Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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Desesperación y Sombras
El sol se ocultaba lentamente, tiñendo el cielo de un rojo intenso, mientras Natalia y Víctor avanzaban a paso firme por el bosque. Sus rostros reflejaban frustración y agotamiento; llevaban días buscando a Fernanda sin éxito. Los rastreadores de la manada leales a Natalia no habían logrado localizarla, y ahora decidieron ir personalmente a buscarla. Habían husmeado cada rincón, pero no había señales de ella.
—¿Cómo es posible que no haya rastro? gruñó Víctor, apretando los puños con furia. Su voz resonó entre los árboles, pero el bosque solo respondió con un silencio inquietante.
Natalia, quien caminaba a su lado, le dirigió una mirada calculadora. Su rostro parecía preocupado, pero en su interior, se regocijaba. Si Fernanda estaba muerta, todos sus problemas se habrían resuelto. Finalmente tendría a Víctor para ella sola, sin la sombra de su hermana rondándolos.
—Quizá no haya sobrevivido sola en este bosque dijo Natalia con un tono que pretendía ser compasivo, pero que escondía una pizca de sarcasmo. Sabes que los renegados abundan por aquí. Es posible que esté muerta, mi querida hermanita añadió, con una sonrisa burlona que solo ella podía percibir.
Víctor detuvo su marcha y miró a uno de los rastreadores, un lobo robusto llamado Caleb.
—¿Nada? preguntó, su voz cargada de impaciencia.
Caleb negó con la cabeza, evitando el contacto visual directo con su alfa
—Hemos revisado cada rincón, alfa. No hay rastro de su cuerpo ni de su olor. Es como si la tierra se la hubiera tragado.
El ceño de Víctor se frunció aún más. Algo no encajaba. A pesar de todo, el vínculo entre él y Fernanda debía haberle dado alguna señal, algún indicio de que aún estaba viva. Pero desde el momento en que marcó a Natalia, el lazo había desaparecido por completo.
—Tal vez... comenzó Caleb, dudando un momento antes de continuar. Tal vez sí esté muerta.
Las palabras golpearon a Víctor como una bofetada. Natalia lo observó atentamente, notando cómo sus labios se tensaban y sus ojos se oscurecían.
—¿Muerta? repitió en un susurro, como si no pudiera creerlo.al fin acabo si llegaba a encontrarla seria su destino la muerte.
—Es posible, alfa añadió Caleb con cautela. Si fue atacada por renegados siendo una loba sola, las probabilidades de que sobreviviera son mínimas.
Víctor guardó silencio, su mente revolviéndose en pensamientos contradictorios. Sabía que lo que había dicho en la manada era mentira sobre la muerte de Fernanda. Recordó el momento exacto en que marcó a Natalia. Había sentido una ruptura, un desgarramiento profundo en su interior. En ese instante, el vínculo con Fernanda se había desvanecido, como si nunca hubiera existido.
—¿Crees que murió por el vínculo? preguntó Natalia, fingiendo curiosidad.
—Es posible murmuró Víctor, más para sí mismo que para ella. Si no soportó la ruptura…
El peso de la culpa comenzó a aplastarlo y no entendia ese sentir. Si Fernanda realmente había muerto, era por su culpa. Por haber marcado a Natalia. Por haber traicionado a su luna destinada.
—No podemos estar seguros hasta encontrar su cuerpo dijo finalmente, su voz firme pero cargada de tensión.
Natalia entrecerró los ojos, molesta por su insistencia. Pero sabía que no podía dejar que su frustración se notara.
—Entonces seguiremos buscando dijo, colocando una mano en el hombro de Víctor. Su toque era suave, pero calculado. No descansaremos hasta estar seguros.
Víctor asintió, pero el brillo en sus ojos había desaparecido. La idea de que Fernanda estuviera muerta lo atormentaba, aunque no quería admitirlo.
Mientras tanto, Natalia sonrió para sus adentros. Si Fernanda había muerto, no podría haber un desenlace más perfecto. Con ella fuera del camino, su posición como luna de la manada sería indiscutible.
Pero mientras caminaban de regreso hacia el campamento, una pregunta persistía en la mente de Víctor: ¿Realmente está muerta? Algo en su interior se resistía a aceptarlo. Y esa pequeña chispa de duda lo seguiría atormentando, aun cuando no tenía forma de confirmarlo.
Natalia, por su parte, estaba decidida a borrar cualquier rastro de Fernanda, viva o muerta. Lo que fuera necesario para asegurarse de que nunca regresara a reclamar lo que una vez fue suyo.
