Cuatro años después. Un carruaje llega al ducado de Vertron donde en el patio de la mansión hay un gran escándalo. Una joven de cabellos plateados, baja del carruaje elegantemente.
Nadie esperaba esta repentina e inesperada visita. Antes la creían muerta pero ahora ¿Qué pasará cuando la vean?
Segunda Temporada de: La Villana Desea decir Adiós
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Capítulo XII
—¿Hice... hice algo mal?— Preguntó con una voz apagada.
Anya se sentía confudida por la expresión que ese joven tenía en su rostro. No podía entender completamente lo que estaba pasando.
—... No, no hizo nada malo...— Respondió con vacilación la joven.
Alice quien estaba cerca de ellos bajo su paraguas. Solo los veía a lo lejos en silencio, mientras sus ojos brillaban de ¿alegría?. Alice veía con pena al joven que se mojaba bajo la lluvia y que había rechazado amablemente su ayuda. Ella no lograba comprender el por qué su hermana era tan mala con el joven Arian.
— Por favor dígame y así lo cambiaré. Lo arreglaré aunque dure toda mi vida.— Insistió el joven de cabellos negros azabaches, su expresión que antes había sido fría, ahora mostraba dolor.
—Ya mencioné que no ha hecho nada ma..—
Arian la interrumpió pidiendo una explicación más clara, una que justificara que no tenían oportunidad. —Entonces ¿Por qué?—
La joven Villana lo observó con atención por un breve momento, pensado que responder a ese tonto joven que no aprovechaba de una vez lo que había hecho. ¿Quizás era para mantener su orgullo? o ese joven era tan astuto que deseaba alcanzar algo más.
—Yo No lo Amo, joven Calixto. Y sé que tampoco tiene sentimientos por mí.— Contestó con firmeza mientras sonreía diciendo algo obvio para ella.
El joven la miró con sorpresa. Se notó tan vulnerable ante esas palabras que lo destrozaba en pedazos.
—¡Hermana! (Cubriendo sus hombros con una manta) todavía no te haz recuperado, no deberías estar aquí. — Exclamó Theo mientras fruncia su ceño al percatarse de Arian.
—Joven Calixto, ese compromiso ya está roto. Acéptalo y no compliques más las cosas para ella.— Dijo un poco molesto.
Anya se quedó viendo a Theo mientras Arian no apartaba su vista de ella. Arian se encontraba roto, devastado. Lo que dijo Anya le había dolido de una manera indescriptible.
Cuando Theo empezó a llevar a Anya hacia dentro, ella se detuvo un momento y dijo: —Fue un gusto pasar ese breve tiempo como su prometida, joven Arian. Ahora, puede elegir a una prometida que lo ame y que usted también ame.— Con un gesto casi imperceptible, Anya extendió la mano y depositó la sombrilla en la de Arian, como si con ese objeto se despidiera de su último deber como prometida. Luego, se volvió hacia su hermano y juntos desaparecieron detrás de las puertas, dejando a Arian solo con la sombrilla y sus pensamientos.
El joven cuyos ojos eran un lienzo azul de tristeza, se quedó mirándola hasta que su silueta se desvaneció tras las puertas; llevándose consigo el último vestigio de esperanza. Y la sombrilla... el único roce de sus manos, el primer y último susurro de cercanía, se deslizó de sus dedos como un fragmento de su corazón que se desprendía, y cayó al suelo con un sonido que se desvaneció en el silencio, dejando solo el eco de un amor que nunca fue.
—A, a ¿A,adiós? yo... la amo.— Musitó.
Las gotas que resbalaban por sus mejillas parecían lágrimas, pero bien podrían ser solo gotas de lluvia. En ese momento... era imposible distinguir entre el dolor y el agua que caía del cielo ¿Realmente estaba sufriendo? Arian... entonces, se marchó en silencio.
Por otro lado, en la ventana que estaba en el segundo piso. Al lado izquierdo. Estaba el Duque y la Duquesa mirando la caótica escena.
—Duque, ¿Por qué no permitió que el joven Arian entrara?— Preguntó molesta y nerviosa la Duquesa mientras se mordía las uñas de los dedos. No parecía muy segura hablando con el Duque como antes.
—Son asuntos de la heredera de Vertron. Deberías saberlo.— Amonestó Edgar con frialdad, dándose la vuelta para marcharse.
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Una semana había pasado después del inesperado regreso de la joven Señorita Anya Vertron a la Mansión. A esta ciudad que albergaba recuerdos no tan agradables para la joven.
Su pie se había curado en totalidad, ya no tenía heridas de la que tener cuidado o poner excusa para no comer junto a esa familia que parecía haber cambiado drásticamente en su ausencia, aunque no los comprendía y no le interesaba hacerlo; le molestaba más de lo usual porque se sentía que notaban más su existencia, poniendo a la lamentable joven en una situación incómoda.
De vez en cuando, cartas de color negro aparecían en el escritorio de la joven. Había visitas frecuentes de los Archiduques, y del joven Arian... de él, no había muchas noticias desde ese día. Solo se sabía que estaba trabajando duro en su entrenamiento de espada.