Dos hermanos contra lo que acecha a su familia. Annabeth y Joseph descubren que su familia tiene una relación con un ser que había vivido décadas atrás. Todo comienza a despertar en un pequeño pueblo donde los hermanos llegan, lo que parecía ser una semana de vacaciones con la familia se convierte en una búsqueda del más allá.
¿Maldición o bendición? ¿Premio o castigo?
¿Qué es lo hay detrás de todo?, ¿Vida o muerte?
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Capítulo 15:
— ¿Esto es? —
— La barrera de ocultamiento fue destruida. —
— Alguien debió de haberlo hecho. —
— Ya me estoy dando una idea de quién pudo ser. —
Annabeth se acerca a la cabaña con precaución, pero deduce que los que rompieron su barrera ya debieron de haberse ido.
— Entremos. —
Sugiere y ambos ingresan a la cabaña con cuidado, aunque se sorprenden de que todo siga igual dentro. Nada parece haber sido alterado en el interior de la cabaña, inspeccionan la biblioteca que es el sitio que más aprecian.
— Bueno, al parecer lo único que querían era darnos un susto. —
Comenta Joseph sentándose en uno de los sillones mirando a su hermana.
— ¿Susto? Yo pienso que querían advertirnos de algo. —
Exclama la pelinegra mirando un libro sobre el escritorio, un libro que nunca ha visto en la biblioteca.
— ¿Qué es eso? —
Pregunta Joseph acercándose a ella mientras abre el libro, encontrándose con algo que los deja perplejos.
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— Mi final está cerca. —
— Has hecho un gran trabajo hasta ahora. —
— De no ser por su ayuda, no lo habría logrado. —
— Por los años que me has servido tu muerte será rápida y sin dolor, Victoria Drew. —
La anciana mujer se arrodilla y hace una reverencia como agradecimiento y respeto hacia la desconocida frente a ella.
— Su señoría, le pido que tenga piedad de mis nietos... ellos son inocentes y no tienen nada que ver con lo que la familia hizo hace años. —
La figura sostiene los brazos de la abuela y la ayuda a levantarse mientras la mira mostrando una sonrisa casi burlesca.
— Señora Drew, ¿Sabes que lo que me estás pidiendo es demasiado? —
— Pero he hecho y cumplido al pie de la letra cada indicación suya, lo único que pido es que levante esa maldición de mis pequeños niños. —
— Me temo que no podré hacerlo. —
— ¿Por qué? —
— Independiente de la maldición, sus nietos deben forjar sus propios destinos y decidir entre aferrarse al pasado o dejarlo ir y comenzar de nuevo...es decir, que la maldición solo hará efecto cuando hagan algo ofensivo o cuando llegue su hora final como usted. —
— Aun así me preocupa el futuro de mis nietos, se lo suplico. —
La desconocida suelta un suspiro y se da la vuelta para retirarse de la habitación de la anciana.
— Por favor, por todos los años que le he servido y he ayudado a los jóvenes Slander. —
— Repite lo que acabas de decir. —
Una sombra oscura aparece por una esquina de la habitación haciendo que la abuela trague saliva con miedo y no se atreve a decir una palabra más.
— Escúchame bien humano insolente, nadie, absolutamente nadie se atreverá a tocar a mi pequeña flor y a su hermano...de lo contrario, me aseguraré de que no pueda tener un final feliz ¿Entiendes? —
La pobre mujer no tiene más remedio que asentir con temor.
— Lo entiendo su señoría, no volveré a cometer ningún error en el futuro. —
— Más vale que así sea, en cuanto a tus nietos, ellos no son tan diferentes de su padre, pero mientras elijan el camino del bien, no hay nada malo que les pueda pasar. —
— Entiendo. —
La sombra desaparece y la anciana mujer baja a la sala para dar sus últimas palabras a sus nietos y a su hijo.
— Mamá, estás aquí... mira lo que hemos preparado para la familia Slander. —
El hijo de la abuela le ayuda a bajar las escaleras y la lleva a ver el gran regalo que le había preparado para los mencionados, Victoria no puede creer que incluso después de tanto tiempo intentando llevar a su hijo por el camino del bien, todavía esté lejos de ello. Todos sus años de arduo trabajo para que la maldición no cayera sobre la familia de su hijo se ven frustrados, su señor tiene razón, no hay nada que se pueda hacer por los hombres perdidos en su avaricia.
— Abuela, mira... el vestido que me compré para ir a ver a Joseph, ¿Crees que le guste? —
La castaña sonríe mostrándole a su abuela el hermoso y extravagante vestido, la otra solo puede soltar un largo suspiro de frustración y decepción, ¿Por qué sus nietos no pueden dejar a esa familia en paz? Ellos están protegidos de un ser superior, pero Benjamin y Janeth insisten en casarse con ellos ¿Acaso eso también es parte de la maldición? ¿Dejarse llevar por su anhelo y ambición sin pensar?
— Tengo algo que decirles. —
La sirvienta le sirve té a la abuela mientras el padre y sus dos hijos se sientan y escuchan con atención lo que vaya a decir ella.
— Mi tiempo se agota y es probable que no exista un mañana para mí. —
— Mamá, que cosas dices. —
Comenta el hombre mirándola con una sonrisa pues nunca ha sido de extrañar que su madre diga incoherencias a veces.
— Escúchenme bien, hace años... hubo alguien que hizo el mal en nuestra familia y por eso... una persona lanzó una maldición sobre nuestra descendencia... hasta ahora no he encontrado la manera de quitarla, pero si hay una forma de anular la maldición, mientras ustedes dejen ir su ambición, sean humildes y amables así podrán gozar de una larga vida. —
— Mamá lo sé, me lo has dicho tantas veces. —
— Si no lo hacen, la maldición caerá sobre ustedes y su descendencia. En cuanto a la familia Slander, déjenlos en paz...dejen que ambos jóvenes vivan su vida. El destino ya les tiene preparado algo para esos dos hermanos y es mejor que ustedes no interfieran. —
La castaña golpea la mesa con molestia al escuchar aquello, porque ella cree que su abuela lo dice solo para molestar.
— Abuela, te guste o no. Yo, Janeth me casaré con Joseph Slander. —
— Y yo, Benjamin, me casaré con Annabeth Slander. —
Ambos hermanos sonríen, la abuela no puede hacer nada más por sus nietos. Les ha advertido y ellos no comprenden la gravedad del asunto, así que solo puede irse esperando que esos dos recapaciten y se den cuenta de su error.
— Mamá, ¿Qué quieres decir con que los hijos de los Slander ya tienen un destino? —
Pregunta el hombre agarrando suavemente la mano de su madre mientras la mira con preocupación, una preocupación fingida.
— Annabeth y Joseph serán reclamados en el futuro, por eso no se involucren con ellos. —
— ¿Qué tipo de personas, mamá? —
— Personas que con quiénes no deberían meterse. —