NovelToon NovelToon
Pesadilla De Amor

Pesadilla De Amor

Status: Terminada
Genre:Elección equivocada / Traiciones y engaños / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: sil Deco

aveces el amor no es lo uno espera

NovelToon tiene autorización de sil Deco para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 12 – Contar lo que duele

El sol ya se escondía detrás de los árboles cuando fui a buscar a Tomás. Caminé hasta la casa de Mirta, donde él solía quedarse cuando volvía de la ciudad. Tenía el corazón apretado y las manos húmedas. Me temblaban los dedos como si supieran que algo estaba por cambiar para siempre.

Lo encontré en el patio, cortando leña con una precisión que me resultaba hipnótica. Cada movimiento suyo era fuerte, firme, pero sin violencia. Era como si entendiera la medida exacta de la fuerza que debía usar. Como si supiera contenerla.

—¿Tomás? —llamé con voz baja.

Se giró. Sonrió. Pero su sonrisa se desvaneció apenas notó mi expresión.

—¿Luna? ¿Qué pasó?

—Necesito hablar con vos. ¿Podemos caminar?

Asintió sin decir nada, y dejó el hacha a un costado. Caminamos en silencio por un rato, hasta llegar a la entrada del viejo sendero junto al río. No podía mirar sus ojos todavía. Me senté en una piedra, y él, sin presionar, se sentó cerca, esperando.

Respiré hondo.

—A veces pienso que si no lo cuento, entonces no pasó. Pero sí pasó. Y está volviendo. Lo siento.

Él frunció el ceño.

—¿Qué está volviendo, Luna?

Lo miré. Y ahí, en ese instante, decidí abrir la puerta.

—Patrick. Mi exmarido.

Vi su cuerpo tensarse, pero no habló. Solo escuchaba.

—Me enamoré de él cuando era muy chica. Me prometió un mundo, una familia, una vida juntos. Y yo... me creí el cuento. Me peleé con todos por él. Hasta con mi familia. Pensé que si lo amaba suficiente, todo iba a ser como en las películas. Pero apenas me casé, fue otra historia. Me aisló. Me golpeó. Me manipuló hasta hacerme creer que todo era culpa mía.

Me apreté los brazos con las manos, como si necesitara contenerme.

—Intenté irme muchas veces, pedir ayuda. Pero él siempre se las arreglaba para hacerme dudar, para manipular a todos. Hasta que un día... Emilia me encontró. Me sacó de ahí. Me escondió. Desaparecí. Y vine acá.

—¿Y ahora creés que te encontró?

Asentí.

—No estoy segura. Pero siento algo. Vi una figura en el bosque. Sentí esa sensación en la espalda, como cuando él estaba cerca. Me despierto con pesadillas. Estoy cansada de tener miedo. No quiero volver a vivir escondiéndome.

Tomás se inclinó hacia mí. Me sostuvo la mirada con esa calma suya, como si sus ojos pudieran anclarme al suelo.

—Gracias por confiar en mí.

Me sorprendió. Esperaba preguntas, reproches, dudas. Pero no. Solo eso. Gratitud.

—Luna, no tenés por qué pasar por esto sola. Vamos a hacer un plan. Yo voy a ayudarte. Si él aparece, no te va a tocar ni un pelo.

—¿Y si te pongo en peligro?

—No me subestimes —dijo con una leve sonrisa—. Pero si querés, empezamos por algo más concreto.

—¿Como qué?

Se levantó. Me tendió la mano.

—Vení. Vamos al galpón.

Lo seguí. Al llegar, encendió la luz y sacó un par de colchonetas, guantes de box y una bolsa vieja de entrenamiento.

—Te voy a enseñar a defenderte.

—¿Qué?

—Nada complicado. Solo lo suficiente para que, si alguna vez estás en una situación límite, puedas ganar tiempo. Pegar, correr, pensar. Que el miedo no te paralice.

Me quedé mirando los guantes. Eran más grandes de lo que pensaba. Como si en ese gesto tan simple, él me ofreciera algo más que entrenamiento. Me ofrecía control. Autonomía. Dignidad.

—¿Y si no puedo? —pregunté con voz baja.

—Podés —dijo sin dudar—. No hay nada roto en vos que no pueda repararse con amor, coraje y un poco de práctica.

Y me hizo reír. Fue la primera vez en días que lo hacía sin esfuerzo.

Esa noche, después de una pequeña práctica, nos sentamos en el piso del galpón. Me dolían los brazos, pero no me importaba. Sentía algo nuevo: un leve, tímido orgullo.

—Hay algo más —dije de pronto—. Necesito saber que tengo adónde ir si pasa lo peor.

Tomás asintió.

—Tengo una amiga en el norte, en una casa rural. No hay señal, ni vecinos cerca. Es seguro. Si alguna vez necesitás desaparecer de nuevo, yo te llevo.

—¿Y vos?

—Yo me quedo. Pero te voy a cuidar hasta el último momento.

Lo miré. Esa promesa no sonaba a palabras bonitas. Sonaba a compromiso real. A verdad.

—Gracias —susurré.

—No me agradezcas todavía. Mañana entrenamos de nuevo. Y vos traés el desayuno.

Reímos juntos.

Y por primera vez, desde hace mucho tiempo, el miedo retrocedió un poco.

Patrick podía estar buscándome. Podía acercarse.

Pero esta vez… no estaba sola.

¿Querés que el siguiente capítulo sea desde el punto de vista de Patrick mientras llega al pueblo y empieza a investigar? ¿O preferís seguir desde Luna, mostrando cómo el entrenamiento y la vida con Tomás fortalecen más su confianza mientras la amenaza acecha?

ick.

Capítulo 12 – Contar lo que duele

El sol ya se escondía detrás de los árboles cuando fui a buscar a Tomás. Caminé hasta la casa de Mirta, donde él solía quedarse cuando volvía de la ciudad. Tenía el corazón apretado y las manos húmedas. Me temblaban los dedos como si supieran que algo estaba por cambiar para siempre.

Lo encontré en el patio, cortando leña con una precisión que me resultaba hipnótica. Cada movimiento suyo era fuerte, firme, pero sin violencia. Era como si entendiera la medida exacta de la fuerza que debía usar. Como si supiera contenerla.

—¿Tomás? —llamé con voz baja.

Se giró. Sonrió. Pero su sonrisa se desvaneció apenas notó mi expresión.

—¿Luna? ¿Qué pasó?

—Necesito hablar con vos. ¿Podemos caminar?

Asintió sin decir nada, y dejó el hacha a un costado. Caminamos en silencio por un rato, hasta llegar a la entrada del viejo sendero junto al río. No podía mirar sus ojos todavía. Me senté en una piedra, y él, sin presionar, se sentó cerca, esperando.

Respiré hondo.

—A veces pienso que si no lo cuento, entonces no pasó. Pero sí pasó. Y está volviendo. Lo siento.

Él frunció el ceño.

—¿Qué está volviendo, Luna?

Lo miré. Y ahí, en ese instante, decidí abrir la puerta.

—Patrick. Mi exmarido.

Vi su cuerpo tensarse, pero no habló. Solo escuchaba.

—Me enamoré de él cuando era muy chica. Me prometió un mundo, una familia, una vida juntos. Y yo... me creí el cuento. Me peleé con todos por él. Hasta con mi familia. Pensé que si lo amaba suficiente, todo iba a ser como en las películas. Pero apenas me casé, fue otra historia. Me aisló. Me golpeó. Me manipuló hasta hacerme creer que todo era culpa mía.

Me apreté los brazos con las manos, como si necesitara contenerme.

—Intenté irme muchas veces, pedir ayuda. Pero él siempre se las arreglaba para hacerme dudar, para manipular a todos. Hasta que un día... Emilia me encontró. Me sacó de ahí. Me escondió. Desaparecí. Y vine acá.

—¿Y ahora creés que te encontró?

Asentí.

—No estoy segura. Pero siento algo. Vi una figura en el bosque. Sentí esa sensación en la espalda, como cuando él estaba cerca. Me despierto con pesadillas. Estoy cansada de tener miedo. No quiero volver a vivir escondiéndome.

Tomás se inclinó hacia mí. Me sostuvo la mirada con esa calma suya, como si sus ojos pudieran anclarme al suelo.

—Gracias por confiar en mí.

Me sorprendió. Esperaba preguntas, reproches, dudas. Pero no. Solo eso. Gratitud.

—Luna, no tenés por qué pasar por esto sola. Vamos a hacer un plan. Yo voy a ayudarte. Si él aparece, no te va a tocar ni un pelo.

—¿Y si te pongo en peligro?

—No me subestimes —dijo con una leve sonrisa—. Pero si querés, empezamos por algo más concreto.

—¿Como qué?

Se levantó. Me tendió la mano.

—Vení. Vamos al galpón.

Lo seguí. Al llegar, encendió la luz y sacó un par de colchonetas, guantes de box y una bolsa vieja de entrenamiento.

—Te voy a enseñar a defenderte.

—¿Qué?

—Nada complicado. Solo lo suficiente para que, si alguna vez estás en una situación límite, puedas ganar tiempo. Pegar, correr, pensar. Que el miedo no te paralice.

Me quedé mirando los guantes. Eran más grandes de lo que pensaba. Como si en ese gesto tan simple, él me ofreciera algo más que entrenamiento. Me ofrecía control. Autonomía. Dignidad.

—¿Y si no puedo? —pregunté con voz baja.

—Podés —dijo sin dudar—. No hay nada roto en vos que no pueda repararse con amor, coraje y un poco de práctica.

Y me hizo reír. Fue la primera vez en días que lo hacía sin esfuerzo.

Esa noche, después de una pequeña práctica, nos sentamos en el piso del galpón. Me dolían los brazos, pero no me importaba. Sentía algo nuevo: un leve, tímido orgullo.

—Hay algo más —dije de pronto—. Necesito saber que tengo adónde ir si pasa lo peor.

Tomás asintió.

—Tengo una amiga en el norte, en una casa rural. No hay señal, ni vecinos cerca. Es seguro. Si alguna vez necesitás desaparecer de nuevo, yo te llevo.

—¿Y vos?

—Yo me quedo. Pero te voy a cuidar hasta el último momento.

Lo miré. Esa promesa no sonaba a palabras bonitas. Sonaba a compromiso real. A verdad.

—Gracias —susurré.

—No me agradezcas todavía. Mañana entrenamos de nuevo. Y vos traés el desayuno.

Reímos juntos.

Y por primera vez, desde hace mucho tiempo, el miedo retrocedió un poco.

Patrick podía estar buscándome. Podía acercarse.

Pero esta vez… no estaba sola.

1
Emperatriz Reales
Mi pregunta es q le dio ese malvado psicopata, a si, golpes, maltratos, abusos eso es lo q le dio
valeska garay campos
hermosa historia
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play