, lo siento, señor. Estaba bromeando".
"No pasa nada. Ah, claro, dijiste que tenías dos hermanas. ¿Dónde está la otra?".
"Ahora es feliz. Así que ya no vive con nosotras".
"Ya veo. Bueno, vamos, que os llevo".
Al final, se subieron al coche de Rian. Tania tenía razón, era mejor ahorrar dinero.
*****
Al llegar a casa, Talita y Tania se quedaron atónitas al ver su puesto destrozado.
Las sillas y las mesas estaban rotas. Muchas cosas estaban dañadas. ¿Quién sería el culpable?
Menos mal que estaba el guapo policía Rian. Llamó a sus compañeros para que investigaran el caso.
"Tranquilas, ya he llamado a mis compañeros para que vengan".
"Gracias, Rian. Me pregunto por qué todo está así de destrozado. ¿Quién podría odiarnos tanto?".
"A lo mejor ha sido la señora del pintalabios, hermana".
"Tania, no se puede acusar a la gente sin pruebas".
"Pero si es ella la que nos tiene manía".
"¿Quién es esa señora del pintalabios? Qué cosas dices, hija".
"De verdad, señor. Esa mujer es una desagradecida. Antes, cuando Talita vendía comida para llevar, le pidió la receta. Y al poco tiempo, ella también empezó a vender lo mismo. Por su culpa, la comida de Talita dejó de venderse".
"¿Y luego?".
"Pues que cuando Talita tuvo éxito vendiendo pasteles, y pudimos mudarnos a esta casa y montar este pequeño puesto, ella vino, se puso a gritarnos y nos dijo de todo. Y encima, también empezó a vender pasteles, señor".
"Hmm... es sospechoso".
"Rian, Tania, no está bien hablar mal de la gente. No tenemos pruebas".
"Tranquila, Talita, conmigo estaréis seguras".
Mientras hablaban, la señora Romlah llegó con aires de grandeza.
"Vaya, ¿qué le ha pasado a tu puesto, Talita? ¿Le ha caído un rayo? Qué pena. Por eso no hay que ser presumida. Cuando se tiene suerte, hay que compartirla".
"No es nada, señora Romlah. Estamos bien. Ha venido una manada de perros salvajes y ha destrozado nuestro puesto. Parece que hay que educarlos mejor".
"¿Perros?".
