Mary es una chica muy alegre y llena de sueños, aunque desde pequeña enfrentó muchos obstáculos, siempre es optimista y está con una gran sonrisa, buscándole siempre el lado bueno a todo, una día su vida cambiará, aunque al principio todo parece ir de mal en peor, pronto todo eso pasará a ser parte del camino para su felicidad, pues conocerá a su gran amor, aunque eso todavía no lo sabe, acompañame a vivit esa increíble historia, llena de dolor, lágrimas y felicidad.
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El encuentro.
Carlos llegó a la clínica y subió a ver a Mary, ella estaba cansada y con los ojos rojos, pidió un poco de comida para ella, le dijo que debe estar con fuerzas para apoyar a su hijo, ella aceptó y agradeció todas las atenciones, pero Carlos lo hacía con mucho cariño, la noche pasó muy larga, las horas se hicieron eternas para todos.
A la mañana siguiente Antonio se levantó muy temprano, casi no pudo dormir, se baño, se vistió, comió algo ligero y salió de inmediato a buscar en la clínica a su gran amigo, en la calle el tráfico estaba ausente, por el camino llamo a su amigo, para que lo esperara en recepción, quería conocer a la misteriosa mujer, y de paso ayudar a su amigo, cuando llegó Carlos ya se encontraba en recepción, saludaron y subieron por el ascensor, Antonio sintió que cada piso era un latido más fuerte en el pecho, y cuando entraron a la habitación, el golpe emocional lo dejó sin aire.
Mary estaba allí, sentada junto a la cama del pequeño, acariciándole la mano, su rostro cansado, sus ojeras marcadas, pero sus ojos…esos ojos, exactamente los mismos que lo habían perseguido durante dos años.
Ella levantó la mirada, confundida por la presencia de personas nuevas, entonces lo vio, era el, aquel hombre que la marcó para siempre, Antonio sintió que el suelo desaparecía, Mary se quedó helada, petrificada, fue el tipo de silencio que parte la vida en dos, los dos se reconocieron al instante.
—No puede ser… —susurró Mary, retrocediendo como si acabara de ver un fantasma.
Antonio dio un paso adelante sin pensarlo.
—Tú… tú eres la chica de la cabaña…
Mary apretó los labios y le lanzó una mirada llena de furia, temor y dolor acumulado.
Carlos los miró a uno y a otro, sin entender absolutamente nada.
—¿Ustedes dos se conocen?
Mary tragó saliva y sin apartar la vista de Antonio murmuró:
—Él… él es el padre de Tony.
Carlos sintió como si le hubieran arrebatado el aire del pecho.
—¿Qué…? ¿Él? —preguntó con incredulidad—. ¿Antonio? ¿Tú? ¿El papá del niño de Mary?
Antonio abrió la boca, completamente desconcertado.
—¿Padre? ¿Cómo que…? ¿Tony… es mi hijo?
Mary giró hacia Carlos, respirando con dificultad, repitiendo palabras que le dolían como una herida reabierta.
—Sí, él es el hombre, ese hombre que desapareció, el que no dejó ni un nombre, ni una forma de contactarlo, ni nada.
Antonio llevó una mano a su cabeza, shockeado.
—Mary… yo no… nunca supe… no tenía idea…
Ella lo interrumpió con un grito ahogado:
—¡Claro que no! ¿Y por qué ibas a saberlo, si para ti solo fue una diversión más? ¡Para ti yo no significaba nada!
Carlos se acercó a ella con suavidad.
—Mary, cálmate… recuerda lo que dijo el médico, el estrés…
Pero ella negó con fuerza.
—Déjame, Carlos, tenía derecho a decírselo… tenía derecho a odiarlo.
Antonio dio otro paso adelante, su voz temblorosa.
—Mary… no me fui por desinterés, no supe nada de ti, jamás pude encontrarte, si hubiera sabido…
—¡Pero no lo supiste! —lo cortó ella—. Y yo cargué sola con todo esto dos años ¡Dos años!
La tensión se volvió insoportable,
Daniela, que estaba en la puerta, salió rápidamente para avisar a los demás que subieran.
Mónica y Ana llegaron minutos después, abrazando a Mary, intentando sostenerla mientras lloraba.
Nacho, su hermano mayor, entró casi corriendo, había llegado desde otra ciudad en cuanto se enteró de la gravedad de Tony, al ver la escena, su mirada se volvió fría, peligrosa.
—¿Ese es? —preguntó señalando a Antonio—. ¿Ese es el desgraciado?
Carlos se interpuso, tensando los hombros.
—Amigo… cálmate. Hay un niño de por medio.
Pero Nacho estaba furioso.
—¿Cómo me voy a calmar? ¿Has visto a mi sobrino? ¿A mi hermana? —dio un paso hacia Antonio—. ¡Y tú apareces como si nada!
Antonio levantó las manos en señal de paz.
—Tienes razón en enojarte, pero yo no sabía… por favor… solo déjenme ayudar.
Mary hundió el rostro entre sus manos.
—No quiero pelear, Nacho, no ahora…
Las palabras se ahogaron en un sollozo.
Carlos se acercó a Antonio, sorprendido, casi en shock.
—Hermano… no puedo creerlo, tú… tú no eres ese tipo de hombre.
—Y no lo fui —contestó Antonio con voz firme—Nunca me habría ido así si hubiera sabido, Mary… fue especial para mí, yo… intenté buscarla, pero…
Mary lo miró con rabia y dolor entremezclados.
—Ahora no importa —susurró—, lo único que importa es Tony.
Hubo un silencio pesado, finalmente, Carlos habló con voz profesional pero quebrada por dentro.
—Antonio, necesitamos hacerte los exámenes de compatibilidad, Tony no tiene tiempo.
—Lo que sea necesario —respondió él sin dudar.
Las horas siguientes fueron una tormenta de emociones para todos.
Daniela se quedó con Mary, abrazándola mientras esperaban los resultados, cuidando también de su propio hijo, que jugaba con carritos en la sala, ahí fue donde Nacho se sentó a su lado, agotado.
—Gracias por cuidar a mi hermana —murmuró él.
Daniela le sonrió con suavidad.
—Ella haría lo mismo por mí.
El pequeño hijo de Daniela se acercó a Nacho con un juguete.
—¿Quieres jugar? —le preguntó el niño.
Nacho sonrió, algo tierno en su mirada endurecida.
—Claro, campeón.
Daniela observó la escena, con un calor inesperado en el pecho, ella y Nacho intercambiaron una mirada… una que decía más que cualquier palabra.
La conexión fue natural e inesperada, algo suave como un respiro en medio del caos.
Finalmente, el médico salió con los resultados en mano.
Todos se levantaron.
El médico miró a Antonio y dijo sin dudar:
—Eres compatible.
Mary cerró los ojos y dejó escapar un llanto silencioso, de alivio y miedo al mismo tiempo mientras Antonio respiró hondo, sin dudar.
—Entonces… hagámoslo.
Carlos puso una mano en su hombro, orgulloso.
—Gracias, hermano.
Antonio miró a Mary, ella no dijo nada, pero en sus ojos había algo diferente, ya no solo rabia, ya no solo dolor, eso fue como un rastro de esperanza, aunque con una pequeña grieta en su corazón.
Que la rescaten.