La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.
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Somos novios.
Una vez solo, nado hasta llegar a la cangagua, lugar donde me siento y llevo las manos a la cabeza. Intento digerir lo que me está pasando. Aprieto mis ojos y vuelvo a suspirar. No debo y no puedo enamorarme de Kiara Salman. Eso es inapropiado. Ella es una niña y yo soy un hombre. Además, es mi alumna. Me maldigo a mí mismo por ser un imbécil y besarla. No sé qué tiene esa niña que me hace descontrolar.
Horas después salgo del río y me dirijo a casa. Bajo del auto y subo hasta el segundo piso. Mi madre brama por lo mojado que ingreso.
—¿Qué fue lo que te pasó? ¿Por qué llegas así, empapado de agua?
—Caí al río —explico y me introduzco en la ducha. Mi madre no queda conforme y sigue esperándome.
—Adiel, explícame cómo te caíste al río.
—Mamá, déjame solo...
—¡¡Qué!!
—Lo que escuchaste, quiero estar solo —pido al encender un tabaco, el cual me quita de la boca y lo lanza al balcón.
—¿Sabes que odio que fumes? Mientras estés aquí, no fumarás.
—Está bien, no fumaré en tu casa, lo haré fuera.
Salgo de la habitación y bajo a toda prisa. Estoy furioso conmigo mismo porque se están despertando sentimientos hacia Kiara. De camino al pueblo no dejo de pensar en ella. Lo único que se me ocurre es ir a visitar a Leila. Acelero y me dirijo a su casa. Una vez que sale, la tomo de las manos y la beso apasionadamente.
Suelto un suspiro al mismo tiempo que suelto sus labios.
—¡Vaya! Este beso sí que me dejó sin aliento —pronuncia mordiendo sus rosados labios.
—¿Podemos ir al parque? —Escruto y ella asiente.
Subimos al auto y nos dirigimos al parque. Una vez ahí, vuelvo a besarla, y cuando lo hago mi memoria se transporta a otro lugar.
—Adi... —Verbaliza y sonríe—. Eso quiere decir que somos novios.
"Novios", esa palabra me hace suspirar profundamente. No vine a buscar novia ni mucho menos a enamorarme. Vine a pasar mi luto por la muerte de la única mujer que he amado en la vida.
—No lo sé —replico forzando una sonrisa.
—Me gustas, y lo sabes —vuelve a unir sus labios a los míos.
Paso toda la tarde con Leila y decido convertirla en mi novia. Aquella relación me ayudará a olvidar mi pasado y mantenerme al margen de esa adolescente que perturba mi conciencia.
—Adiel, no puedo creerlo... Cuando éramos niños no imaginé que llegaríamos de grandes a estar juntos.
—Ya ves, el destino se encargó de volver a unirnos —expongo y la abrazo.
Vuelvo a casa y me lanzo sobre la cama. Me pongo a pensar en lo que quiero para mi futuro. En realidad, no me parece mala idea formalizar una relación con la mujer que quise en mi niñez. Es mejor eso a seguir alimentando un sentimiento hacia una adolescente que no me traerá cosas buenas.
Aquella noche, Leila y sus padres se hacen presentes. Cenamos juntos y anunciamos nuestro noviazgo.
—Empezaré a preparar la lista de invitados —informa mi madre y poso la taza de café a un lado.
—¿Perdón? —Leila sonríe y sus ojos brillan. Me armo de valor y hablo— Aún no pensamos casarnos, apenas nos estamos dando la oportunidad de conocernos —explico.
—Así es, Fanny, es muy pronto para planificar una boda.
—No me parece —refunfuña mamá—. Ustedes no necesitan conocerse porque ya se conocen desde niños. Considero que no deberían perder el tiempo.
—Sí, es verdad, nos conocemos desde niños, pero no como pareja —aclaro—. Si nos disculpan... —Tomo la mano de Leila y la llevo hasta el jardín.
—Adi, juro que no tuve nada que ver...
—No tienes que disculparte, pero quiero dejar algo claro —proclamo mirándola fijamente—. No tengo pensado casarme. Nuestra relación es... —paso mi mano por el rostro al tiempo que suspiro—. Esta es una relación que apenas empieza. Para pensar en matrimonio sería después de algunos años.
Ella frunce el ceño y sonríe de medio lado.
—Tranquilo, por mí no hay problema. Sé que el matrimonio ya implica algo más serio. Lo nuestro, por ahora, es solo un romance.
Me alegra que lo haya entendido. Eso me hace sentir más aliviado.