DEMONIO

Capitán

Se suponía que yo debía hacer guardia, pero en su lugar me quedé dormido, no tiene mucho sentido. Recuerdo que pensaba en esa niña de antes y en su...

-ROJA- murmuró. Recuerdo que estiré mi mano para tocarla, no es que fuera a retirarla, pero quise tocar el cuchillo porque me causa demasiada curiosidad.

La herida de Roy estaba casi curada y...

-¿Y Roy?- preguntó mirando a Marcos, él me voltea a ver por un segundo y luego vuelve la vista al camino.

-¿Qué carajos hiciste imbécil? ¡Su herida estaba casi limpia!- gritó furioso pensando las peores cosas.

Marcos toca el claxon y el camión que va frente a nosotros abre las puertas de atrás desde el interior, yo no prestó atención al principio.

-Marcos, te juró que si le hiciste algo al chico voy a molerte a golpes hasta que no me queden fuerzas, pedazo de bruto.- Marcos no responde, solo rueda los ojos y aspira hondo.

Señala con su dedo al frente y yo sigo con la vista lo que intenta mostrarme, gracias a la lluvia casi no se ve nada; sin embargo, el auto de adelante disminuye más la velocidad y logro distinguir a Adam agitando su mano por encima de la cabeza.

Roy está sentado aun lado suyo, asoma su cabeza y me sonríe. Acto seguido las puertas del camión se cierran, aumentando un poco la velocidad, sin ir a excesos, ya que el camino y lluvia no lo permiten.

-Estaba de guardia, cuando escuché un gritó ahogado.- la voz de Marcos parece apagada y cansada.

-Creí que eran esos malditos zombis que nos habían seguido, levanté a los otros y subimos a la gente a los tráileres en el más absoluto de los silencios, solo rogaba porque fuera un ciego.

-Dios sabe que yo no ruego, pero te juro que en ese momento lo hice- medio sonrió por sus palabras, pues sé que es verdad.

-Del lado de ustedes no había movimiento, solo sabía que el sonido Provino de ahí, pensé lo peor- dice con amargura y lo veo apretar el volante hasta que sus nudillos se vuelven blancos.

-No habían subido ni la cuarta parte de las personas cuando Adam apareció frente a mí. Le apunté con el arma y lo vi levantar las manos, dijo que algo te había pasado.

-Le pregunté por el chico, pero entonces escuché su voz llamándote... Capitán, Capitán... Decía, pero tú no respondías. Corrimos a ver qué pasaba, mientras María y los otros se aseguraban de que los demás subieran a los tráileres.

-Al acercarnos tú estabas inconsciente y tu mano parecía quemada, revisamos a los alrededores y decidimos no arriesgarnos más tiempo, así que empezamos a viajar.

-Encontramos este camión y ese de allá.- dice señalando el que va delante - Así que buscamos algo de gasolina, te movimos ti a este y Adam y a Roy a aquel.

-Las personas están asustadas, así que decidí separarlos del resto, Roy tiene mucha mejor pinta que antes, la herida está limpia y ese cuchillo en su pierna salió por si solo está tarde.

Escucho con atención todo lo que Marcos me relata, dijo que mi mano estaba quemada, note el vendaje en ella desde que desperté, sobre todo el dolor que produce la herida en mi carne, pero al principio no supe el porque.

Entonces, está es la razón por la que esa niña nos dijo que no intentemos sacar el cuchillo de la pierna de Roy, ¿Pero cómo es posible que un cuchillo pueda dar una descarga eléctrica tan potente?

Eso no es normal, aunque debo admitir que nada en esa niña es normal.

-¿Y el cuchillo?- preguntó volviendo a la realidad.

-¿Estás ciego?- pregunta Marcos.

Lo miró sin entender de que va, hasta que gira su cabeza y con la mirada me indica el parabrisas, casi me da un infarto y me hundo en mi asiento.

-¿Perdiste un tornillo, maldito infeliz?- gritó por la sorpresa -¿Quién es su sano juicio deja que una persona inconsciente viaje con semejante arma frente a ella?

-¿Acaso no te funciona el cerebro? ¿No pensaste en que si despertaba de golpe, podría clavar esa cosa en mi ojo? Pude haber muerto y no dijiste nada.- gritó con fingida molestia.

-Seguro si pierdes un ojo, las chicas te encontraran irresistible- dice con despreocupación - Recuerda que a las mujeres les atrae mucho las heridas de guerra.

Él muy sin vergüenza me mira y sonríe ampliamente después de decir esto, yo lo fulminó con la mirada y veo su mano izquierda vendada. Lo que significa qué el intento sacar el cuchillo y le pasó lo mismo que a mí.

Además, yo estaba sentado justo a su lado, así que no había de que preocuparse, si despertaba de golpe, al momento de reaccionar fui yo quien se movió de lugar para alejarme de Marcos.

-¿Oye, porque tú no te desmayaste cuando lo tocaste?- preguntó mirando por la ventana.

Aunque no es que pueda ver más que mi propio reflejo, ya que el agua no permite una visión más lejana.

-¡Porque soy más fuerte que tú!- dice sonriendo.

Lo miró con cara de pocos amigos y él suspira.

-Claro que me desmayé, solo que... Creó que la descarga que me dio a mí, no fue tan grande como la tuya.

Mi sorpresa es grande, al escuchar sus palabras.

-¿Por qué piensas eso?-inquiero.

-Porque yo solo dormí por cuatro horas y mi mano tiene unas quemaduras leves, pero tú dormiste día y medio, además tus quemaduras son de tercer grado.

Marcos pronuncia las palabras, pero no estoy muy seguro de procesarlas a la velocidad que él me relata las cosas. Mi boca se abrió ligeramente y mi respiración se volvió más lenta.

-¿Qué rayos es esa cosa capitán?- miró a Marcos, él me mira por un segundo, segundo en el que solo muevo mi cabeza en señal de negación.

Pues realmente no sé lo que es ese cuchillo y en definitiva no sé quién es esa niña de antes. La lluvia se detiene de pronto y comienzan a verse los rayos del sol bajando de entre las nubes.

Estoy confundido con todo esto que está pasando, hasta hace unos días vivíamos tranquilos y hasta cierto punto despreocupados.

Nací y Crecí en las montañas de lo que alguna vez fue Ford Work Texas, un lugar donde el sol difícilmente toca la tierra. El clima es frío todo el año y pocas veces llueve, pero cuando lo hace pareciera que el cielo va a caerse.

Desde que nací, mi madre y mi padre sabían lo que sería de mi vida, pues el mundo como alguna vez se conoció dejo de existir hace cien años. Apenas empece a caminar comencé a ser entrenado, a la edad de cinco años sabía utilizar todo tipo de armas.

Cuando tenía tres años, mi padre puso una pistola en mis manos y me dijo que debía ser fuerte porque el mundo en el que había nacido no aceptaba a los débiles. Recuerdo que ese día mi madre lloró, era la primera vez la veía de esa forma.

Ese fue el día que mi hermano mayor Henry, de siete años de edad, murió asesinado por un murciélago. No solo Henry murió, sino también varios hombres y mujeres que intentaron protegerlo, al final mi padre logró matar a esa maldita cosa.

Todos los llamaban héroe, mi padre lo llamaba suerte. No era un hombre de fe, pues decía que Dios había mirado a otro lado, por culpa de nuestra arrogancia humana.

Decía que para ganarnos el favor de Dios, debíamos probar ser dignos. Yo nunca pensé tal cosa, de hecho nunca creí en un Dios, pero ahora las cosas son diferentes.

Quiero pensar que alguien allá arriba o en alguna parte del universo, siente un poco de aprecio por nosotros, de lo contrario ya estaríamos todos muertos.

Esa niña es un favor, o un milagro, o quizá nada, Pero por ahora, estamos vivos gracias a ella.

Si su cuchillo casi me mata, estoy casi seguro que esa niña sigue con vida.

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