Sofía es una joven que ha crecido en la soledad de la orfandad, enfrentándose a una serie de tormentos internos que la han marcado desde su infancia. En su búsqueda de pertenencia y amor, se cruza con Lucius, un enigmático hombre que posee una esencia sombría y que, a lo largo de su vida, jamás ha experimentado la calidez de los sentimientos. A medida que sus caminos se entrelazan, Sofía se enfrenta al desafío de luchar contra la atracción que siente hacia él y las sombras que parecen rodearlo. ¿Podrá encontrar la fuerza necesaria para resistirse a su cautivadora belleza y, al mismo tiempo, desentrañar los misterios de su alma oscura, o sucumbirá a su hechizo, perdiéndose en el abismo de su atracción?
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borracho
Sofía, consciente de que debía acatar las órdenes tal como lo hacía en el orfanato, cerró los ojos y se entregó al momento, sintiendo una profunda vergüenza mientras la vestían.
—¡Me encanta, te queda perfecto! Ni siquiera es necesario ajustarlo. Ese vestido estaba destinado para ti! —exclamó Mónica, con una amplia sonrisa en su rostro mientras contemplaba a Sofía.
Vamos, no se queden ahí, paradas. Sofía necesita un baño de leche para que su piel quede tan suave y perfecta como la porcelana para mañana. Por lo tanto, hay que preparar también mascarillas para su rostro, y su cabello necesita un poco de brillo. Dijo Mónica, saliendo de la habitación y dejando a Sofía a solas con las empleadas de la casa. Estas últimas la llevaron hasta el lujoso baño de la residencia, donde todo estaba preparado para el cuidado de su piel.
Sofía entró en la tina repleta de leche, completamente desnuda, mientras las mujeres a su alrededor se ocupaban de cada rincón de su cuerpo, tratando de embellecerla sin que ella pudiera hacer nada al respecto. A pesar de su vulnerabilidad, se entregó a la experiencia, dejando que las manos de las demás la tocaran y la trataran.
Así transcurrió gran parte de la noche, sumergida en la leche y rodeada de un sinfín de mascarillas que cubrían su rostro. En su cabello, podía sentir una sustancia viscosa que se aplicaba con la esperanza de nutrirlo y hacerlo brillar. La atmósfera estaba impregnada de un aire de relajación y cuidado, donde cada detalle estaba pensado para consentirla y realzar su belleza.
Sofía, tras esa experiencia, se quedó profundamente dormida, exhausta, sobre una cama tan amplia que parecía no tener fin, adornada con sábanas que emanaban un delicioso aroma que la envolvía en una sensación de calma y confort.
A la mañana siguiente, el sol comenzó a asomarse lentamente por el horizonte, pintando el cielo con tonalidades doradas y naranjas. Los pájaros cantaban alegremente, creando una melodía armoniosa que se entrelazaba con el murmullo lejano de muchas personas conversando. Con una leve sonrisa, Sofía abrió los ojos y, al despertar, dirigió la mirada a su alrededor, observando a las empleadas que se movían con gracia para atender las necesidades del lugar.
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Por otro lado, Lucius había pasado la mayor parte de la noche en un bar, un lugar lleno de luces tenues y música suave que apenas se escuchaba. Allí, se había dejado llevar por la bebida, buscando la forma de desahogar su profunda frustración causada por el hecho de tener que casarse con una mujer a la que jamás había visto. En su compañía se encontraba una pelirroja, cuyos cabellos brillaban con un tono intenso bajo la luz del bar. Juntos estuvieron en la cama haciendo el amor, mientras Lucius intentaba olvidar por un momento la presión que sentía respecto a su inminente matrimonio y los sentimientos encontrados que ello le provocaba.
Carlos era consciente de que no podía permitir que Lucius arruinara su boda. Así que, decidido a evitar cualquier desastre, lo tomó de la cama donde se encontraba con una mujer y lo llevó a una casa de campo que ambos tenían.
¡Lucius, por Dios! ¿Qué estás haciendo? exclamó Carlos, visiblemente irritado. En unas horas te vas a casar y tú, en lugar de prepararte, estás completamente ebrio.
Vamos, cálmate. Me daré un baño, dormiré un par de horas y luego me casaré con esa caprichosa y horrible mujer que ha elegido mi madre. Si nuestro padre estuviera aquí, no permitiría que esto ocurriera. Lucius habló con tono molesto, dejando entrever su frustración.
Basta ya. Papá no está aquí y, si tú arruinas esto como siempre lo haces, mi padre se sentiría muy triste al ver que su hijo ha perdido su título. Carlos respondió, visiblemente enojado y cansado de la situación.
¡Tú también me culpas por su muerte, ¿verdad?! —dijo Lucius con una mezcla de rabia y dolor en su voz.
Carlos, tratando de calmar la situación, respondió: —No voy a seguir discutiendo esto. Lo mejor que puedes hacer ahora es darte un baño y descansar. Yo me encargaré de recoger la ropa de ambos para mañana. —Con esas palabras, Carlos se dirigió hacia la salida de la casa, dejando a Lucius sumido en sus pensamientos.