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Aria De Vida

Aria De Vida

Status: En proceso
Genre:Acción / Superpoder / Sci-Fi
Popularitas:362
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Ella siempre fue un experimento y nunca había visto el mundo exterior. Cuando al fin la dejaron salir, experimentó de primera mano la complejidad de los humanos y sobre todo, la vida en sí misma, salpicada de melodias alegres y tragicas.

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Capítulo 16

Las llamas ardían en las oficinas donde debería haber extintores de emergencia, el humo espeso no dejaba que nadie se acercara, mientras los burócratas del lugar maldecían y exigían al responsable de todo esto.

Hoy era el día de la reunión, pero todo se había vuelto caótico cuando una explosión sorprendió a todos. La explosión no fue masiva, pero sí lo suficientemente fuerte para causar caos y distracción.

El secretario de defensa estaba hecho una furia, las prioridades se veían opacadas por este incidente, y consternado ante la situación, ya se había olvidado del prisionero, menos el invitado que veía todo el caos desde el edificio más alto del lugar.

El invitado resopló con evidente desprecio hacia los humanos, que se movían por el lugar nerviosos. Se decía bien que los humanos, no eran tan inteligentes como la nueva raza daimon que había surgido por el virus. Miró hacia el lugar donde había visto desaparecer un coche negro blindado; podría él, con su fuerza y velocidad alcanzarlos y destruirlos, pero su prioridad era otra y sin duda, lo que realmente buscaban no era a esos dos que escaparon, sino a ese producto que lograría estabilizar a los daimon que no podían controlar sus poderes y deformidades, aunque era una lástima que él mismo no podría unirse a la diversión de cazar a esa obra que habían podido crear los humanos.

Miró con condescendencia el incendió que al fin se apagaba y bajó del edificio, saltando al suelo y llegando con un ligero aterrizaje.

Caminó hacia donde se concentraban los humanos y con una evidente burla, saludó.

-Vaya – sonrió con regodeo ante la desgracia de ellos – Creo que vine en un mal momento.

Los comisionados que aún ardían de enojo por el caos, se pusieron en alerta al ver a este hombre alto, con ojos rojos y cabello negro, su piel era demasiado pálida; y él les sonrió, mostrando sus caninos puntiagudos, dándoles una sensación de peligro.

El secretario de defensa, el señor Bates, un hombre de mediana edad y evidente color blanco salpicado en su cabello, y el rostro con arrugas pronunciadas, lo miró con sospecha. Deslizó su mano hasta su cintura donde tenía un arma de láser, sin embargo, la mirada penetrante de ese hombre le dio escalofríos en la espalda, haciéndole dudar de si debería dispararle.

-No lo haría si fuera tú – fue su advertencia

Bates se cuestionó si éste hombre era un daimon, y como si leyera su mente, le respondió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos fríos.

-Sí, soy un daimon. Me llamo Frederick.

Bates reconoció el nombre, asintió en comprensión y con una mirada hacia sus compañeros, les indicó que todo estaba bien. Se acercó a Frederick, nervioso de que el “producto” prometido, se había escapado bajo sus narices y apenas se habían enterado de ello, llenándolos de ansiedad.

-Señor Frederick, un gusto verlo – mintió con entusiasmo, acción que a Frederick le fastidió y levantó la mano para que detuviera su zalamería.

-Dejemos las falsas formalidades y vayamos al grano – lo miró enojado – Ya veo que no pueden hacer las cosas bien. La cosa que queríamos se escapó, ahora nosotros tendremos que ir a buscarlo personalmente.

Lo siento mucho – se disculpó nervioso Bates, sabiendo que es un daimon, temía que lo matara con solo sus pensamientos – En cuanto lo supimos, mandamos a un enorme grupo capturarla, pero…

-Deja las excusas – lo miró con enojo – Los humanos son tan inútiles. Como sea, solo entrégame toda la investigación sobre su creación y te entregaré el “Rascacielos”.

Escuchando la clave que Caín le había dicho, Bates confirmó que este daimon era el hombre que estaban esperando. No le agradaba cómo los despreciaba, pero teniendo ya la cosa de las manos de ellos, eso era lo de menos. Esto les daría el poder necesario para alcanzar, no solo la vida eterna, sino las capacidades para construir una nueva era en los que solo pocos gobernarían y eso no incluía a los daimon. Por ahora, solo permanecerían en cierta paz antes de que todo se deforme en una nueva lucha de poder.

Bates sonrió retorcidamente y Frederick solo sintió menosprecio ante su evidente pensamiento, pero el último en reír, sería la nueva raza daimon. Los demás, pequeños ilusos solo morirían borrachos de un poder que nunca les perteneció.

Aunque debería admitir, que habían hecho un mejor trabajo en cuanto crear a un daimon modificado que no sufriera deformación extrema y muerte prematura ante el uso extremo de sus habilidades, cuando los daimon mismo habían estado luchando por tener la creación perfecta luego de que Caín diera sus células para dicha meta. Sin embargo, con este resultado, esperaban al fin lograr lo que tanto anhelaban todos los daimon, una estabilidad en sus funciones cerebrales, para no perder el control de sus emociones y poderes.

Sacó una maleta blindada de color negro y se la mostró al viejo frente a él. Al instante pudo notar el brillo astuto del hombre y se burló en su interior al notar su evidente avaricia.

Lo invitaron a sentarse en otra sala, en donde querían ver con sus propios ojos los resultados de la fórmula del suero que habían creado los daimon. El suero, además de permitir una restructuración de las células para mantenerse joven y sin posibilidad de morir de vejez, también aumentaba la fuerza física como la de una bestia, pero sin convertirse en una y, lo más destacable, era el poder mental que adquirían sin perder la humanidad: el control mental.

El control mental beneficiaría a cualquier líder que no quisiera traidores, y gobernar con dictadura sin queja alguna. Tenía un rango de controlar hasta mil personas como una colmena, pero como todo beneficio, tiene un precio. El único precio era el cansancio excesivo, así como migrañas extremas una hora en el día en el que podría hasta el más receptivo del dolor, dejarlo loco. Pero como era una hora al día, los secretarios y burócratas estaban más que dispuestos a inyectarse el suero.

Sin embargo, para su infortunio, ese no era el único problema del suero. Frederick sonrió maliciosamente al recordar que ésta fórmula era defectuosa totalmente y no han podido encontrar solución a los efectos secundarios más graves. La migraña y cansancio solo era el preludio de su eterno mal; los dolores se intensificarían y se alargarían cuánto más uso del poder mental hicieran, y las frecuencias aumentarían gradualmente.

Y lo peor de todo, ante el desgaste mental sobre el abuso de ésta habilidad sería escuchar las voces internas de los controlados, como fantasmas penetrarían las mentes de estos pobres bastardos hasta volverlos locos y junto al dolor frecuente, terminarían matándose para dejar de sufrir, claro que eso sería evidente dentro de unos pocos meses. Por ahora, estarían extasiados de los resultados.

Frederick les sonrió, ocultando su deleite ante lo que les esperaba y prosiguió con administrar el suero a uno de los voluntarios “valientes” para probar su eficacidad. Abrió el maletín negro y sacó una jeringa con una cápsula especial que evitaba que el líquido se derramara; dentro, un líquido azul turquesa se mecía ante el movimiento del daimon. Sin preámbulos ni delicadeza, hundió la enorme aguja de metal, con extraordinaria precisión, en la arteria principal del cuello, sacándole un grito de extremo dolor al hombre valiente. Frederick apretó el botón encima de la jeringa y ésta con una leve presión, inyectó todo el líquido en la vena.

El hombre cayó al suelo y se retorció con evidente dolor, su piel de su cuerpo se movía extrañamente como si tuviera insectos retorciéndose debajo de la epidermis, haciendo que los espectadores tragaran saliva con nerviosismo. Y en menos de cinco minutos, el compañero dejó de arquearse y quedó inerte en el suelo. Todos empezaron a especular que había fallado cuando de pronto, ese hombre se sentó, viéndose como cuando tenía treinta años; delgado, alto, con cabello y sin arrugas.

Todos estaban sorprendidos y pronto la alegría desmedida se dibujó en los rostros arrugados y viejos de todos ellos.

Frederick sonrió con satisfacción.

-¿Quién es el que sigue?

1
YueYue
Brillante
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