Después de escapar de las brutalidades de mi manada, he estado viviendo en las sombras como humana durante años, tratando de olvidar el pasado y construir una vida nueva. Pero cuando una incursión real amenaza con desestabilizar todo, me veo obligada a enfrentar mis demonios y proteger a los inocentes que me han aceptado. No puedo permitir que me arrastren de regreso a esa vida de opresión y miedo. Kaiden el rey alfa descubre que soy su compañera predestinada. Desde entonces me persigue e insiste en que mi lugar está junto a él.
Pero me niego a pertenece a alguien y lucharé por mi libertad y por aquellos que me importan, sin importar el costo.
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Miedo
Dos horas.
Solo dos horas me tomó recorrer la distancia hasta el palacio. Apenas sentía el cansancio. Mi cuerpo Lycan era una máquina perfecta, diseñada para la resistencia y la velocidad.
Cuando llegué, mi forma Lycan era una sombra imponente bajo las imponentes paredes de piedra.
Mi llegada no pasó desapercibida. Los guardias se tensaron, aunque me reconocieron al instante.
Mi presencia era un anuncio de que el Alfa había regresado, y no de buen humor.
Al cruzar el umbral del palacio, la energía cambió. El aire se volvió denso con la expectativa. Los problemas, los asuntos de la manada que había dejado pendientes, me esperaban como una montaña. Informes de los exploradores, disputas territoriales con clanes vecinos, la creciente inquietud por la escasez de recursos... y, por supuesto, la constante vigilancia sobre los movimientos de los cazadores de lobos.
Ulrich había tenido razón. Había mucho que hacer. Y ahora, con la mente más clara después de la carrera, estaba listo para enfrentarlo. Pero incluso mientras mi mente se preparaba para la avalancha de responsabilidades, una parte de mí, la parte más humana y vulnerable, seguía pensando en Adeline. En su rechazo. Y en la esperanza, la terca esperanza, de que Ulrich también tuviera razón sobre su regreso.
Ulrich, mi lobo, se sentía satisfecho. Su sed de velocidad y liberación había sido saciada, al menos por ahora.
—*Bien, Kaiden. Ahora, a lo tuyo. Demuéstrales que eres el Alfa.*— Su voz era más tranquila, pero aún con esa autoridad inquebrantable.
Asentí con la cabeza Lycan, la sabiduría de sus palabras resonaron. Era hora de volver a ser el líder, el estratega, el Kaiden que mi manada necesitaba.
La transformación de vuelta a mi forma humana nunca era tan violenta como la primera, pero no por ello menos intensa. Comencé a sentir un cosquilleo, una vibración profunda que recorría mi pelaje, como si cada pelo estuviera a punto de separarse de mi piel. Mis músculos comenzaron a contraerse, no con el dolor de la expansión, sino con la sensación de encogerse, de retraerse a su tamaño humano.
El pelaje negro azabache comenzó a retroceder, a desvanecerse, revelando la piel debajo. Mis garras se retrajeron, mis patas se acortaron y mis articulaciones crujieron mientras mis extremidades volvían a su forma humana. El hocico se encogía, mis dientes se suavizaban y mis colmillos desaparecían, dejando mis labios humanos. Mis ojos ámbar parpadearon, y el azul intenso de mis iris regresó, aunque por un momento se sintieron extrañamente expuestos.
Un suspiro profundo escapó de mis pulmones mientras mi cuerpo se asentaba en su forma original. A diferencia de la transformación a Lycan, que a menudo dejaba la ropa en jirones, la vuelta a la forma humana era más... ordenada. Era como si mi piel absorbiera el pelaje. Sin embargo, la sensación de estar completamente desnudo y expuesto después de la majestuosidad de mi forma Lycan era siempre un poco extraña.
Los guardias que me rodeaban, ahora más relajados, se apresuraron a traerme una túnica de lana gruesa y cálida. Me la puse rápidamente, sintiendo el familiar peso de la tela sobre mis hombros.
—Alfa—dijo uno de los guardias. —los ancianos han estado esperando. Hay informes preocupantes de la frontera sur y el consejo está ansioso por discutir la situación con los cazadores—
Asentí, mi expresión ahora seria. La adrenalina de la carrera y la transformación se había disipado, reemplazada por la pesadez de mi deber. Los problemas que Ulrich había mencionado me esperaban, y eran muchos.
—Prepárenme un baño caliente y algo de comer. Después, que los ancianos y el consejo me esperen en la sala de reuniones. No hay tiempo que perder—
El camino por delante era largo y arduo. La manada dependía de mí. Pero incluso mientras me sumergía en los asuntos de mi reino, una parte de mí seguía atenta, esperando la señal, la noticia, el momento en que Adeline, con su espíritu indomable, finalmente me buscara. Porque, a pesar de todo, mi lobo y yo sabíamos que ella era nuestra. Y que, tarde o temprano, volveríamos a encontrarnos.
POV ADELINE.
Mis músculos dolían con cada paso mientras entraba a casa. Era un cansancio que venía de la tensión, de la adrenalina, de la cercanía con Kaiden y la explosión de emociones que había provocado. Y ahora, además, el peso de un secreto compartido, o al menos, de una experiencia que ninguna de nosotras podría haber imaginado.
Lili y Surley, a mi lado, parecían estar en un estado similar de agotamiento. Sus ojos estaban caídos, y sus pasos eran arrastrados. La tensión entre nosotras era casi palpable, una mezcla de alivio por estar a salvo y un shock profundo por lo que habíamos presenciado.
Nos desplomamos en las sillas más cercanas, ninguna de nosotras con energía para hablar.
Lili fue la primera en romper el silencio.
—No puedo creer lo que vimos... ¿Eran... eran lobos de verdad? Gigantes—
Surley, que normalmente era la más fuerte y sensata de las tres, tenía una expresión de asombro y miedo que nunca le había visto. Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más.
—No eran lobos normales, Lili. Eran... otra cosa. Nunca había visto algo así en mi vida. Y ese hombre... el que te hablaba, Adeline—
El secreto que guardaba, que me pesaba como una piedra, ahora aún más porque mis amigas habían sido testigos de una parte de la locura.
—Él... es el Alfa— dije. No podía decirles que era un Lycan, que se transformaba. No aún. Pero al menos podía darles una parte de la verdad, una que ellas ya habían intuido.
Surley me miró, sus ojos llenos de preguntas.
—¿El Alfa? ¿Y por qué te habló a ti? ¿Por qué parecía... que te conocía?—
—Es una larga historia—
—Pero Adeline, eso no es normal... ¡sentí la energía! Era como si el aire vibrara. Y la forma en que te miraba...—dijo Lili. —Fue... intenso. Él es muy poderoso—
Surley se levantó y comenzó a preparar té de hierbas.
—Poderoso es una palabra. Aterrador es otra. ¿Qué quería de ti?—
—No lo sé— repetí, la mentira quemába mi garganta. La verdad era que me había reclamado. Que me había dicho que era suya. ¿Cómo les explicaba eso sin revelar mi propia naturaleza? Sin que pensaran que estaba loca, o peor, que era un monstruo?
Lili se abrazó a sí misma.
—Nunca volveré a salir tan lejos de casa. Lo juro. Esos ojos... me dieron escalofríos—
Surley le entregó una taza de té humeante a Lili y luego otra a mí.
—Bueno, al menos estamos a salvo. Pero esto... esto es algo que no podemos contarle a nadie. ¿Entendido? Nadie nos creería. Pensarían que estamos locas. O peor, que nos metimos en problemas con criaturas de la noche—
Sus palabras eran un bálsamo y una condena a la vez. Un bálsamo porque no tendría que inventar una historia para que no hablaran. Una condena porque el secreto ahora era de las tres, y eso lo hacía aún más pesado.
—Sí— dije, tomando un sorbo del té, que me quemó la lengua, pero me dio una sensación de anclaje
Lili y Surley estaban traumatizadas por la experiencia, y yo... yo estaba lidiando con el trauma y con el peso de mi propia verdad.
Me fui a mi cama, el agotamiento finalmente me vencía.
El camino por delante era incierto. Mis amigas me miraban con una mezcla de miedo y alivio, sin saber la verdadera magnitud de lo que había sucedido.
Y yo, Adeline, la mujer loba que aún no se conocía a sí misma, sabía que el encuentro con Rick era solo el comienzo.
Que mi destino, mi verdadera naturaleza, me arrastraría a un mundo mucho más complejo y peligroso.
Y ahora, mis amigas, sin saberlo, estaban un poco más cerca de ese mundo conmigo...