El Regreso De La Villana

—Ya llegamos, mi señorita.— Avisa Hans abriendo la puerta del carruaje a la joven de ojos grisáceos. Le ofrece su mano y está la toma sin dudarlo.

La joven Villana llegó una vez más a las puertas del colegio donde la información volaba y se transformaba en algo distinto.

—Ya llegó la señorita Vertron, pensé que no vendría por estar llorando porque el joven Calixto rompió su compromiso.— Murmuraba una de las tantas señoritas.

La joven Villana únicamente sonreía con ironía por el atrevido comentario. Era algo que detestaba demasiado y era admirable lo mucho que lo soportaba cuando la ¿antigua? Anya no lo hacía.

—Aunque no es fea... Nunca podría estar a la altura del Joven Calixto.— Siguió otra joven.

Anya simplemente pasó de largo observando fríamente a cada señorita que tenía boca suelta, creando el silencio a su paso. Quería arrancarles cada unos de sus cabellos, pero se contenía porque no le apetecía traer más problemas; todavía no.

Pero mientras, sonreía satisfecha por observar el miedo que le tenían con solo mirarles. —"Ja, qué lástima que solo pueda lograr esto."— Pensó mientras caminaba.

Al llegar al aula, se dio cuenta de que había llegado mucho más temprano de lo usual y decidió dar un pequeño paseo; se notaba que le desagradaba pasar mucho tiempo en esa casa.

—Mucho tiempo sin verte, mi discípula.— Exclamaron por detrás de la joven.

La joven se volteó y rápidamente miró como una daga fue lanzada velozmente cerca de su mejilla. Observó la daga clavada en el césped a 10 pasos atrás de ella y volteó a ver al hombre de cabellos celeste quien la veía sonriente.

—Que amigable saludo de su parte, Director Hartmann.— Dijo sarcástica la bella joven de cabellos plateados.

El apuesto director se ríe por la expresión de la señorita, una expresión neutra, fría y con tinte de molestia. Algo que se volvió natural en ese fino rostro.

—Parece que está bien. Me alegra que esos años hayan servido.— Comentó al final con seriedad mientras observaba a la joven fijamente.

Anya sonríe de lado y afirma: —Por supuesto, y ya le agradecí por ello.—

El hombre de cabellos celestes se ríe por su singular respuesta por parte de la Señorita que fue su paciente y la que eligió como discípula sin consultárselo.

Mira en breve su reloj de bolsillo y retrocede con prisa. —Nos vemos discípula. No llegues tarde a clase, sino el profe Alonso molestará.— Se despide sonriente y se voltea al terminar de hablar para irse.

Anya suspira, estaba enormemente agradecida por la ayuda que le brindó durante dos largos años que la ayudaron a recuperarse más rápidamente, a superar y aceptar más los traumas que la mantuvieron encerrada en el dolor. Sin embargo, no es que hubiera aceptado ser algo más que su antigua paciente, él... era demasiado persistente para que fuera su discípula. —"¿Acepto ser su discípula?"— Se preguntó, sonrió de lado sin poder creer que se lo preguntó y sigue su caminata por el patio, anteriormente interrumpida por ese caprichoso y animado director.

Observa su alrededor para no esperar más sorpresas y cuando ve que todo está seguro, prosigue caminando por el patio de la Academia. Árboles, arbustos llamativos casi como muros y unas cuantas flores se encontraban por allí, pero estaba bastante cuidado.

Cuando la joven Señorita considera que es tiempo de escuchar las aburridas clases del profesor Alonso, se dirige hacia el salón. Y al caminar hasta su asiento, casi sin poder evitarlo, sus ojos inconscientemente se fijan nuevamente en ese asiento vacío; él nuevamente faltó a clases.

Aunque le preocupará tal comportamiento, se sentía feliz y aliviada de no verle la cara en estos días. —Ojalá y siempre sea así.— Balbucea la joven de cabellos plateados sentándose en su asiento.

De repente, una sombra de algún individuo la cubrió y alzó su vista al ver que nunca se iba. Un joven de cabellos casi blancos y ojos café la veían. —"¿...Es aquel joven peculiar? Ha crecido bastante..."— Pensó en su mente la joven.

—Disculpe, ¿Tengo algo en el rostro?— Cuestionó molesta al observar que el joven solo la miraba.

—Un hermoso rostro... Disculpe mi Lady, solo deseaba saludarla.— Contestó un poco avergonzado y luego se retira al percatarse que el profesor ya había llegado a dar su clase.

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^^^___Mansión Vertron___^^^

En el despacho del Duque de Vertron. Edgar estaba haciendo los arreglos para el debut de la joven de cabellos plateados quien seguramente nunca le daría la oportunidad de verlo nuevamente como un "Padre".

Ya faltaban cinco días para que el esperado evento sucediera. Un evento sumamente importante para la joven y su familia, porque sería el día en que Anya Vertron se presentaría por primera vez a la sociedad de los nobles.

El Duque Edgar, aunque sabía que con darle todos los lujos del mundo no podía borrar el daño que le había hecho a esa niña; tenía cierta esperanza de que esa joven que se mostraba indiferente hacia él, le volvía a llamar "papá" como antes. Claramente, ese era el único deseo del Duque en esta vida, además de que ella fuera feliz.

Edgar soltó su bolígrafo de su mano y se recostó en su asiento. Parecía estresado y afligido, no parecía el Duque de antes que se mostraba formidable, imponente... el Duque frío e indiferente.

Volteó a ver en aquella gaveta que aguardaba un libro ajeno, una libreta que contaba como una vida se fue manchando y destrozando poco a poco. Una vida que debió ser atesorada y cuidada con atención y amor...