Renace en la novela que había estado leyendo, dispuesta a salvar al villano..
*El mundo mágico tiene muchas historias*
* Todas las novelas son independientes*
NovelToon tiene autorización de LunaDeMandala para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Trabajo
En el carruaje, Ginger iba sentada frente a uno de sus hermanos, pero no estaba realmente allí.
Las ruedas avanzaban con un ritmo constante sobre el empedrado, el balanceo suave del viaje acompañaba el silencio cómodo que solían compartir. Él hablaba de la fiesta, de los encargos que había conseguido la joyería, de lo orgulloso que estaba su padre. Ginger asentía cuando correspondía, sonreía en los momentos justos.
Pero su mente estaba en otra parte.
En el prisionero que había visto en la fiesta.
En James Bristol.
En Alban Mortis.
No había esperado gratitud. Nunca la había buscado. Lo había hecho porque era lo correcto, porque no podía permitir que alguien muriera por una mentira. Aun así, su indiferencia le había dolido más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Ni una pregunta.
Ni una palabra de más.
—¿Estás cansada? —preguntó su hermano, observándola con atención—. Has tenido un día largo.
—Un poco —respondió ella—. Nada más.
Apoyó la mirada en la ventanilla. Las luces de Mercia se alejaban poco a poco, difuminándose en la noche. Recordó sus ojos en el calabozo, desconfiados, rotos. Y luego los de la fiesta.. firmes, contenidos, demasiado controlados.
[es como si hubiera renacido y quizá… yo ya no pertenezco a su nueva vida.]
Eso era lo que más dolía.
No el rechazo.
Sino la certeza de que había cumplido su papel.
Suspiró en silencio y se obligó a aceptar esa idea. Alban estaba vivo, libre, respetado. Eso había sido siempre el objetivo. Todo lo demás… era un deseo que nunca se había permitido nombrar.
En ese mismo instante, a varios kilómetros de distancia, Alban detuvo su paso.
Alban sentía algo moverse en su interior..
No era celos.
No podía serlo.
Era una molestia profunda, irracional, como si algo que no sabía que reclamaba le hubiese sido arrebatado. Se dijo a sí mismo que no tenía derecho alguno. Que Ginger había seguido adelante, como debía ser.
Y aun así, esa noche, ninguno de los dos durmió bien.
Al día siguiente, Ginger comenzó a trabajar de inmediato.
Se levantó temprano, con la disciplina que había construido a lo largo de los años, y se instaló en su taller privado. Sobre la mesa dispuso bocetos, piedras mágicas, herramientas de precisión y pergaminos con fórmulas de encantamiento. Las joyas encargadas la noche anterior no eran simples adornos.. debían proteger, resistir y responder a la magia de niños pequeños.
Se concentró, llamo a su equipo y comenzaron a trabajar de inmediato
Dibujó los broches de los trillizos Page para que reaccionaran solo ante peligro real. le explico a los magos y sus hombres encargados de las piedras.. Revisó la forma de la pulsera para la hija del general Hale, con su diseñadora pensando ya en una versión ampliada para el bebé que nacería pronto… su equipo la entendia muy bien.. y además reconocían que ella pagaba por sus servicios mucho mejor que cualquier otro noble..
- haremos todo según sus indicaciones mi lady..
Ginger no se permitió pensar en Alban.
No en su mirada distante.
No en su silencio.
No en la forma en que su nombre James Bristol había sonado tan ajeno.
—Él siguió con su vida —se dijo en voz baja—. Yo haré lo mismo.
Y, de verdad, lo intentó.
Horas más tarde, mientras supervisaba como pulian una piedra de protección, notó que sus manos ya no temblaban. La tristeza se había replegado a un rincón silencioso del pecho, donde podía existir sin dominarla. Ginger había aprendido a seguir adelante incluso con preguntas sin respuesta.
Mientras tanto, en otro punto del reino, Alban también retomaba su trabajo.
Supervisó a sus hombres, revisó rutas, dio órdenes claras. Nadie notó distracción alguna. Para ellos, James Bristol era un líder firme, justo, confiable. Un hombre que había dejado atrás su sombra.
Pero cuando el día avanzó y el sol alcanzó su punto más alto, Alban se encontró recordando un detalle mínimo de la noche anterior.. la forma en que Ginger había inclinado la cabeza al despedirse, elegante como siempre, ocultando algo que solo él había sabido ver.
Por eso, esa misma mañana, Alban llamó a uno de sus hombres más antiguos, el único que conocía su pasado sin conocer su nombre verdadero.
—Averigua con quién se fue anoche.. la señorita Evenhart.
El hombre asintió sin hacer preguntas. Estaban acostumbrados a obedecerle sin cuestionar motivos.
Alban intentó convencerse de que era solo precaución.
[Si es un mal hombre, debo saberlo]
Tal vez protegerla desde las sombras era lo único que podía permitirse. Tal vez eso era todo lo que le correspondía en la vida que había elegido.
No pasó mucho tiempo antes de que el hombre regresara.
—Mi señor —dijo—. Se fue en carruaje familiar. Iba acompañada por uno de sus hermanos. Greofrey Evenhart, si no me equivoco.
Alban parpadeó una vez.
Luego, algo inesperado ocurrió.
Una sonrisa lenta y auténtica se formó en su rostro, como si una tensión antigua, sostenida durante años, finalmente cediera. No era arrogante ni triunfal. Era… alivio.
—Ya veo —murmuró.
El hombre lo miró con sorpresa.
Y no fue el único.
Varios de los presentes intercambiaron miradas incrédulas. Muchos de ellos jamás habían visto a su jefe sonreír. Para la mayoría, Alban era firme, justo, implacable cuando hacía falta… pero siempre serio, siempre distante.
—¿Ocurre algo, mi señor? —se atrevió a preguntar uno.
Alban negó con la cabeza, aún con esa leve curvatura en los labios.
—Nada —respondió—. Solo… buenas noticias.
Se dio la vuelta y montó su caballo, el rostro ya nuevamente sereno, pero por dentro algo había cambiado.
Porque saber que Ginger no estaba sola.
Saber que no había nadie ocupando el lugar que él nunca se había permitido reclamar…
Le dio una calma peligrosa.
[Está a salvo.. y sigue siendo la misma.]
Mientras el trabajo avanzaba, Alban levantó la vista hacia el horizonte.
Había construido una vida nueva.
Había enterrado a Alban Mortis bajo otro nombre, otra reputación, otra causa.
Pero Mercia tenía una forma cruel y hermosa de cruzar caminos.
Y ahora que sabía que ella estaba bien… no estaba seguro de querer seguir huyendo para siempre.