El destino de los Ling vuelve a ponerse a prueba.
Mientras Lina y Luzbel aprenden a sostener su amor en la vida de casados, surge una nueva historia que arde con intensidad: la de Daniela Ling y Alexander Meg.
Lo que comenzó como una amistad se transforma en un amor prohibido, lleno de pasión y decisiones difíciles. Pero en medio de ese fuego, una traición inesperada amenaza con convertirlo todo en cenizas.
Entre muertes, secretos y la llegada de nuevos personajes, Daniela deberá enfrentar el dolor más profundo y descubrir si el amor puede sobrevivir incluso a la tormenta más feroz.
Fuego en la Tormenta es una novela de acción, romance y segundas oportunidades, donde cada página te llevará al límite de la emoción.
NovelToon tiene autorización de America Blancas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Mareas del corazón
**Capítulo 9:**Mareas del corazón
Estaba preparando mi maleta con la precisión de un operativo secreto, como si cada bikini y vestido vaporoso fueran piezas clave de una misión que dependiera de mi cordura.
—Bikini rojo, sí. Vestido vaporoso, sí. Bloqueador solar… bueno, eso lo comparto con Lina —dije en voz alta, recorriendo con la mirada el caos que había dejado a mis pies.
El piso de mi cuarto parecía un campo de batalla.
Entre ropa interior, lentes de sol, productos de skincare, dos pares de tacones “por si acaso” y un montón de accesorios que jamás usaría, armar la maleta para nuestro viaje de hermanas se convirtió en un operativo digno de espionaje.
—¡Lina, prepárate! Porque esta escapada será legendaria —grité mientras metía el pareo con estampado de flamencos en la maleta—.
No podía mentirme a mí misma.
Estaba emocionada.
Y no solo por la arena, el mar y el sol… sino por el silencio.
Ese silencio lejos de Alexander Meg y de Rita, que devoraba corazones con la delicadeza de una brisa cálida.
Suspiré, cerrando la maleta con un golpe.
Era hora de partir.
Cuando llegué a la mansión de Lina, lo primero que vi fue una escena sacada de una película de comedia absurda.
Luzbel, el gran mafioso, CEO temido, hombre que podía desmembrar a alguien sin arrugarse el saco, tenía cara de perrito abandonado.
Y colgando de su pecho, en una cangurera azul con ositos… Belian.
Belian dormía como un ángel, su cabecita recostada en el pecho de su padre, mientras Luzbel parecía al borde de una crisis existencial.
—¿Todo bien, cuñadito criminal? —pregunté desde la ventanilla del auto, conteniendo una carcajada.
—Lina está guardando sus cargadores. Espérala adentro —respondió con voz seca, dolorida.
Cuando Lina salió, con sus gafas de sol y su vestido blanco ondeando al viento como heroína de telenovela, no pude contener la risa.
Arrancamos rumbo a la playa, y finalmente exploté:
—¡Por favor, dime que hizo un berrinche!
—¡Daniela! —rió Lina—. ¡Te juro que parecía un adolescente al que le dijeron que no podía ir al concierto de su banda favorita!
—¡Muero!
—Cuando le mostré mis trajes de baño, se le fue el color —continuó Lina—. Me miraba como si el mundo estuviera por acabarse. Y cuando le dije que él se quedaría con Belian una semana, me dijo que estaba rompiendo las reglas del equilibrio universal.
—¡JAJAJAJAJA! —aplaudí como foca feliz—. ¿El mismo Luzbel Shao diciendo eso?
—No solo eso… me chantajeó. Dijo que se iría de la casa si no lo dejaba ir con nosotras.
—¡¿Qué?!
—Con voz dramática, te lo juro. Hasta se cruzó de brazos. Era como ver a un gato empapado —dijo Lina, y ambas rompimos en carcajadas.
—Ay no… lo amo, Lina, pero qué bueno que lo dejaste. Esta semana es solo nuestra. Playa, sol y hermanas sin hombres ni pañales —dije, mientras mi corazón se llenaba de un alivio inesperado.
Hubo un silencio que me permitió organizar mis pensamientos. Suspiré y decidí abrir el corazón:
—Quiero decirte algo —dije.
—Dispara —respondió Lina, sin apartar la vista de la carretera.
—Voy a formalizar con Luis.
Lina giró la cabeza, ceño levemente fruncido, aunque seguía con las gafas de sol puestas.
—¿En serio?
—Sí… quiero intentarlo. Es dulce, respetuoso, cero mafioso y… bueno, lo necesito. Necesito algo estable. Seguro.
—¿Y Alexander? —preguntó, con un hilo de voz que no traicionaba sorpresa, pero sí curiosidad.
—¿Qué con él? —traté de sonar casual, pero la garganta me ardía.
—¿Todavía piensas en él?
Tragué saliva.
—Lo intento sacar. De verdad. Pero… —titubeé—
—¿Pero? —inquirió ella con paciencia.
—No es tan fácil —confesé, dejando que el aire pesado escapara de mis pulmones.
Lina no dijo nada por un momento, solo observó la carretera mientras el mar se asomaba, azul y sereno, como si escuchara nuestras dudas y las calmara con su inmensidad.
—Yo también tengo algo que decirte —dijo de pronto—. Hablé con nuestro padre.
Mi pecho se tensó.
—¿Y?
—Le dije que lo visitaríamos más seguido. Que no sabía cómo acostumbrarme aún a tener un padre, pero que quería intentarlo.
Le sonreí, con orgullo y una pizca de alivio.
—¿En serio?
—Sí. Lo dije en serio. Y Belian también necesita esa parte de su historia. Al menos para elegir qué hacer con ella en el futuro.
Me sentí ligera, como si el peso que había cargado durante meses comenzará a desvanecerse.
—Me alegra, Lina. De verdad.
—Y ahora… tu y yo. Vamos a hablar —dijo con una mirada intensa.
—¿Sobre? —pregunté, aunque ya lo intuía.
—Sobre lo que realmente sientes.
Suspiré, dejando que mi vulnerabilidad fluyera un poco.
—Lina, estoy cansada. Cansada de esperar algo que no llega. Cansada de querer a alguien que parece no quererme lo suficiente. Quiero algo más sencillo. Quiero que me quieran sin líos, sin sombras —le confesé, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas contenidas.
Ella me observó con esa mirada sabia, forjada por años de amor profundo y sacrificio.
—¿Quieres un consejo? —preguntó, su voz suave pero firme.
Asentí, tragando la saliva que amenazaba con ahogarme.
—No vas a sacar a Alexander de tu vida si lo sigues buscando en otra persona. Luis puede parecer ideal, pero si cada gesto suyo lo comparas con los de Alexander, jamás será suficiente. Y si en el fondo lo quieres a él… no cometas el error de arrastrar a alguien inocente a tu confusión.
Me quedé callada.
No porque no supiera qué decir, sino porque Lina acababa de desarmarme por completo, derribando todas las paredes que había levantado para proteger mi corazón.
—¿Y tú crees que Alexander…?
—Lo amas, Dani —respondió—. Él te ama. Aunque esté lleno de miedos, de errores… te ama. Lo veo en sus ojos cuando te nombra. En cómo se tensa cuando te mira.
—Pero yo no quiero ser un proyecto para sanar —dije, con un hilo de voz que se quebraba.
—Entonces haz que te ame sanamente. Desde tu fuerza, no desde su vacío —susurró Lina, y yo no pude evitar llorar, liberando toda la frustración contenida.
Le sonreí entre lágrimas.
—Gracias, Lina.
—Para eso estamos las hermanas —respondió, secando mis lágrimas con suavidad—.
—¿Hasta para impedir que nos casemos con hombres que huelen demasiado a colonia falsa? —pregunté con una media sonrisa.
—Sobre todo, para eso —rió bajito.
Mientras el auto avanzaba hacia la costa, con el sol iluminando la carretera y el reflejo del mar en nuestros ojos, supe que este viaje sería mucho más que una escapada.
Sería un punto de inflexión.
Una oportunidad para reconstruirme, para respirar y, quizás… solo quizás… abrir la puerta a un amor verdadero, uno que no necesitara máscaras ni comparaciones.
El sonido de las olas al fondo parecía prometerme algo.
No me prometía a Alexander, ni me prometía a Luis, ni siquiera me prometía certezas.
Me prometía a mí misma.
Y esta vez, eso era más que suficiente.