¿Morir o vivir? Una pregunta extraña, sin duda, y una que no tuve la oportunidad de responder. El universo, caprichoso o sabio, decidió por mí. No sé cuál fue la razón de esta segunda oportunidad, de esta inesperada vuelta al ruedo. Lo que sí sé, con cada fibra de mi ser, es que la voy a aprovechar al máximo, que no volveré a cometer los mismos errores que me llevaron al final de mi primera vida. Esta vez, las cosas serán diferentes.
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Capitulo XV Nueva Alma despiadada
La estúpida de Alma estaba viviendo una vida de princesa, mientras yo estaba atada a un hombre que no amaba, un desabrido que no sabía cómo encender la llama de la pasión en mí. Sentía que todo lo que había hecho para deshacerme de mi hermana era un fracaso.
Tenía que encontrar la manera de arruinar su vida perfecta. Además, Lorenzo Estrada tenía que ser mío. Él sí era un hombre de verdad: guapo y millonario, el sueño de toda chica. Mi mamá entró a mi habitación interrumpiendo los pensamientos pecaminosos que tenía con el dueño de mi hermana, pues él le había comprado una carta que usaría en algún momento para arruinar esa relación.
—¿Por qué entras así a mi habitación?— reclamé a mi madre con fastidio.
—Lo siento, hija, pero tengo algo que contarte.
—Está bien, mamá. Imagino que debe ser algo muy importante para que irrumpas de esta forma.
Lucrecia se sentó en el sillón y empezó a soltar palabras que me llenaron de furia. —Tu padre fue a la empresa Estrada. Debido a la crisis que estamos pasando, piensa que Lorenzo Estrada podría ayudarnos. Ahora anda muy feliz con la tonta de Alma.
—¡Mi padre no debió hacer eso! Es humillante tener que ir a pedirle ayuda al amante de Alma.
Esa noticia me puso de muy mal humor. Yo quería acercarme a Lorenzo, pero si mi padre hacía eso, mis planes se arruinarían. Él pensaría que solo lo buscaba por su dinero.
—Le dije lo mismo, pero ya sabes cómo es tu padre, a él no le gusta escuchar consejos.
—Esto es un desastre, no puede estar pasando.
Tomé mi bolso y salí corriendo para alcanzar a mi padre. En el camino, idearía un plan para detenerlo.
...********...
Alma se veía hermosa sentada ahí en el sofá, leyendo una revista de negocios. Desde hace un tiempo, la he visto más madura, como si algo dentro de ella hubiera cambiado. Ese cambio, la verdad, me atrae mucho.
—Si sigues viéndome, no te va a rendir el día— dijo, sin levantar la vista de la revista. Su voz sonó tranquila, pero había una frialdad atrayente en ella.
—Mi querida novia se ha vuelto muy perspicaz. Ya hasta detecta cuando la estoy observando.
—Solo siento cuando tú me miras, pues invades hasta mis pensamientos— respondió, y esta vez, su coqueteo era más descarado.
—Puedo invadir eso y muchas cosas más.
Me levanté de mi silla y caminé hacia ella, sintiendo el impulso de devorar cada parte de su ser, de poseerla por completo.
El teléfono de la oficina interrumpió mis planes, haciéndome volver a mi puesto. Pero antes de sentarme, vi una sonrisa burlona en los labios de Alma, una que prometía que la batalla estaba lejos de terminar. —Sigue riendo, no tendrás tanta suerte la próxima vez— susurré.
Encogiéndose de hombros, volvió a su lectura mientras yo tomaba la llamada de mi secretaria. —Disculpe la interrupción, pero el señor Durán pide hablar con usted.
Hice silencio, dirigiendo mi mirada a Alma, que continuaba leyendo. —¿Le dijeron que estoy ocupado?— pregunté con un tono más frío.
—Sí, señor. Pero el hombre insiste y dice que no se irá hasta hablar con usted.
Sabía que no podía mandarlo a sacar, sería un escándalo para la prensa, y mi compañía se había caracterizado por ser seria. Me debatía entre un escándalo o que Alma viera a ese ser despreciable que era su padre. No sabía qué era peor.
—Dígale que espere un momento. Debo resolver algo antes.
Colgué la llamada y volví a caminar hasta Alma, que se veía concentrada. —¿Qué te tiene tan interesada?— pregunté, viendo la revista en sus manos.
—Viendo cómo le va a una vieja amiga— dijo, y la forma en que pronunció "vieja amiga" me hizo sentir un sabor amargo en la boca. Su voz era dulce, pero había algo en ella que me hizo dudar de lo que oía.
Alma cerró la revista. No pude ver de quién se trataba, pero la mirada en sus ojos, llena de un resentimiento helado, me asustó.
—¿Pasa algo?— preguntó, y su sonrisa ahora era algo extraña, casi aterradora.
—Tu padre está aquí. Dice que quiere verme— dije, esperando la reacción que solía tener, esa de incomodidad y vergüenza.
Alma rodó los ojos con una expresión de fastidio, pero no era la de una chica molesta, sino la de una reina a la que le traen una mala noticia. —Seguro viene a preguntar por mí— dijo con sarcasmo.
—Voy a atenderlo en la sala de juntas. Quédate aquí y así no tienes que lidiar con él— mi única meta era protegerla, proteger a esa Alma que estaba empezando a amar.
—No es necesario. Atiéndelo aquí. Me gustaría saber qué quiere mi adorado padre.
Caminó hasta una de las sillas frente a mi escritorio, se sentó y cruzó las piernas con una elegancia que nunca le había visto. La mirada que me dio era una mezcla de desafío. —No lo hagas esperar más. Muero por saber qué quiere ahora.
Su actuación me dejó completamente confundido. Esta versión de Alma no la conocía. Se podría decir que era hasta siniestra. Con un escalofrío que no pude evitar, le dije a mi secretaria que dejara pasar a mi futuro suegro. Mis ojos estaban fijos en Alma, intentando descifrar el abismo que se escondía detrás de su mirada.
La puerta de la oficina se abrió y por ella paso Efraín Duran, el cansancio se veía en sus ojos y la desesperación marcaba las líneas de su rostro.
Mientras se acercaba al escritorio su mirada se posó en Alma quien no se inmutó ante su presencia.
—Buenos días, señor Estrada. Alma— saludo dudando de sí mismo.
Alma le dedico una mirada sombría, llena de odio. Sin contestar a su saludo volvió sus ojos hacia mí.
—Buenos días, señor Duran. Por favor tome asiento— dije con cortesía.
Podía ver cómo Alma respiraba profundamente como conteniéndose.
—Y bien ¿qué lo trae por aquí?— pregunté buscando terminar está situación lo más pronto posible.
Efraín respiro profundo volteando a ver a Alma quien se encontraba inmutable ante la presencia de su padre.
—Pensé que estaríamos solos, con mi hija aquí se me es muy difícil hablar.
Alma lanzó un bufido ante las palabras de Efraín. —Señor Duran, ¿Cuál hija? Aquí solo estamos usted, Lorenzo y yo- Alma miró a su alrededor buscando algo. —No veo a Ángela por ningún lado.
Sus palabras fueron un golpe directo al ego de su padre quien no supo qué decir.
—Puede hablar con entera confianza, Alma es mi prometida y lo que aquí se diga aquí se queda— dije mirando a Alma.
—Realmente no me interesa divulgar nada de lo que ustedes dos hablen—, respondió con altivez.
Efraín dudo un poco antes de hablar sobre lo que buscaba en mi empresa; sin embargo, después de un tenue silencio empezó a contarme su situación.
—Señor Estrada, mi empresa está pasando por un momento difícil y necesitamos de un inversionista que nos inyecte capital para poder salir adelante... Sé que usted es un hombre de negocios y estoy seguro de que le atraerá nuestra propuesta.
Alma lanzó una risa sarcástica cargada de ira. —¿Estás pidiendo nuevamente dinero prestado? Eres tan descarado. ¿Ahora que cuando no puedas pagar le venderás a Ángela para cubrir tu deuda?
Tanto Efrain como yo quedamos petrificado ante la intervención de Alma, ella estaba dejando claro que aún no me había perdonado la manera en la que entro a mi vida y que a su padre era a quien más odiaba.