MI DESTINO ERES TU

CAPÍTULO 13

Aurora regresó a casa una hora después de salir de la oficina. Durante el trayecto, tuvo muchas reflexiones. Practicó las palabras y respiró hondo en varias ocasiones. Su jefe, al enterarse de su estado, no solo la felicitó, sino que le ofreció algunos días libres para recuperarse.

—Tómate el tiempo que necesites, Aurora. Has sido excelente desde que llegaste, y no tienes ninguna tarea pendiente.

—Gracias… realmente lo aprecio.

Ahora se encontraba frente a la puerta del apartamento, con el corazón acelerado y una ansiedad tensa que dolía más que el llanto.

Dentro, todo estaba en calma.

Arturo estaba durmiendo profundamente en la habitación, como si nada hubiera sucedido.

Aurora decidió no despertarlo.  Fue a la cocina, preparó una ensalada ligera y se obligó a comer cada bocado. No podía saltarse las comidas. No ahora que una nueva vida crecía dentro de ella.

Luego, se sirvió una taza de té y se sentó en el comedor, mirando por la ventana. La luz cálida del sol de la tarde entraba, irónicamente. . .  porque por dentro, se sentía en medio del invierno.

Terminó su té, se levantó con determinación y se dirigió al cuarto.

—Despierta. Necesitamos hablar —anunció, abriendo las ventanas de par en par.

—¿Qué te pasa? ¡Déjame dormir! —masculló Arturo, cubriéndose con la manta.

—No vas a hacer eso —respondió ella con firmeza—. Te voy a dar cinco minutos. Te espero en la sala.

Salió de la habitación cerrando la puerta de golpe. Si Arturo pensaba que ella era débil, pronto se daría cuenta de que estaba equivocado. Cinco minutos más tarde, él apareció, bostezando y rascándose el cuello, sin mostrar ninguna culpa.

Se dejó caer en el sofá frente a ella.

—¿Y bien… qué deseas saber?

Ella lo miró a los ojos. Sin rodeos.

—¿Tienes una amante?

Arturo suspiró. No actuó ni mintió.

—Sí, Aurora. Estoy saliendo con otra mujer desde hace unos meses. No sabía cómo decírtelo…

El silencio que siguió fue abrumador. A pesar de haberse preparado para esa posibilidad, escuchar la confesión fue como un golpe en el corazón.

—Lo siento… —añadió él, bajando la mirada—. No fue intencional. Comenzó como una amistad. Luego… tuvimos relaciones. Y después… ya no pude detenerme. Me sentía vivo con ella.

Aurora tragó saliva. Las lágrimas amenazaban con caer, pero no iba a dejar que él la viera llorar.

—¿La amas?

—No lo sé… pero… disfruto estar con ella. Me siento… diferente.

Aurora asintió despacio. Luego, sin vacilar, dijo:

—Quiero el divorcio.

—Lo firmaré sin problemas —respondió Arturo, aliviado por no tener que ocultar nada más—. Solo te pido una cosa: No me quites el trabajo.

—No lo haré. Hablaré con mi padre. Sabes cómo es… pero me aseguraré de que no se interponga.

—Gracias… Perdóname por haberte fallado.

Aurora lo observó intensamente, sin mostrar ninguna emoción.

—Que Dios te perdone. Yo nunca podré hacerlo. Ahora vete. Necesito estar sola.

Él se levantó pesadamente, pero antes de irse, hizo una última solicitud que la molestó.

—Este apartamento está a mi nombre. Tú tienes otras propiedades. Lo justo es que yo me quede con él.

Aurora sintió una oleada de ira.

—Qué falta de vergüenza… Está bien. Iré a casa de mis padres. Pero debes entender esto: tengo derecho a la mitad de este lugar, así que no sueñes que te lo voy a dejar por compasión.

Él no dijo nada.  Simplemente la miró con una mezcla de culpa y molestia, y se fue a encerrarse en el baño.

Aurora entró en la habitación, cerró la puerta con llave y dejó que las lágrimas fluyeran. Por un momento, había imaginado que él lo negaría todo, que diría que fue un error, una noche de fiesta… que todavía la amaba. Pero no fue así. La realidad era mucho más dura. Vio su imagen en el espejo, con la cara llena de lágrimas. Colocó las manos suavemente sobre su vientre y susurró:

—Por ti seré fuerte. Por ti… seguiré adelante.

Aún no le diría nada a Arturo.

No deseaba que el bebé se convirtiera en un motivo para que él se quedara. Primero firmaría el divorcio. Después, ya vería qué hacer. Horas después, con dos maletas y el corazón destrozado, abandonó ese apartamento donde en algún momento había sido feliz.

Y a pesar del dolor, sabía que había comenzado su camino hacia una nueva vida, solo que el destino apenas estaba empezando con ella.